Mario
J. Viera
A
poco de llegar al exilio, alguien me preguntó cómo denominaría gráficamente el
tipo de periodismo que ejercíamos en Cuba los periodistas independientes. Respondí de este modo: “Un periodismo a pie y
agua con azúcar”. A pie, porque
carecíamos de los mas elementales recursos para cumplir con la tarea de buscar
la noticia. No contábamos con fuentes
oficiales y nos movíamos en la ilegalización. Escribíamos nuestros reportes,
crónicas y artículos en un pedazo cualquiera de papel, a lápiz y con unas
asombrosas máquinas de escribir que por sus años podían considerarse como
verdaderas piezas de museo. El internet y los celulares un sueño inalcanzable;
el acceso a documentación oficial, impensable.
Con
el estómago vacío perseguíamos el hecho noticioso; a veces con los bolsillos
más vacíos que los estómagos y, para resistir el cansancio, el calor sofocante
y mitigar el hambre nos “entonábamos” con un vaso de agua con dos cucharadas de
azúcar prieta. Como dije en una crónica, el periodismo independiente era un
rudo oficio al que nos habíamos abrazado.
Duro, por las dificultades para ejercerlo; duro, por el acoso de la
policía política; difícil porque ceñirse al principio de la objetividad que
exige el buen oficio no siempre es posible en época de confrontación
ideológica.
No
pocas veces nos temblaban las piernas cuando se trataba de cubrir un hecho que
el “periodismo” oficial silenciaba, como el acoso o la celebración de un juicio
a un opositor al régimen castrista. Al menos a mí, en muchas ocasiones me
temblaron las piernas y me sudaron las manos.
Pero nos tragábamos el miedo y reportábamos la noticia. Corríamos al teléfono que algún valiente nos
facilitaba y nos comunicábamos con el exterior. Muchas veces se hacía bien
difícil lograr la conexión telefónica. Con todo, y no obstante, el periodismo
independiente ha salvado la dignidad del periodismo cubano.
Hemos
sido testigos y cronistas de la historia reciente de Cuba, y al mismo tiempo
nos hemos ganado un puesto en la historia del periodismo cubano.
Bien
difícil es ser periodista independiente bajo una tiranía totalitaria. El
periodista independiente tiene que sufrir la presión de las fuerzas represivas,
el ataque despiadado de la poderosa organización del periodismo gubernamental,
la Unión de Periodista de Cuba (UPEC), la difamación, el ataque a su dignidad
desde el nivel más alto del gobierno y de una fauna internacional de
intelectuales de esnobismo de izquierda o de filiación comunista; desde los
burguesitos del comunismo hasta la respetable institución católica de Cáritas
Panamá, y la posibilidad siempre presente de la cárcel. Nos califican de
mercenarios, de agentes de una potencia extranjera y gozan y saltan de satisfacción
cuando nos encierran en las tenebrosas y criminales prisiones del castrato.
La
grandeza del periodismo independiente de Cuba se mide por el poder de sus
detractores. Los ataques contra el libre ejercicio de la opinión es un reflejo
del temor de la tiranía, su desesperación de no poder doblegar un pequeño
sector de la sociedad que no acepta la unanimidad de un sistema nivelador. El usurpador del gobierno de Cuba trata de
descalificar al movimiento del periodismo independiente presentándolo como un
grupo insignificante de personas sin acatamiento popular que recibe paga del
exterior. Pero el periodismo independiente de Cuba, resultante de la oposición
pacífica, es la representación de la dignidad del periodismo histórico cubano.
El
periodismo independiente nació junto con las primeras organizaciones disidentes
y opositoras; cuando un activista de los derechos humanos transmitió a Radio
Martí una denuncia de violación de derechos humanos. Aquella habría sido la
primera crónica noticiando un hecho que la prensa oficial jamás hubiera dado a
conocer, y cuando por iniciativa de Ricardo Bofill se transmitiera una mesa
redonda de denuncia sobre las violaciones de los derechos humanos donde
participaron, además de Boffil, el ex periodista de Juventud Rebelde. Rolando
Cartaya, actuando como moderador y los activistas Reinaldo Bragado, Rafael
Saumel, Edmigio López, Raúl Montesinos y Tania Díaz Castro y se lograra
transmitir por Radio Martí.
Cronológicamente
el primer intento de hacer periodismo sin censura surgió con Yndamiro Restano y
Huber Gerés y su Asociación de Periodismo Independiente de Cuba (APIC). En
1991, año que pudiera considerarse como uno de los más difíciles que tuvo que
enfrentar el movimiento disidente, ya los activistas transmitían verdaderos
artículos de opinión junto con las crónicas de violaciones de derechos humanos
y ya había quienes pensaban en la necesidad de crear un buró de prensa que
informara de las actividades oposicionistas. En ese año además del Comité
Cubano de Derechos Humanos, del Partido Pro Derechos Humanos de Cuba y de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación
Nacional habían surgido varias pequeñas organizaciones como los Amigos
de la Perestroika, el Comité de Unidad Nacional, Acción Alternativa y
otros. Fue en ese año de la caída del
Muro de Berlin cuando entró en escena un controversial disidente promoviendo
una campaña de recogida de firmas al amparo de la Constitución de 1976 para
solicitar la realización de un referendo; su nombre Oswaldo Payá.
