Mario J. Viera
En política como en religiones existe el
fundamentalismo y, muy principalmente, en ese fragmento de la política, que
ocupa la visión del vulgo, de la calle, bien diferente de la alta política e
incluso de la misma politiquería, la política de los seguidores ─ inmensa
mayoría de toda sociedad humana ─, conformada por los prejuicios de cada cual y
los estereotipos que se han ido forjando en la mente junto con las ideologías y
las creencias religiosas que se sustentan; y este conjunto de condiciones,
primordialmente de carácter psicológico, cuando no se conduce por el criterio y
la razón, deviene en fundamentalismo ideológico e incluso en fanatismo; y de
este modo se puede conformar una mentalidad política de talibán.
Existen los talibanes anticomunistas como
existe su contrapartida, la de los talibanes comunistas. Estos último no son de
mi interés y, por tal razón. me centraré en los primeros, pues en cuanto se
supone que estos se encuentren en el marco de la democracia conviene considerar
cuán diferentes son a los del segundo grupo. Existe un factor psicológico o tal
vez sociológico, no sé, que denomino fenómeno
de conversión por contradicción y que determina que en la mente colectiva
de aquellos que sufren una dictadura prolongada y absoluta siempre se asumirá
una posición antitética con respecto a la misma. Por contradicción se rechaza
el tinte político de esa dictadura, si de derecha, se asume una posición de
izquierda; si de izquierda, se asumirá una posición de derecha. En sentido
general, el exilio cubano se identifica con el partido de derechas, el
Republicano, por contradicción con el sistema de los Castro. De este modo, una
gran parte de los exiliados cubanos integrados en la derecha política comienzan
a mirar con sospecha cualquier opinión o posición que difiera de aquello que
para ellos es lo ortodoxo, lo correcto, “lo que debe ser”: la base del
fundamentalismo anticomunista.
¡Pobre de aquel que en opinión de los
fundamentalistas parezca un poco “liberal” o un tanto izquierdoso! Como los
fanáticos comunistas ven a los opuestos, así los fundamentalistas
anticomunistas ven a sus opuestos, aunque estos “opuestos” no sean ni comunistas
ni socialistas. Coinciden con su antítesis en las mismas descalificaciones y
ataques ofensivos, y como los comunistas reclaman, también ellos reclaman, “Si
no te gusta, vete”. Talibanes, se creen como los portadores de la verdad
indiscutible y en realidad, los más fundamentalistas, los más intransigentes de
todo ese que se conoce como “exilio
histórico” ─ no por cierto todos ─ son aquellos que vinculados al régimen
de Fulgencio Batista huyeron de la isla en 1959 o aquellos otros que emigraron
tras las expropiaciones de tierras, de negocios y de industrias, o los que
emigraron por la vía del puerto de Camarioca en 1965, o los que lo hicieron por
los “vuelos de la libertad” entre 1965 y 1973, sin que ninguno o muy pocos de
ellos hubiera confrontado de alguna manera al régimen castrista; sin haber
realizado algún acto de resistencia y solo rememoran ─ como reportara Luisa
Yánez en El Nuevo Herald ─ “sus últimos días en Cuba; de cómo hoscos
soldados venían a sus casas para anunciarles la salida de la familia, al otro
día. De cómo el gobierno inventariaba todas sus pertenencias y no podían sacar
ninguno de sus bienes. De cómo les sellaban la puerta de la casa para que nadie
pudiera entrar”. Esto ciertamente es duro y genera rencor en quienes lo
sufrieron, como también aquellos que fueron llevados a las injustas y
discriminantes Unidades Militares de Ayuda a la Producción, más conocidas por
sus siglas UMAP, guardan el rencor por los maltratos y vejámenes que en ellas
recibieron; sin embargo, estos no son la generalidad que compone al exilio
denominado histórico, como tampoco son mayoría los sobrevivientes del
movimiento guerrillero anticastrista del Escambray, que enfrentaron al
incipiente régimen totalitario con las armas y sufrieron largas condenas de
prisión bajo terribles condiciones de subsistencia....
Hay que verles, a aquellos que solo se
opusieron al castrismo con la fuga, con el autoexilio, agrupándose en torno del
Restaurant Versailles con sus protegidas protestas anticastristas, atacando con
furia inquisitorial a los que no comparten sus puntos de vista o rompiendo con
una aplanadora discos y cd marcados como malditos en su particular Index Librorum Prohibitorum. Magníficos
emigrantes que supieron abrirse paso en Miami, que con su esfuerzo hicieron de
Miami una gran ciudad, que no olvidaron sus tradiciones cubanas, que no
perdieron sus raíces; pero sus frustraciones, a muchos de ellos, les
convirtieron en verdaderos talibanes, extremistas e intolerantes. En muchos de
ellos, su anticastrismo, su anticomunismo es solo el lamento por sus propiedades
robadas, “porque ─ como dijo el gran
florentino ─ los hombres olvidan antes la
muerte del padre que la pérdida del patrimonio”.
