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martes, 17 de octubre de 2017

La Diada de los independentistas nada tiene de republicanismo ni de cesionista

Mario J. Viera



Hay que ver como los acontecimientos históricos se transforman en hechos de especial relevancia para impulsar un proyecto político en situaciones de tiempo y condiciones diferentes. Así ocurre con la Diada de los independentistas catalanes tan animados a favor del republicanismo. Una fiesta nacional de supuesta gloria colectiva de los catalanes y de sus guías románticos tan dispuestos a favor de la voluntad del pueblo de liberarse de los opresores. La fiesta nacional de Cataluña la diada del onze de setembre no es más que la glorificación de la capitulación de Barcelona ante las fuerzas de Felipe de Borbón que ponía fin al conflicto de la sucesión a la corona hispánica entre los pretendientes al trono Felipe de Borbón y el archiduque Carlos de Austria para presentarle como un día representativo de la rebeldía catalana.

¿Rebeldía popular catalana? ¡Válgame Dios! Se trataba simplemente de una guerra entre aristócratas por imponerse en el trono y sin representación popular y tal como lo ha expuesto el historiador hispanista británico John Lynch la “rebelión catalana de 1705 no fue espontánea ni popular en su origen, sino que expresaba los objetivos políticos de la clase dirigente”. Y ejemplifica diciendo: “Barcelona albergaba una élite urbana cohesionada, producto de la mezcla de la oligarquía de Barcelona con la aristocracia tradicional y consolidada gracias al renacimiento de la economía catalana a partir del decenio de 1680”, nada con lo que organizaciones catalanas como Candidatura d'Unitat Popular (CPU), Iniciativa per Catalunya Verds, Esquerra Unida i Alternativa (EUiA) o Procés Constituent a Catalunya, todas tan antisistema, todas tan republicanas, todas tan de tendencia procomunista, pudieran sentirse muy cómodas. Y remata el historiador citado: “Para la élite catalana, la Guerra de Sucesión era la oportunidad de explotar la posición de Cataluña y de vender su alianza al mejor postor”.  En definitiva la diada no conmemora la derrota de una rebeldía popular en lucha contra un poder opresor o contra una metrópolis extranjera dominadora, sino la derrota de un sector de la aristocracia y de la oligarquía catalana que se definían a favor de las ambiciones de un príncipe austríaco que ni siquiera sabía expresarse ni en castellano ni en catalán. El pueblo, en aquella “rebeldía catalana” solo participaría como carne de cañón en una guerra que en nada le beneficiaría.

Nada comparable, el bochorno de 1714, con la grandeza del 2 de mayo madrileño, verdadera rebelión popular contra un ejército extranjero ocupante, ni en nada semejante a la resistencia de la ciudad aragonesa de Zaragoza frente a los franceses durante los sitios de 1808 y 1809 y hay que decir propiamente resistencia de Zaragoza porque los civiles, la gente del pueblo se armó para hacerle resistencia a las tropas galas como las mujeres de la plaza del Portillos que con piedras, palos y cuchillos se enfrentaron  a los infantes de la tropa del general Lefèvbre. En la Barcelona de la batalla de 1714 no hubo héroes como en Zaragoza; allí no había ninguno como la heroína Agustina de Aragón, solo el pálido conseller en cap Rafael Casanova herido precisamente aquel 11 de septiembre de 1714.

Pero es que los pueblos necesitan de los héroes para alimentar su propia identidad. Héroes que les sirvan de inspiración, sin importar que sean imaginarios o que se les dote de elevados dones y hazañas atribuidas, para colocarles por encima de lo cotidiano y alimentar la mitología popular. Así la imaginería catalanista convirtió a un simple partidario y defensor de la monarquía de Austria en algo así como el ícono de todas sus aspiraciones independentistas y republicanas. Y se le hizo estatua y se le dedicó una tarja en el sitio donde el conseller fue herido, que reza: “Aquí cayó herido el Conseller en Cap Don Rafael Casanova defendiendo las Libertades de Cataluña. 11 de septiembre de 1714”. Así cuando se proclama la Segunda República española de incrementaron los actos de homenaje a su memoria; homenaje republicano a un aristócrata partidario de un monarca austríaco.

¡Pero, hombre, si hasta un descendiente actual del Conseller Cap, Luis María Gonzaga de Casanova-Cárdenas, tiene una muy diferente opinión que la de los catalanistas, vamos, que no de los catalanes! Y dice este, que es duque de Santangelo, en entrevista al diario ABC: “Rafael de Casanova, cuando llegó el momento en que tenía perdida la batalla, no transformó Barcelona en Numancia. No fue una tragedia, fue una derrota. Se negoció una paz, el rey le perdonó después y no pasó nada. Murió en familia...” Pero se había opuesto a la rendición de la ciudad, aunque los cerca de 16 mil defensores de la ciudad, muchos de ellos civiles, comprendían que no podrían hacerle frente a un ejército borbón de 35 mil infantes y 5 mil jinetes y obstaban por la rendición. Por su parte, el historiador Henry Kamen, en su libro “España y Cataluña: historia de una pasión” ─ citado por ABC ─ sentenció: “La decisión suicida e innecesaria de no rendirse fue de Casanova”, y se aclara que, el “día del asalto final, Casanova estaba durmiendo y tras ser avisado se presentó en la muralla con el estandarte de Santa Eulalia para dar ánimos a los defensores” y publicó un bando para los defensores de Barcelona en donde pedía “salvar la libertad del Principado y de toda España; evitar la esclavitud que espera a los catalanes y al resto de los españoles bajo el dominio francés; derramar la sangre gloriosamente por el rey, por su honor, por la Patria y por la libertad de toda España". Casanova era contrario al rey Felipe de la casa francesa de Borbón y partidario del archiduque de Austria que consideraba mejor para Barcelona y para la España entera.


Pero Casanova no muere en el combate solo recibe una herida de poca gravedad en el muslo y, de acuerdo con ABC: “Disfrazado de monje, Rafael Casanova huyó de la ciudad y se escondió en la finca de su hijo en San Boi de Llobregat. En el año 1719, fue amnistiado y volvió a ejercer como abogado hasta retirarse en 1737. Murió en Sant Boi de Llobregat, treinta y dos años después de la rendición de Barcelona”.  

1 comentario:

  1. y tan cierto.. el festejo de una derrota.. magnifico articulo.. JC Socorro

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