Fragmentos
del Cap. XX del libro no
publicado, Amigos, Aliados y Enemigos, Un
análisis crítico de la era del castrismo.
Mario J. Viera
A
las 7:00 PM del día 22 de octubre, Kennedy, desde la oficina oval de la Casa
Blanca, libraría un mensaje dirigido a la nación y al mundo. Públicamente se
daban a conocer los pormenores de la presencia de armas nucleares soviéticas
emplazadas en Cuba y el peligro que las mismas representaban para Estados
Unidos y para el Hemisferio. Todo el mundo estaría al tanto de las medidas que
se habían decidido para enfrentar el peligro potencial que aquel armamento de
misiles de alcance medio e intermedio emplazados en Cuba representaba.
Las
cámaras de la televisión y los micrófonos de la radio y de los corresponsales
de prensa, recogieron el discurso presidencial, un discurso cuyo borrador había
sido rigurosamente estudiado por los asesores de Kennedy y por los miembros del
ExComm.
Con
rostro serio, el presidente enfrentó las cámaras y comenzó a darle lectura a su
discurso: “Buenas noche, compatriotas”
─ comenzó a leer en tono grave pero tranquilo ─ “Este gobierno, como prometió, ha mantenido la más cercana vigilancia
del fortalecimiento militar soviético en la isla de Cuba. Durante la semana
pasada, una evidencia inconfundible ha establecido el hecho de que una serie de
sitios de misiles ofensivos está ahora en preparación en la isla encarcelada.
El propósito de estas bases no puede ser otro que proporcionar una capacidad de
golpe nuclear contra el hemisferio occidental (...) habiendo ahora confirmado y completado nuestra evaluación de las
pruebas y nuestra decisión sobre un curso de acción, este gobierno se siente
obligado a informarles esta nueva crisis con el máximo detalle”.
Pero,
mientras Kennedy pronunciaba estas palabras, en Cuba, ya desde las 3:50 PM,
tras conocerse que el presidente de Estados Unidos haría ese día su
presentación ante la prensa, las fuerzas armadas de Cuba habían sido puestas en
“Situación de Alerta” y finalmente, a las 5:35 PM, Castro emitiría la orden de Alarma
de Combate para todo el país. El Periódico Revolución colocó en primera plana y
con gran realce dos titulares, “Alarma de combate” y “La Nación en pie de
guerra” y, como nos trae a la memoria Adolfo Gilly,[1]
en todas las calles habaneras apareció el mismo cartel, uno, en rojos
caracteres llamando “¡A las Armas!” ilustrado con la imagen de un miliciano
enarbolando una metralleta. Los habaneros, sin mucha alarma contemplaban, a lo
largo de todo el litoral capitalino, como se emplazaban sitios de las
ametralladoras antiaéreas, conocidas como cuatro bocas, con sus cañones
apuntando hacia el norte. Los batallones de las milicias eran puestos en pie de
alerta y por todo el país había movilizaciones militares. Un bunker subterráneo
en las proximidades de La Habana que, de acuerdo con el ya citado Teniente
coronel (r) Rubén E. Jiménez, “contaba con todos los medios necesarios para
garantizar la seguridad de la dirección”, se condicionaba para alojar al Estado
Mayor de las fuerzas soviéticas y cubanas para la coordinación de operaciones.
En
su discurso, tal como se había acordado previamente, Kennedy no haría mención
al número de misiles instalados en Cuba ni los sitios de sus emplazamientos,
solo mencionaría que las características de los nuevos sitios de emplazamiento
indicaban dos tipos de instalaciones: “Algunas
de estas incluyen misiles balísticos de mediano alcance, capaces de transportar
ojivas atómicas a una distancia de más de 1 000 millas náuticas. Cada uno de
estos misiles, en definitiva, ─ recalcó ─ es capaz de golpear a Washington, D. C., el Canal de Panamá, Cabo
Cañaveral, la ciudad de México, o cualquier otra ciudad en el sureste de
Estados Unidos, en América Central, o en el área de Caribe”. Luego se
refirió a los emplazamientos los cuales posiblemente estaban diseñados para
alojar misiles de alcance intermedio, más peligrosos por su capacidad de
golpear a la mayor parte de las grandes ciudades del hemisferio “tan al norte como la Bahía de Hudson en
Canadá y tan al sur como Lima en Perú”, peligro que se hacía más notorio
con la presencia de bombarderos ultrasónicos capaces de portar armas atómicas
que se estaban desembalando en Cuba y preparándose sus necesarias bases aéreas.
