lunes, 27 de noviembre de 2017

Talibanes anticomunistas del Versailles

Mario J. Viera



En política como en religiones existe el fundamentalismo y, muy principalmente, en ese fragmento de la política, que ocupa la visión del vulgo, de la calle, bien diferente de la alta política e incluso de la misma politiquería, la política de los seguidores ─ inmensa mayoría de toda sociedad humana ─, conformada por los prejuicios de cada cual y los estereotipos que se han ido forjando en la mente junto con las ideologías y las creencias religiosas que se sustentan; y este conjunto de condiciones, primordialmente de carácter psicológico, cuando no se conduce por el criterio y la razón, deviene en fundamentalismo ideológico e incluso en fanatismo; y de este modo se puede conformar una mentalidad política de talibán.

Existen los talibanes anticomunistas como existe su contrapartida, la de los talibanes comunistas. Estos último no son de mi interés y, por tal razón. me centraré en los primeros, pues en cuanto se supone que estos se encuentren en el marco de la democracia conviene considerar cuán diferentes son a los del segundo grupo. Existe un factor psicológico o tal vez sociológico, no sé, que denomino fenómeno de conversión por contradicción y que determina que en la mente colectiva de aquellos que sufren una dictadura prolongada y absoluta siempre se asumirá una posición antitética con respecto a la misma. Por contradicción se rechaza el tinte político de esa dictadura, si de derecha, se asume una posición de izquierda; si de izquierda, se asumirá una posición de derecha. En sentido general, el exilio cubano se identifica con el partido de derechas, el Republicano, por contradicción con el sistema de los Castro. De este modo, una gran parte de los exiliados cubanos integrados en la derecha política comienzan a mirar con sospecha cualquier opinión o posición que difiera de aquello que para ellos es lo ortodoxo, lo correcto, “lo que debe ser”: la base del fundamentalismo anticomunista.

¡Pobre de aquel que en opinión de los fundamentalistas parezca un poco “liberal” o un tanto izquierdoso! Como los fanáticos comunistas ven a los opuestos, así los fundamentalistas anticomunistas ven a sus opuestos, aunque estos “opuestos” no sean ni comunistas ni socialistas. Coinciden con su antítesis en las mismas descalificaciones y ataques ofensivos, y como los comunistas reclaman, también ellos reclaman, “Si no te gusta, vete”. Talibanes, se creen como los portadores de la verdad indiscutible y en realidad, los más fundamentalistas, los más intransigentes de todo ese que se conoce como “exilio histórico” ─ no por cierto todos ─ son aquellos que vinculados al régimen de Fulgencio Batista huyeron de la isla en 1959 o aquellos otros que emigraron tras las expropiaciones de tierras, de negocios y de industrias, o los que emigraron por la vía del puerto de Camarioca en 1965, o los que lo hicieron por los “vuelos de la libertad” entre 1965 y 1973, sin que ninguno o muy pocos de ellos hubiera confrontado de alguna manera al régimen castrista; sin haber realizado algún acto de resistencia y solo rememoran ─ como reportara Luisa Yánez en El Nuevo Herald ─ “sus últimos días en Cuba; de cómo hoscos soldados venían a sus casas para anunciarles la salida de la familia, al otro día. De cómo el gobierno inventariaba todas sus pertenencias y no podían sacar ninguno de sus bienes. De cómo les sellaban la puerta de la casa para que nadie pudiera entrar”. Esto ciertamente es duro y genera rencor en quienes lo sufrieron, como también aquellos que fueron llevados a las injustas y discriminantes Unidades Militares de Ayuda a la Producción, más conocidas por sus siglas UMAP, guardan el rencor por los maltratos y vejámenes que en ellas recibieron; sin embargo, estos no son la generalidad que compone al exilio denominado histórico, como tampoco son mayoría los sobrevivientes del movimiento guerrillero anticastrista del Escambray, que enfrentaron al incipiente régimen totalitario con las armas y sufrieron largas condenas de prisión bajo terribles condiciones de subsistencia....

Hay que verles, a aquellos que solo se opusieron al castrismo con la fuga, con el autoexilio, agrupándose en torno del Restaurant Versailles con sus protegidas protestas anticastristas, atacando con furia inquisitorial a los que no comparten sus puntos de vista o rompiendo con una aplanadora discos y cd marcados como malditos en su particular Index Librorum Prohibitorum. Magníficos emigrantes que supieron abrirse paso en Miami, que con su esfuerzo hicieron de Miami una gran ciudad, que no olvidaron sus tradiciones cubanas, que no perdieron sus raíces; pero sus frustraciones, a muchos de ellos, les convirtieron en verdaderos talibanes, extremistas e intolerantes. En muchos de ellos, su anticastrismo, su anticomunismo es solo el lamento por sus propiedades robadas, “porque ─ como dijo el gran florentino ─ los hombres olvidan antes la muerte del padre que la pérdida del patrimonio”.