¡Pero, atención! No todos los talibanes
anticomunistas proceden del denominado exilio
histórico, ni todos los que forman ese exilio son tales talibanes; porque
los hay de reciente arribo como emigrantes que nunca levantaron su voz en Cuba
para condenar una injusticia, ni para reclamar un derecho; que nunca formaron
filas dentro de alguna organización opositora a disidente, y llegados a puerto
seguro se transforman en radicales anticastristas, furiosos anticomunistas que
ven comunismo en todas partes, en toda opinión que no entiendan debidamente.
Estos quizá sean los peores, pues inundan las redes sociales, hacen uso
constante de los tuits e invaden Facebook y You Tube, por lo general se declaran,
¡claro está! convencidos republicanos, porque para ellos los demócratas son un hatajo
de comunistas. Estos newcomers son
favorecedores de la polarización que existe hoy dentro del exilio y de la
emigración cubana en Estados Unidos y especialmente en el sur de la Florida. En
la polarización no hay centro, los polos siempre están bien distantes del
ecuador.
Pero cuando alguien citó en su página de
Facebook al trovador chileno Victor Jara, de inmediato la riposta del
inquisidor no se hizo esperar: “a Victor
lo capturaron y le dieron chicharrón, uno menos, lo mismo que Lorca; ahora todo
el mundo dice que son mártires, uno chivato de Allende el otro de la nefasta
Republica”; es que a los comunistas hay que matarles sin piedad, sin
importar que uno fuera cantor y el otro un poeta que simpatizó con la República
española aunque nunca militó en el Partido Comunista de España y quien en sus propias
palabras decía que “se sentía a su vez católico, comunista, anarquista,
libertario, tradicionalista y monárquico”, que no ocultaba haber tenido amistad
con José Antonio Primo de Rivera el padre de Falange Española: “¿Sabes que todos los viernes ceno con él?
Solemos salir juntos en un taxi con las cortinillas bajadas, porque ni a él le
conviene que le vean conmigo ni a mí me conviene que me vean con él”.
Así se manifiesta el talibán, si por él
fuera, toda la obra artística y literaria de autores comunistas debía ser
borrada para siempre. ¡Ah, las hogueras! Es algo así como la frase de Albert
Leo Schlageter: "Cuando oigo la
palabra cultura, echo mano a la pistola". Si el autor es comunista, la
obra no es merecedora de respeto. Victor Jara cruelmente asesinado solo porque
cantaba canciones “espantosas” como esa de “Las
casitas del barrio alto”. Si el autor huele, pareciera como comunista,
porque así lo ve un talibán anticomunista, bien merece ser fusilado como lo fue
Federico García Lorca, a quien, en realidad, el franquismo no le mató por sus
opiniones políticas sino por ser homosexual.
El concepto de democracia del talibán
anticomunista se semeja más de lo que se pueda conjeturar al concepto de los
mismos comunistas. Los comunistas condenan la obra cuando condenan al que
consideran un enemigo de clase o de ideología. De igual modo el talibán cierra
los ojos y se tapa los oídos, nunca escuchará los cantos de Atahualpa Yupanqui,
ni a Mercedes Sosa cantando con esa su voz melodiosa y dulce, ni aceptará que
en las canciones de Silvio Rodríguez hay poesía como en el Unicornio Azul, solo
porque es un miserable que le canta a los Castro. ¿Puede borrarse, desconocerse
las obras de escritores como Mario Benedetti, Ernesto Sabato, Pablo Neruda, Gabriel
García Márquez, Rubén Martínez Villena y Nicolás Guillén, solo por sus
convicciones comunistas? Imposible ignorar las obras literarias debidas a Máximo
Gorki, Bertolt Brecht, Louis Aragón, Miguel Hernández, José Saramago, César
Vallejo que militaban como comunistas. No podrán ser llevadas a las hogueras
las obras pictóricas debidas a Pablo Picasso, Diego Rivera, Frida Kahlo.
Ha de llegar inexorable y necesariamente
el cambio democrático en Cuba; atrás quedarán como un desgarre de la historia los
años vividos bajo un sistema de comunismo estalinista. Vendrá el
reacondicionamiento social e ideológico y tendremos que adquirir la cultura de
la democracia, la capacidad de ver con mente amplia los avatares de la vida
social y comprenderemos que nada es solo en blanco y negro, sino que todo está
matizado. Entonces florecerán nuevas ideas y quizá aprendamos a no limitarnos
viviendo en los extremos.
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