El
mundo quedaba enterado, el secreto de los emplazamientos de armas atómicas en
Cuba dejaba de ser un secreto para todos, salvo para el ciudadano común y
corriente de Cuba. La presencia de estas armas de largo alcance, claramente
armas de destrucción masiva, declaró Kennedy constituían “una amenaza explícita para la paz y la seguridad de toda América, en
flagrante y deliberado desafío del Pacto
de Río de Janeiro de 1947, las tradiciones de esta nación y de este
hemisferio, la resolución conjunta del
87 Congreso, la Carta de las
Naciones Unidas y mis propias
advertencias hechas en público y dirigidas a los soviéticos el 4 y el 12 de
septiembre”.
En
su presentación ante la televisión cubana al siguiente día, Castro ripostaría a
esta expresiones de Kennedy, diciendo “...las
razones que invoca, todas son razones absolutamente infundadas, habla que los
armamentos recibidos por Cuba constituyen una amenaza a la paz y a la seguridad
de toda la América, de flagrante y
deliberado reto al Pacto de Río de Janeiro de 1947; pacto que podrá tener
validez para los que siguen en el rebaño del imperialismo, pero no para
nosotros (...) la Resolución
Conjunta del 87 Congreso. A nosotros qué
nos importan la Resoluciones, lo mismo la 87, que la 7, que la quinientos
ochenta y siete del Congreso Norteamericano (...) y por fin dice ‘mis propias advertencias públicas a los soviets del 4 y
13 de septiembre’, y a nosotros qué nos importan las advertencias del señor
Kennedy; eso le puede importar a él y a su gente, pero a nosotros no nos
importan absolutamente nada”.
En
una reunión del Consejo Nacional de Seguridad celebrada el 21 de octubre para
revisar el borrador del discurso que debía pronunciar el presidente, Robert S.
McNamara fue partidario que en el discurso se debía responsabilizar a la URSS
por el despliegue del armamento atómico en Cuba ya que resultaba “importante
poner énfasis en el aspecto extra hemisférico” de ese despliegue con el
objetivo de aumentar el apoyo a las acciones que se contemplaban poner en
ejecución. Así lo hizo Kennedy cuando, tras denunciar las falsas declaraciones
del gobierno soviético que aseguraban que la URSS no tenía necesidad de buscar
sitios para la instalación de misiles atómicos más allá de sus fronteras, declaró:
“...cuando ya tenía en mis manos una
prueba concreta de este rápido desarrollo del poderío militar, el Ministro de
Relaciones Exteriores Gromiko, me dijo en mi oficina que estaba instruido para
dejar claro nuevamente, como ya su gobierno lo había ya hecho, que la
asistencia soviética a Cuba ‘perseguía exclusivamente el propósito de
contribuir a las capacidades defensivas de Cuba’, que ‘el entrenamiento de nacionales cubanos por especialistas soviéticos en
el manejo de armas que de ningún modo son de carácter ofensivo, y si fuera lo
contrario ─ continuó el Señor Gromiko ─ el gobierno soviético nunca se vería
involucrado para prestar tal asistencia’; y Kennedy resume: “Ni los Estados Unidos ni la comunidad
mundial de naciones pueden tolerar mentiras deliberadas y amenazas ofensivas
por parte de cualquier nación, grande o pequeña”.
A
esto replicaría Castro refiriéndose a lo que él denominó intento de Estados
Unidos de impedir que su gobierno se armara: “En este intento de impedir que nosotros nos preparemos, empezaron por
La Coubre, con la explosión del vapor La Coubre, y con el propósito de evitar
que nosotros tuviéramos armas. Entonces después presionaron a Bélgica. Ellos
querían que nosotros estuviéramos desarmados, a merced de ellos naturalmente,
para que pudieran agredirnos cuando les diera la gana. Ellos pensaban que con
una invasioncita tipo Playa Girón iban a resolver el problema si nosotros
estábamos desarmados. Y entonces ahora culminan en este esfuerzo, en esta
aventura realmente peligrosa para la paz mundial de impedir incluso que nos
armemos con la ayuda del campo socialista”.