¡Pero, atención! No todos los talibanes anticomunistas proceden del denominado exilio histórico, ni todos los que forman ese exilio son tales talibanes; porque los hay de reciente arribo como emigrantes que nunca levantaron su voz en Cuba para condenar una injusticia, ni para reclamar un derecho; que nunca formaron filas dentro de alguna organización opositora a disidente, y llegados a puerto seguro se transforman en radicales anticastristas, furiosos anticomunistas que ven comunismo en todas partes, en toda opinión que no entiendan debidamente. Estos quizá sean los peores, pues inundan las redes sociales, hacen uso constante de los tuits e invaden Facebook y You Tube, por lo general se declaran, ¡claro está! convencidos republicanos, porque para ellos los demócratas son un hatajo de comunistas. Estos newcomers son favorecedores de la polarización que existe hoy dentro del exilio y de la emigración cubana en Estados Unidos y especialmente en el sur de la Florida. En la polarización no hay centro, los polos siempre están bien distantes del ecuador.

Pero cuando alguien citó en su página de Facebook al trovador chileno Victor Jara, de inmediato la riposta del inquisidor no se hizo esperar: “a Victor lo capturaron y le dieron chicharrón, uno menos, lo mismo que Lorca; ahora todo el mundo dice que son mártires, uno chivato de Allende el otro de la nefasta Republica”; es que a los comunistas hay que matarles sin piedad, sin importar que uno fuera cantor y el otro un poeta que simpatizó con la República española aunque nunca militó en el Partido Comunista de España y quien en sus propias palabras decía que “se sentía a su vez católico, comunista, anarquista, libertario, tradicionalista y monárquico”, que no ocultaba haber tenido amistad con José Antonio Primo de Rivera el padre de Falange Española: “¿Sabes que todos los viernes ceno con él? Solemos salir juntos en un taxi con las cortinillas bajadas, porque ni a él le conviene que le vean conmigo ni a mí me conviene que me vean con él”.

Así se manifiesta el talibán, si por él fuera, toda la obra artística y literaria de autores comunistas debía ser borrada para siempre. ¡Ah, las hogueras! Es algo así como la frase de Albert Leo Schlageter: "Cuando oigo la palabra cultura, echo mano a la pistola". Si el autor es comunista, la obra no es merecedora de respeto. Victor Jara cruelmente asesinado solo porque cantaba canciones “espantosas” como esa de “Las casitas del barrio alto”. Si el autor huele, pareciera como comunista, porque así lo ve un talibán anticomunista, bien merece ser fusilado como lo fue Federico García Lorca, a quien, en realidad, el franquismo no le mató por sus opiniones políticas sino por ser homosexual.

El concepto de democracia del talibán anticomunista se semeja más de lo que se pueda conjeturar al concepto de los mismos comunistas. Los comunistas condenan la obra cuando condenan al que consideran un enemigo de clase o de ideología. De igual modo el talibán cierra los ojos y se tapa los oídos, nunca escuchará los cantos de Atahualpa Yupanqui, ni a Mercedes Sosa cantando con esa su voz melodiosa y dulce, ni aceptará que en las canciones de Silvio Rodríguez hay poesía como en el Unicornio Azul, solo porque es un miserable que le canta a los Castro. ¿Puede borrarse, desconocerse las obras de escritores como Mario Benedetti, Ernesto Sabato, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Rubén Martínez Villena y Nicolás Guillén, solo por sus convicciones comunistas? Imposible ignorar las obras literarias debidas a Máximo Gorki, Bertolt Brecht, Louis Aragón, Miguel Hernández, José Saramago, César Vallejo que militaban como comunistas. No podrán ser llevadas a las hogueras las obras pictóricas debidas a Pablo Picasso, Diego Rivera, Frida Kahlo.


Ha de llegar inexorable y necesariamente el cambio democrático en Cuba; atrás quedarán como un desgarre de la historia los años vividos bajo un sistema de comunismo estalinista. Vendrá el reacondicionamiento social e ideológico y tendremos que adquirir la cultura de la democracia, la capacidad de ver con mente amplia los avatares de la vida social y comprenderemos que nada es solo en blanco y negro, sino que todo está matizado. Entonces florecerán nuevas ideas y quizá aprendamos a no limitarnos viviendo en los extremos.

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