Mario
J. Viera
Sí,
hoy Ucrania es el Mundo, como lo fuera en 1939 Polonia. Hoy, la agresión de
Rusia a Ucrania no es solo un desastre para Ucrania, será también un desastre
para todo el mundo. La política de apaciguamiento hacia la serpiente rusa,
Vladímir Putin ha fracasado, como fracasó en 1939 la política de apaciguamiento
que Francia y principalmente Gran Bretaña mantenía con respecto a Adolfo
Hitler.
En
1938, Hitler puso sobre la escena el reclamo de los territorios denominados
Sudetes, una región que formaba parte de Checoslovaquia, pero con una población
de unos tres millones de habitantes que, en su mayor parte era de origen alemán.
El pronazi Konrad Heinlein, asumió el liderazgo de aquella mayoría de alemanes
exigiendo la autonomía de los Sudetes. En 2014, tras la caída del gobierno
prorruso del presidente ucraniano Víctor Yanukóvich,
en la región ucraniana del Donbás, donde existe una mayoría de la población
ruso parlante los líderes Denis Pushilin en el territorio de Donetsk y Leonid Pasechnik
en Lugansk se convirtieron en nuevos Heinlein, pero a favor de Rusia
declarándose en rebeldía en contra del gobierno ucraniano ─ en ese entonces
presidido por Petró Poroshenko ─ con apoyo militar ruso.
Aprovechando
el conflicto del Donbás, Putin se apoderó de la península de Crimea anexando su
territorio a Rusia. El mundo, sobre todo la Unión Europea opacamente condenó
aquel acto agresivo cometido por el autócrata Vladimir Putin. En respuesta a la
anexión de Crimea, el presidente de Estados Unidos Barack Obama impulsó una
serie de sanciones económicas contra Rusia, alegando, como ahora hace le
gobierno de Biden, que serían las medidas más duras adoptadas contra Rusia
desde el fin de la Guerra Fría. Putin se rió de las sanciones y Crimea y
Sebastopol quedaron bajo la soberanía del imperio ruso. Crimea compensaba
cualquier sanción económica. Por otra parte, la guerra de secesión prorrusa en
el Donbás ─ la zona más industrializada de Ucrania ─ constituía una afectación
económica considerable para el ex estado de la Unión Soviética.
Acuerdos
de Minsk
Con
el propósito de poner un fin a la guerra en el Donbás, el 5 de septiembre de
2014 se firmó un primer acuerdo de paz en la ciudad de Minsk en Bielorrusia,
entre representantes de Ucrania (Petró Poroshenko), Rusia (Vladimir Putin) y
los rebeldes prorrusos de las denominadas, República Popular de Donetsk (Alexander
Zajarchenko) y la República Popular de Lugansk (Ígor Plotnitski). Sin embargo,
ambas partes violaban el cese al fuego, Se recurrió entonces a una nueva ronda
de negociaciones en 2015 para acordar un segundo acuerdo de Minsk; esta vez
auspiciado por el presidente de Francia Francois Hollande, y la
canciller alemana, Angela Merkel.
En
Minsk I se aprobaron 12 puntos que obligaban a ambas partes; algunos conflictivos.
En el segundo Minsk, se agregó un nuevo punto a los doce primeros dentro de la
denominada “Serie de medidas para el cumplimiento de los Acuerdos de Minsk”: 1.
Alto el fuego inmediato en ciertas zonas y su estricto cumplimiento a partir de
las 00.00 horas (hora de Kiev) del 15 de febrero de 2015 (22.00 GMT). 2.