Castro
intentaba de este modo apartar el tema básico del armamento atómico que Estados
Unidos denunciaba, para presentarle como si se tratara de una negación de la
gran potencia al derecho de Cuba a contar con armas defensivas, con armamento
convencional. Para nada Castro alude al armamento de misiles de mediano e
intermedio alcance armados con ojivas nucleares. Castro presenta todo como si
se tratara de un nuevo intento de invasión armada de Estados Unidos para el
derrocamiento de su gobierno: “Cuando
nosotros nos dimos cuenta de que estaban ocurriendo una serie de movimientos y
que era eminente una acción, no sabíamos concretamente cual iba a ser, por
donde iba a comenzar esa acción. Entonces, discutiendo la situación con los
compañeros, llegamos a la conclusión de que era necesario alertar nuestras
fuerzas, y por eso en la tarde de ayer a las cinco y cuarenta de la tarde se
dio la orden de alarma de combate”.
(...)
Kennedy
ya antes había expresado, cuando se revisaba el borrador de su discurso, que se
debería enfatizar el modo clandestino conque la URSS había actuado en Cuba, y
así lo hizo y así lo expuso: “Durante
muchos años, tanto la URSS como los Estados Unidos ─ reconozcámoslo ─ han
desarrollado armas estratégicas nucleares con gran cuidado, nunca trastornando
el precario status quo que asegura que esas armas no sean usadas en ausencia de
algún reto vital. Nuestros propios misiles estratégicos nunca han sido transferidos al territorio de cualquier otra nación
bajo un manto de secreto y engaño
(...) esta secreta, rápida y extraordinaria instalación de misiles comunistas
(...) esta repentina y clandestina decisión de estacionar armas estratégicas
por primera vez fuera del territorio soviético, es un cambio deliberadamente provocativo e injustificado al status quo que
no puede ser aceptado por este país, teniendo en cuenta que nuestro valor y
nuestros compromisos como siempre han sido reconocidos tanto por amigos como
enemigos”. Y agrega Kennedy: “Los años 30 nos enseñaron una lección muy
clara: la conducta agresiva, si se le permite continuar sin control, al final
conduce a la guerra. Esta nación se opone a la guerra. También
somos fieles a nuestra palabra. Nuestro incuestionable objetivo, no obstante, debe ser impedir el empleo de estos misiles en contra de este o cualquier otro
país, y asegurar su retirada o su eliminación del hemisferio occidental
(...) ha llegado el momento de tomar
decisiones, y estas decisiones están empezando a ser tomadas. No correremos el
riesgo prematura o innecesariamente los riesgos de una guerra nuclear mundial
en la cual, hasta los frutos de la victoria, nos serían amargos, pero nunca
retrocederemos ante los peligros que en cualquier tiempo tengamos que enfrentar”.
Así,
actuando, dijo, en defensa de la seguridad de Estados Unidos y de todo el
hemisferio occidental, expuso cuáles serían los pasos iniciales que su gobierno
implementaría; el primero de ellos, el establecimiento de una estricta
“cuarentena”, es decir, un bloqueo selectivo sobre todo equipo militar ofensivo
que se enviara a Cuba, por el cual todo tipo de barco con destino a Cuba,
procedente de cualquier nación o puerto, si se encontrara que llevaba un
cargamento de armas ofensivas, se les haría regresar. El empleo del término
"cuarentena" que Kennedy prefirió emplear, legalmente distingue esta
acción de bloqueo, término que asume un estado de guerra; el uso de
"cuarentena" en lugar de "bloqueo", por otra parte, también
permitía a los Estados Unidos recibir el apoyo de la organización de Estados
Americanos”[2].
La
segunda medida que pondría en ejecución sería incrementar la estricta
vigilancia de Cuba sobre el refuerzo del armamento estratégico allí, y,
advirtió: “De continuar estos
preparativos militares ofensivos, la amenaza al hemisferio se incrementaría, se justificarían más acciones. He ordenado
a las Fuerzas Armadas prepararse para cualquier eventualidad; y confío que,
en interés tanto del pueblo cubano como de los técnicos soviéticos en todos esos
sitios, sean reconocidos los riesgos que entrañan la continuación de esta
amenaza para todos los interesados”.
En
tercer lugar, Kennedy advirtió que sería política de Estados Unidos considerar
como un ataque de la Unión Soviética a los Estados Unidos cualquier misil
lanzado desde Cuba contra cualquier nación del hemisferio, lo que “requeriría
una total respuesta de represalia sobre la Unión Soviética”. Agregó,
además: “Como medida necesaria de
precaución militar, he reforzado nuestra base en Guantánamo, evacuado hoy a los
familiares de nuestro personal allí y ordenado a las unidades militares
adicionales a mantenerse en estado de alerta”.