Si
por periodismo se entiende la recogida de noticias y su divulgación por algún
medio de prensa escrita, radial o televisiva; entonces, hay que decir que ya en
esa época existía el periodismo independiente.
Recuerdo que un oficial de la Seguridad del Estado me recriminaba porque
transmitíamos a los Estados Unidos nuestras crónicas y artículos de opinión, no
recuerdo su nombre, le contesté que podríamos suspender nuestras transmisiones
si nos daban una pequeña columna en cualquier periódico oficial; que no tenía
que ser el Granma sino uno cualquier como Trabajadores o Tribuna de La Habana,
en la más oculta de las páginas; pero permitiendo que expresáramos nuestra
libre opinión. Recuerdo que le dije: “Le garantizo, Mayor, que será la columna más
leída...” De más está decir que el
oficial rebuznó una mala palabra y se marchó dejándome a medio decir.
Fue
1994 cuando el periodismo independiente se configuró a sí mismo y se fundaron
las primeras agencias. Cuba Verdad
aparece en 1998. Lázaro González era el
presidente del Partido Pro Derechos Humanos de la Fundación Andréi Sajárov
acababa de salir de prisión donde había cumplido una condena por los
acontecimientos de Concilio Cubano. Yo,
en 1996 había sido puesto en libertad luego de cumplir prisión en la Cárcel
Provincial Canaleta de Ciego de Avila.
Ambos simpatizábamos con las tesis que Václav Havel había expuesto en su
libro El Poder de los sin poder. Havel
nos enseñaba que el sistema comunista se basaba en la mentira y que decidirse a
vivir en la verdad era el medio adecuado para desenmascararlo y derrotarlo.
Aprendimos que bajo el comunismo el pueblo era víctima y sostén al mismo tiempo
del régimen que le oprimía.
El
medio para vivir en la verdad lo vimos en el ejercicio del periodismo. El periodismo libre, sin auto censura y sin
acatamiento a la censura oficial era para nosotros como el perro guardian de la
ciudadanía y sus derechos. Un día hice oficial la creación de la Agencia Cuba
Verdad; pero éramos solo Lázaro y yo.
Luego incorporamos a una opositora que tenía cierta facilidad para
escribir y suficiente valentía para “enfrentar al monstruo”, Amarilys
Cortina. Los tres hicimos contacto con
Cuba Net y comenzó nuestra vida de periodistas.
Comprendíamos
que teníamos que aprender el oficio.
Raúl Rivero nos dio valiosos consejos y buscamos materiales de estudio
de periodismo en la Sección de Intereses de los Estados Unidos y en la Embajada
de España. Los periódicos oficiales nos
sirvieron para comparar lo que aprendíamos con lo que se ejercitaba como
periodismo oficialmente. Nos convertimos
en ratones de biblioteca, leyendo libros y textos sobre periodismo.
Frecuentábamos la Biblioteca Nacional y la Biblioteca Pública de la Sociedad
Económica de Amigos del País, tomábamos abundantes notas y luego, en el
apartamento de Amarilys hacíamos nuestros “círculos de estudio”. Así aprendimos a elaborar una pirámide
invertida, a conocer todas las facetas de una noticia, a distinguir una
crónica, un artículo de opinión y un editorial y, por supuesto a estudiar
redacción. En este aspecto nuestro texto oficial fue el Curso de Redacción de
Gonzalo Martín Vivaldi.
Algún
tiempo después se nos unieron Juan José López, un joven abogado que actuaría
como nuestro “asesor jurídico” y Juan A. Fornaris que tenía experiencia
periodística por haber trabajado como tal en la emisora Radio Progreso; a él le
dimos el “cargo” de Jefe de Redacción.
Nos
decidimos por hacer un periodismo sin compromisos, ni con la tiranía ni con la
oposición y de promoción del debate.
De
todo ese tiempo que ejercimos como periodistas independientes acumulamos mucha
experiencia y llenamos muchas páginas. Muchas
de las crónicas que escribimos se han perdido; unas porque nunca llegaron a
publicarse, aunque si transmitidas desde Cuba; otras porque fueron escritas
para emisoras radiales, Radio Martí, la Voz de la Fundación, etc.; otras porque
se publicaron en páginas web que ya han desaparecido. Pero todo lo que hicimos
ha quedado en nuestra memoria y constituido una de las páginas más interesantes
de nuestras vidas.
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