Retirada de todo el armamento pesado (establece una zona de seguridad de 50
kilómetros para la artillería de 100 milímetros de calibre o más). 3. La Organización
para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) será la
encargada de verificar el cumplimiento del alto el fuego y la retirada del
armamento pesado. 4. Inicio de un diálogo para la convocatoria de
elecciones locales en las zonas bajo control rebelde en consonancia
con la legislación ucraniana y la ley de autogobierno aprobada en 2014 (lo que
equivalía a la descentralización del gobierno de Kiev restándole fuerzas de
decisión). 5. Amnistía general para todos los participantes en el
conflicto en las regiones de Donetsk y Lugansk. 6. Liberación de todos
los rehenes y canje de prisioneros de guerra. 7. Creación de corredores
humanitarios para garantizar el suministro de ayuda humanitaria a
través de un mecanismo internacional. 8. Acordar un programa de restablecimiento
de las relaciones económicas entre Ucrania y esas regiones, incluido la
reanudación de los pagos sociales, pensiones y de los servicios bancarios. 9. Restablecer
el pleno control estatal de la frontera ruso-ucraniana en la zona de conflicto
por parte del Estado ucraniano para fines de 2015 (condicionada al cumplimiento
del punto 11). 10. Retirada y
desarme de todas las formaciones armadas extranjeras, armamento y también
mercenarios del territorio de Ucrania bajo la supervisión de la OSCE. 11. Reforma
constitucional (como condicionante para asegurar el cumplimiento del punto
9: Constitución que prevea la “descentralización de Ucrania” como punto
clave y la aprobación de una ley permanente sobre el estatus particular de
determinadas zonas de las regiones de Donetsk y Lugansk. 12. Celebración de
elecciones locales en las regiones de Donetsk y Lugansk que debe ser
consensuada entre el Gobierno ucraniano y los representantes de esas zonas
rebeldes, con supervisión de los observadores de la OSCE. 13. Crear
grupos de trabajo en el marco del Grupo de Contacto, que integra a Kiev,
los separatistas prorrusos y Rusia y la OSCE como mediadores, para la
implementación de estas medidas.
Un
tratado este mal concebido y mal definido y sin que se obligara a Rusia a
respetar la soberanía ucraniana. Es increíble que los representantes europeos
no incluyeran en estos acuerdos la incorporación de un cuerpo de paz de las
Naciones Unidas para asegurar el cumplimiento efectivo de los puntos 1, 2 y 3. Un
cuerpo de paz de la ONU en Ucrania habría impedido la agresión de Rusia.
Ucrania
abandonada en un limbo defensivo
Las
aspiraciones hegemonistas y expansionistas de Putin se verían frustradas si
Ucrania se incorporaba como el Estado 28 de la Unión Europea y la posibilidad
de que en el futuro fuera parte de la Organización del Tratado del Atlántico
Norte (OTAN) por lo que se decidió por una solución ucrónica: Invadir a
Ucrania, ocuparla y poder establecer un gobierno de facto partidario de Rusia,
tal como lo fue Yanukóvich.
La
agresión era previsible desde el mismo momento cuando se conoció de las
agrupaciones de fuerzas militares rusas frente a las fronteras ucranianas.
Ucrania no tiene firmado un tratado de defensa con ninguna potencia occidental,
pero todo se dejó a los resultados que pudieran alcanzarse mediante la acción
diplomática para el apaciguamiento de Putin; el mismo error de 1939 con Hitler
y sus pretensiones sobre Checoslovaquia.
La
diplomacia en caso de peligro de guerra debe ir acompañada de medidas más allá de
lo estrictamente diplomático. Si se preveía que Putin estaba decidido a agredir
a Ucrania, había, necesariamente, que asegurar la capacidad defensiva
ucraniana, suministrarle armamento de defensa antiaérea y antimisiles, y
artillería pesada. No se hizo y Putin ha podido lanzar su blitzkrieg sobre un
país dotado de defensas militares pobres. Hay que escuchar el pedido del
presidente Volodímir Zelenski de ayuda internacional para frenar el ataque ruso:
“Si no nos ayudan ahora, si no ofrecen una ayuda potente a Ucrania, mañana
la guerra llamará a su puerta”. Es un error dejar en soledad a Ucrania. No
bastan solo las sanciones económicas en contra del agresor. Hay que ponerle
cara a Putin y decirle que si él ha invadido a Ucrania, el mundo democrático
cuenta con el derecho de prestarle ayuda en armamento y fuerzas militares. Putin
ha lanzado un reto a Europa y a la OTAN, si no se le detiene, las consecuencias
serán catastróficas para toda la humanidad.
Si
Putin se sale con la suya en Ucrania, ¿Qué impedirá que China haga lo mismo
sobre Taiwán?
Se
pretende evitar una tercera guerra mundial, pero si no se da un golpe poderoso
contra Putin y su régimen, la tercera guerra mundial estará ya a las puertas,
Ucrania hoy es el Mundo.