(Desde Honduras y a
propósito de sus elecciones)
Antonio
Flores Arriaza. La Tribuna
Hace muchos años nació en el ámbito
político el Partido de Innovación y Unidad (PINU) en 1970, la Democracia
Cristiana (DC) en 1968 y la Unificación Democrática (UD) en 1992. Los tres
partidos ostentando una ideología muy bien definida con la cual se presentaron
al pueblo hondureño para que los considerara como opciones políticas para
gobernar el país. El primero definido bajo la doctrina social-demócrata, el
segundo presentando el cristianismo social auspiciado por la Iglesia Católica
desde la encíclica Rerum Novarum en 1891 del Papa León XIII (que, no era algo
nuevo con lo que se podía augurar un gran crecimiento en vista de que los
hondureños eran mayormente católicos) y, el último como un partido socialista.
Ninguno de ellos ha pasado de obtener muy pobres resultados. Los tres han
mantenido su subsistencia legal con capacidades al borde del colapso. Así que
la ideología no fue entonces algo que, a la vista de los hondureños, resultara
para proponer alternativas políticas.
Más de cuarenta años han pasado y, se
supone, el nivel educativo nacional debe haber mejorado, así como el desarrollo
político de la población luego de varias décadas de vida democrática y de que,
en el país, la política parece ser la primera agenda en la discusión de todos
los días.
Ahora, recién hemos tenido un proceso
electoral inédito. Lo ha sido porque en él han participado nuevos partidos
políticos y, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) permitió la participación
inconstitucional del actual Presidente del Ejecutivo para buscar su reelección,
algo prohibido constitucionalmente. Pero, no sólo eso ha sido lo inusual.
También lo ha sido la Alianza entre dos partidos preexistentes y su decisión de
proponer a un candidato que no pertenece ninguno de ellos y que tampoco tiene
un partido que lo respalde.
Esta Alianza conjunta un supuesto partido
socialista con el partido social demócrata. Esto no es tan raro. Pero, si se
hubiese funcionado ideológicamente, en esta alianza debió integrarse la
Unificación Democrática (UD) que se supone también es socialista. Esto no ha
sucedido porque la UD más bien se ha aliado con el partido de gobierno que,
recientemente, se declaró social cristiano abandonando así, declarativamente,
su origen liberal. Algo que en la realidad no ha ocurrido porque sus integrantes
no han sido adoctrinados en estos supuestos nuevos principios y, este partido,
es reconocido como de derecha. La guerra política se planteó entre la Alianza y
el Partido Nacional. Se podría considerar que ideológicamente tiene sentido.
Pero, ¿quiénes integran a LIBRE, el
supuesto partido socialista del Siglo XXI? Que fue creado bajo la sombrilla de
Hugo Chávez y auspiciado por el chavismo venezolano. Es de sorprenderse que en
este partido se han integrado empresarios y sacerdotes (católicos y cristianos),
y sus seguidores. Esto resulta ideológicamente incongruente.
El pueblo se ha expresado en repudio hacia
la violación constitucional por la búsqueda de la reelección del presidente del
Ejecutivo. Pero, resulta, que el principal proyecto de la ALIANZA es buscar
montar una Asamblea Nacional Constituyente para cancelar toda la actual
Constitución y hacer una nueva. Es decir, Caperucita buscando al lobo para
protegerse de la bruja. Esto es de lo más ilógico que se pueda pensar.
La ALIANZA se apellidó contra la
dictadura, sin embargo, su candidato ha
dado grandes, variadas y reiteradas evidencias de su vocación tiránica. Y,
el principal poder “tras el trono” mostró su grandísima vocación tiránica
cuando fue Presidente tratando de anular a los otros dos poderes del Estado e
ignorando las leyes que regulaban su desempeño en el Ejecutivo. Así que, la
Alianza muestra evidencias de que solamente busca sustituir a un tirano por
otro. Realmente, esto no es raro en los gobiernos del Socialismo del Siglo XXI,
según se evidencia en América del Sur y en nuestra vecina Nicaragua.
Por otro lado, nos encanta disfrutar de
las libertades que nos ha brindado nuestra Constitución liberal, nos gustan las
libertades que el liberalismo ha instaurado en el mundo occidental, nos
encantan las diversas libertades que el liberalismo nos ha brindado. Nuestros
trabajadores gozan de un Código del Trabajo liberal y el sindicalismo que los
gobiernos liberales nos enseñaron como conquista a los trabajadores con
garantías que en otros países del mundo ni sueñan tener. Nos gusta que las
autoridades respeten nuestras garantías constitucionales que son herencia
liberal. Aun los socialistas del patio luchan por conservarlas sin ofrecer
nuevas conquistas en los derechos humanos y civiles. Pero, los hondureños, cada
vez despreciamos las conquistas liberales y buscamos un gobierno opresor. Que
incongruencia. Necesitamos mucha educación política, pero no ideologización
impuesta. La libertad en todo es la gran conquista liberal.
ideasafa1@gmail.com
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