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lunes, 16 de octubre de 2017

EL PALO QUE CAMBIÓ LA HISTORIA

Pablo Socorro


Si a Colón no se le hubiera roto el palo mayor de la Pinta tres dias después de salir de Palos de la Frontera rumbo a las "indias" (las que el Almirante sospechaba tenían muy buena pinta), tal vez la historia de América sería diferente. A la altura de las Islas Canarias los vientos del este soplaron tan fuerte que el mástil de la nave capitaneada por Martín Alonso Pinzón se quebró como un pirulí congelado y Colón estuvo un mes varado en puerto para su reparación.

Muchos consideran tal inconveniente como un golpe de suerte. De no haberse producido tal retraso en los planes del Almirante de la Mar Océana, sus tres naves habrían incursionado en el Caribe en pleno apogeo de la temporada de huracanes, y tal vez habrían desaparecido para siempre, retrasando quien sabe cuántos años la llegada de los europeos a nuestro continente. Dicen los que saben que cuando aquello los ciclones vacacionaban más temprano en el Caribe. Pero desde que Trump nos sacó del Tratado de París ahora los huracanes remolonean en octubre. Como buscando otra crisis.

Por fin, el 6 de septiembre Colón pudo zarpar desde La Gomera en una travesía de 70 dias sobre un mar bastante tranquilo. Cuando la tripulación ya comenzaba a desesperar, y a apestar, Rodrigo de Triana gritó "¡Tierra a la vista!" y el mundo conocido cambió para siempre. El 12 de octubre de 1492 la tierra dejó de ser plana para convertirse en una esfera (dicen que más bien tiene forma de patata mirada desde el espacio). Pues hoy la Patata, estremecida por guerras, explosiones nucleares, terremotos y ciclones, también es amenazada por un grupo de pijoprogres que ahora quieren cambiar la historia. Intentan ningunear al Almirante, a Rodrigo de Triana, a la Niña, la Pinta y la Santa María, y a los hermanos Pinzones. Andan diciendo ─ malevolentes que son los pijoprogre ─ que el síndrome del colon irritable nació del tremendo berrinche que se montó el Almirante al descubrir que no había llegado a las Indias. O que los vikingos Eriksson y Verizon fueron los primeros en descubrir a América.

Todo lo tienen bien calculado esos pijoprogres para echarnos en el saco de un igualitarismo acomplejado. Nos venden la imagen del Gran Almirante de la Mar Océana poniendo un pie en tierra y diciéndoles a los inditos (que no era tales):

- ¡Hola! Soy Cristóbal Colón y vengo a colonizaros

Y que el Cacique Hatuey le respondiera:

- Menos mal que no te llamas Sodom

La hazaña de Colón comenzó a desmoronarse bajo los mandarriazos de una izquierda urgida de acabar con la historia conocida para escribir la suya propia, a conveniencia y medida. Todo comenzó cuando se desmerengó el campo socialista y el Difuntito en Jefe convenció al corrupto Lula Da Silva para crear el Foro de Sao Paulo en 1990, una especie de entente marxista que agrupó inicialmente a toda la izquierda desperdigada por el mundo tras la caída del Muro de Berlín.

Dos años después se produjo un movimiento curioso. Mientras España se empeñaba en consolidar las Cumbres Iberoamericanas -foro que en tantos años solo ha tenido un gran hito histórico: el "¿por qué no te callas?" del Rey a Chávez-, esa izquierda remasterizada empezó su tarea de deconstruir la Historia de América Latina, empezando por replantear el significado del 12 de octubre de 1492.

La Historia no es solo una sucesión de hechos casuales, sino más bien una cadena de hechos causales. Según los sociólogos Nicolás Márquez y Agustín Laje en su obra "El Libro Negro de la Nueva Izquierda: ideología de género o subversión cultural", varios acontecimientos, en apariencia inconexos, sirvieron para sentar el nuevo soporte discursivo a una izquierda huérfana de la Madrecita Rusia, pero con el padre putativo sentado en su islita cubana manejando los hilos tras bambalinas.

