Ramón Escovar León. El Nacional
“Las únicas metáforas buenas son los
lugares comunes. Porque los lugares comunes corresponden a verdaderas
afinidades entre las cosas”, enseñaba el gran Jorge Luis Borges. Hay un lugar
común que describe lo ocurrido el pasado 15 de octubre: “Las dictaduras no
pierden elecciones”; así fue difundido en las redes sociales después de
anunciados los resultados oficiales. La ex presidente de Costa Rica Laura
Chinchilla fue la primera en recordar esta frase.
Paradójicamente, los resultados anunciados
por el Consejo Nacional Electoral debilitan al gobierno del presidente Nicolás
Maduro.
En efecto, la comunidad internacional está
hoy más convencida del verdadero rostro castrista del régimen venezolano. Es
por esta razón que el Grupo de Lima pide “una auditoría independiente de todo
el proceso electoral”. La ministra de Asuntos Exteriores de Canadá, Chrsytia
Freeland, afirma que las elecciones del 15 de octubre estuvieron
“caracterizadas por numerosas irregularidades que producen preocupaciones
significantes y creíbles sobre la validez de los resultados”. Thomas Shannon,
subsecretario de Estado para Asuntos Políticos de Estados Unidos, también
manifiesta preocupación por la manera como se desarrolló el proceso; y el
presidente estadounidense, Donald Trump, se refirió el martes pasado a “la
opresión socialista” que sufre Venezuela.
A lo anterior se suma la afirmación del
presidente colombiano, Juan Manuel Santos, en un tweet del 17 de octubre: “Ante
no reconocimiento de resultados electorales en Venezuela es: elecciones
generales, veedores extranjeros y CNE independiente”. De esta manera, el
descrédito internacional del gobierno marxista se ha repotenciado, debido a los
innumerables vicios que, a los ojos del mundo, vivimos los venezolanos en el
proceso de elección de gobernadores.
La negativa a cambiar a todos los
candidatos opositores en las boletas de votación para ajustarse a los
resultados de las elecciones primarias; la reubicación estratégica de los
electores “por razones de seguridad”; las fallas de las máquinas; la
sustitución de la empresa Smartmatic por otra (que debe ser bien identificada),
sin que se aclarara la denuncia de aquella sobre la inflación de votos en la
“elección” para la constituyente; el paseo de los colectivos “de la paz” para
intimidar a los votantes; el ventajismo de los candidatos del Partido
Socialista Unido de Venezuela; el uso abusivo e inconstitucional del carnet de
la patria y de las bolsas de los comités locales de abastecimiento y
producción, CLAP, son algunos de los vicios que demuestran este sofisticado
método para “ganar” elecciones: te doy comida si me das el voto. Se trata de
una modalidad de fraude en varias fases.
La Mesa de la Unidad Democrática tiene
ante sí el reto de mejorar su capacidad de respuesta ante situaciones como la
ocurrida. El tiempo para responder a jugadas políticas del contrincante es
lento y hasta contradictorio por la variedad de voceros. Esto, junto con las
divisiones internas, debilita aún más las posibilidades de diseñar una
estrategia política que permita derrotar al régimen.
El esfuerzo, como lo recomienda el
presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, debe centrarse en el cambio del
Consejo Nacional Electoral por uno integrado por rectores imparciales y
confiables. De lo contrario el “socialismo del siglo XXI” seguirá “ganando”
elecciones.
Es difícil entender cómo un gobierno que
ha llevado a Venezuela a la miseria y la ha convertido en un montón de
escombros pueda “ganar” 18 gobernaciones de 23 (la del estado Bolívar acaba de
ser adjudicada, bajo protesta, al oficialismo). La explicación está en la frase
atribuida a José Stalin: “No importa cómo se vota ni quién vota, ni
dónde ni a quién. Lo importante es quién cuenta los votos”.
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