Castro,
a estas últimas palabras del presidente John F. Kennedy, le replicaría en su
comparecencia ante la televisión: “Después
hablan de la Base de Guantánamo. Tendrán derecho a hablar de la Base de
Guantánamo, es decir, que están hablando de una base que ellos tienen en
nuestro territorio, que la tomaron allí por la fuerza, que la mantienen contra
la voluntad de nuestro pueblo y entonces tranquilamente hablan de la Base de
Guantánamo, la base que está en nuestro territorio y descaradamente dicen que
están utilizando esa base, que la han reforzado, es decir para utilizarla
contra Cuba. Es una magnífica advertencia que le hacen a todos los países donde
ellos tienen actualmente bases militares”.
(...)
Castro
apela al sentimiento nacionalista, que ha ido in crescendo dentro de las masas
inspiradas en el poder carismático del castrismo, enfatizando que la razón de
ser de la base era su empleo contra la soberanía de Cuba, y su permanencia,
como territorio ilegalmente ocupado. No obstante, cuando hacía estas
declaraciones ya en Cuba se habían establecido numerosas bases militares
soviéticas, es decir de un poder extranjero, sin consultar la voluntad del
pueblo. Tal como recuenta el historiador cubano Ramón Pérez Cabrera[3], las tropas terrestres
soviéticas estaban dislocadas en diferentes zonas de la isla como Holguín, en
la provincia de Oriente; Remedios en Las Villas; Managua en La Habana y
Artemisa en Pinar del Río. Se conformaban por cuatro regimientos, cada uno de
ellos integrado por unos tres mil efectivos, que incluían infantería
motorizada, tanques y artillería convencional y coheteril. Las fuerzas aéreas
soviéticas, según lo apuntado por este autor, formaban un regimiento con
cuarenta aviones caza Mig-21, seis Mig-15 y un Mig-17, así como una escuadrilla
de bombarderos IL-28, por otra parte, la jefatura de la Agrupación de Tropas
Soviéticas (ATS) tenía bajo sus órdenes un regimiento de helicópteros MI-14 con
su base en playa Baracoa en La Habana.
En
el mismo tono grave conque había iniciado la lectura de su declaración,
continuó Kennedy exponiendo las medidas que había ordenado implementar: “Esta noche estamos pidiendo una reunión
urgente al Órgano de Consulta de la Organización de Estados Americanos para
considerar esta amenaza a la seguridad hemisférica e invocar los artículos 6 y
8 del Tratado de Río de Janeiro en apoyo de todas las necesarias acciones. La
Carta de las Naciones Unidas permite acuerdos de seguridad regional, y las
Naciones de este hemisferio han decidido hace mucho tiempo contra la presencia
militar de potencias extranjeras. Nuestros
otros aliados alrededor del mundo han sido también advertidos”. Kennedy
además solicitaba una urgente reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas para accionar en contra de “la última amenaza de los soviéticos a la paz
mundial” y reclamar “el inmediato desmantelamiento y retiro de
todas las armas ofensivas en Cuba bajo supervisión de observadores de la ONU,
antes de que la cuarentena pudiera levantarse”.
Finalmente,
Kennedy intencionalmente desconoce a Castro; la responsabilidad la carga sobre
Jrushchov, sobre la Unión Soviética; el conflicto está planteado solo como un
tema entre las dos potencias mundiales:
Hago un llamamiento a Presidente Jrushchov para detener y eliminar esta amenaza
clandestina, irresponsable y provocadora a la paz mundial y a las
relaciones estables entre nuestras dos naciones. Le hago además un llamamiento
para abandonar este camino de dominación
mundial y unirse en un esfuerzo histórico para poner fin a la peligrosa
carrera de armamentos y transformar la historia del hombre. Él ahora tiene la oportunidad de apartar al mundo del abismo de la
destrucción - retornando a las propias palabras de su gobierno de no tener
necesidad de emplazar misiles fuera de su propio territorio, y retirar estos armamentos de Cuba ─
absteniéndose de cualquier acción que ampliase o profundice la crisis actual ─
y luego participando en la búsqueda de soluciones pacíficas y permanentes.
