Hernán
Pérez Loose. EL UNIVERSO
Aunque la criminología moderna no ha
validado aquello de que los delincuentes regresan a la escena de sus crímenes,
lo cierto es que sí se ha podido observar que existe ese patrón de conducta en
varios tipos de delincuentes. Por ejemplo, los pirómanos ─ por la incidencia
sexual de su delito – son los que más acostumbran a hacerlo. Los asaltantes de
casas tienden a regresar para volver a robar en ellas. En muchos de estos casos
esta conducta se debe a su narcisismo: sienten un afán de demostrar que son muy
inteligentes y que pueden regresar sin ser atrapados. Otros encuentran placer
en ver el daño que causaron. Hay otros que quieren asegurarse de que la Policía
no tenga pistas de ellos. Y hay delincuentes que regresan para demostrarles a
los testigos lo poderosos que ellos son, y así amedrentarlos.
El regreso del jefe de la mafia, el capo di tutti capi – en avión de
millonario y medio escondido –, parecería encajar en el mencionado patrón
conductual. Su regreso al lugar donde provocó tanto daño parecería tener varios
propósitos similares a los antes anotados. Uno, sería amedrentar al tribunal
que está juzgando a su hombre de confianza, al que organizó una red de
corrupción gigantesca desde su despacho, usando todos los mecanismos jurídicos
y resortes del poder, órganos de control, jueces, cortes, decretos, etcétera.
(Algo insólito en nuestra historia). Otro, sería darles un espaldarazo a sus
entrañables jueces constitucionales que tan fielmente le sirvieron a él por
años. Como se sabe, en estos días estos señores deberán emitir su dictamen a la
consulta del presidente Moreno y no sería de extrañarse que la distorsionen.
Una de las preguntas que más incomoda a la mafia es la relacionada con el
Consejo de Participación, pues de aprobársela, el andamiaje de impunidad que
montó el pasado régimen podría desaparecer.
El padrino regresa, por lo demás, sabiendo
que es intocable. Que ese andamiaje de impunidad que él dejó instalado todavía
funciona. Si viviéramos en otro país, si tuviésemos jueces independientes y
autoridades probas, él habría sido llamado a declarar como testigo en todos los
casos de corrupción que se están investigando y juzgando, y a la presente bien
podría estar encausado, tal como ha sucedido con otros expresidentes de la
región por el caso Odebrecht. Recuérdese que el exvicepresidente está siendo
juzgado por conformar una asociación para la comisión de delitos. (Delitos que
se supone serán investigados y juzgados más adelante…), y su oficina, que era
donde se fraguaba esa red de corrupción, quedaba a pocos metros del despacho
del expresidente. Resulta inaudito, por ello, que ningún juez o fiscal no vea
la necesidad de vincularlo judicialmente e investigar su papel en esa red de
corrupción; de conocer, por ejemplo, sus correos electrónicos, que son documentos
públicos; y de allí abrir sendas pesquisas que fácilmente podrían arrojar
importantes resultados.
Pero nada de eso ocurre. Con razón es que
el padrino se jacta de que no se le ha podido probar nada. (O)
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