Se inventaron nuevas banderas, se oxigenaron viejas consignas, y en silencio la izquierda reciclada reemplazó las balas y los bolos (como le decíamos a los rusos) por los votos y las urnas. Los obreros y campesinos de Marx y Lenin fueron desplazados para acoger a un Hombre Nuevo forjado con las dosis precisas de incontinencia, marginalidad, anarquismo, delincuencia, corrupción y tontería útil.

Dos años después del Foro de Sao Paulo, y coincidiendo con el 500 aniversario de la llegada de los españoles al Nuevo Mundo, 458 ONGs fueron creadas de repente para vender la nueva versión precolombina del Descubrimiento.

El 12 de octubre 1992 se llevó a cabo en Bolivia la primera gran marcha indigenista, donde se crucificó ante la Historia la gesta del Almirante. La marcha fue encabezada por un desconocido dirigente cocalero llamado Evo Morales, un poco falto de seso, pero ladino como indio de encomienda. Paralelo a esto, otro ignorado coronelito nombrado Hugo Chávez daba dos cruentos golpes de estado en Venezuela que, aunque no fructificaron, siete años después le sirvieron para vestirse de dictador de su país. También en 1992, en Rio de Janeiro, y bajo el amparo del marxista Lula, otras 1500 ONGs de todo el mundo proclamaron el "ecologismo popular" y comenzaron a reclamarle a los países industrializados la "deuda ecológica" por la explotación de los recursos naturales de las naciones menos desarrolladas. Nicaragua, a lo gran potencia, fue uno de los tres países que no firmaron el Tratado de Paris sobre el cambio climático. Daniel Ortega reclamó una indemnización monetaria a los países ricos por haber "gastado el medio ambiente", como si esto fuera una pastilla de jabón o un tarro de mermelada.

Pero ya tenía la nueva izquierda nuevas banderas que empuñar, más atractivas que los apolillados estandartes de Lenin y Marx.

El 12 de octubre pasó de ser el Dia del Descubrimiento o la llegada de los europeos al Nuevo Mundo, al Dia de la Raza; y cuando no convino porque hubo cierta raza que se creyó con más derecho que otra -¡igualados! les dijeron-, se inventaron lo del Encuentro entre las Dos Culturas, hasta que Hugo Chávez radicalizó la parada con lo del Dia de la Resistencia Indígena y de buenas a primeras todos los latinoamericanos pasamos a ser indios vengativos a la caza del primer español que nos cayera a mano para cobrarnos el genocidio que hicieron con nuestros queridos parientes, Siboney, Atabey, Hatuey y sus hermanos Cristal y Mayabe, Caonao, Anacahona, Atahualpa Yupanqui -famoso engrasador precolombino de ejes de carretas-, Tupac Amaru, el Indio Naborí, Manco Capac y su hermano Cojo Incapac, Nube Blanca, Toro Sentado, Rabo de Nube y Silvio Rodríguez.

Nadie niega que los españoles se tomaron muy a pecho el papel evangelizador y a fuerza de espada y cruz casi acaban con los habitantes del mundo descubierto, pero también, si se hubieran demorados unos años más en pisar tierras americanas la habrían encontrado desierta por el baño de sangre que se tenían entre manos los caciques de los aztecas, mayas e incas. En Cuba, Dominicana y el resto de las islitas tampoco habrían encontrado habitantes, debido a la antropofagia de los indios Caribes que venían de Venezuela a buscar la carne de la semana allende los mares. Como quien va a la carnicería en busca de un buen corte. "¡Tráeme riñonada de la buena!", le decía la mujer, y allá se iba el Caribe con su jabita al brazo.

Hoy, en aras de una tardía reivindicación histórica, se quitan estatuas del Almirante, cambian nombres a plazas y avenidas y ponen en la lista negra a los que se niegan a seguirles. Y hasta algunos de esos pijoprogres se preguntan por qué Colón comió tanta mierda con la brújula, el astrolabio y el cuadrante, si con poner la dirección de La Española en google maps iba al seguro. La coca reblandece el cerebro.

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