Estados
Unidos estaba preparado para emprender acciones diplomáticas para detener “la
amenaza soviética a la paz” sin limitar su libertad de acción. Kennedy,
refiriéndose a los esfuerzos que su gobierno había conducido para limitar la
propagación de las armas nucleares y la eliminación de todas las bases
militares por medio de “un tratado de desarme justo y eficaz”, declaró que
estaba abierto a nuevas propuestas para remover las tensiones entre Estados
Unidos y la URSS, “incluyendo las
posibilidades de una Cuba verdaderamente
independiente, libre para determinar su propio destino”.
Castro
replica, sin mencionar para nada el armamento atómico que la Unión Soviética,
clandestina, secreta y a espaldas de todo el pueblo cubano, instalaba en la
isla; apenas hace una alusión al tema de las armas ofensivas empleando para
ello todo un malabarismo retórico: “...los
imperialistas han inventado ahora el término de “armas ofensivas” y “armas
defensivas” ¿cuáles son armas ofensivas y armas defensivas? Porque los fusiles
que vinieron a Playa Girón eran armas ofensivas. Las bazucas, las granadas, los
morteros, las balas, los cuchillos que desembarcaron en Playa Girón eran armas
ofensivas, sin embargo, los fusiles, los morteros, los tanques nuestros eran
tanques defensivos, mientras los tanques Sherman que ellos desembarcaron allí,
eran tanques ofensivos. Porque lo que determina el carácter ofensivo de las
armas no es su estructura, si no su uso, su empleo, y como las armas nuestras
nosotros las empleamos para defendernos, nuestros fusiles, nuestros cañones,
nuestros tanques no eran ofensivos y los fusiles, las armas, los tanques que
ellos trajeron eran ofensivos. Eso no se puede discutir en ninguna parte. Sin
embargo, los imperialistas han inventado ahora la categoría de arma. Es un puro
invento de ellos en el intento de mantener al pueblo desarmado (...) No tenemos la menor intención de rendir
cuentas o de consultar a los ilustres miembros del Senado y la Cámara de
Estados Unidos acerca de las armas que
estimemos convenientes adquirir y las medidas a tomar para defender de modo
cabal a nuestro país”.
Kennedy,
humillantemente le ha desconocido en su discurso, la decisión del
establecimiento de las armas atómicas en Cuba ha sido de Nikita Jrushchov, de
la Unión Soviética no de una “Cuba verdaderamente independiente, libre para
determinar su propio destino” y esto Castro no lo puede aceptar y asume toda la
responsabilidad, es él quien decidiera qué armas eran convenientes adquirir para
la defensa cabal de su régimen. Sin embargo, el 23 de agosto de 2010 daría una
versión diferente durante una reunión con científicos que sostuvo en el Palacio
de la Revolución y reportada por la AFP. Castro diría entonces: “A nosotros no nos interesaba tener cohetes
aquí, ni tener una base. Nos interesaba más la imagen del país. Una base
soviética desvalorizaba la imagen de la Revolución, su capacidad de influir en
nuestra región. ¿Por qué lo aceptamos?”, es decir, ¿por qué aceptó la
decisión soviética de establecer las bases de misiles en Cuba? Su respuesta,
aunque intentando justificarse, es clara: “Para
nosotros era muy duro. Pero era una cuestión de internacionalismo… si estábamos
esperando que el campo socialista se sacrificara y luchara por nosotros, debíamos estar dispuestos a sacrificarnos
por ellos”.[4] Nada de “internacionalismo”,
se trataba de una imposición soviética a la cual tenía que atenerse Castro, un
asunto de “lo tomas o lo dejas”.
Para
finalizar su discurso, Kennedy diría algunas palabras “al pueblo cautivo de
Cuba” que le serían “llevadas directamente mediante facilidades radiales
especiales”; palabras que apenas fueron escuchadas por una muy pequeña cantidad
de cubanos, en tanto que la mayoría solo tuvo conocimiento de las mismas a través
del filtro del discurso de Castro el día 23 de octubre. Él les hablaría a los
cubanos, dijo, “como un amigo, como
alguien que sabe del profundo apego de ustedes a su patria, como uno que
comparte sus aspiraciones de libertad y de justicia para todos”. Expresó la
onda pena que sentía al conocer que la “revolución nacionalista” de los cubanos
había sido traicionada por sus dirigentes y el país caído bajo la dominación de
una potencia extranjera. Kennedy quería expresar ante los cubanos y ante el
mundo que las acciones que su gobierno emprendería no iban dirigidas contra la
“revolución nacionalista”, pretendía alertar a los cubanos que esas acciones
iban dirigidas directamente contra el castrismo, porque sus líderes “ya no son dirigentes cubanos inspirados por
los ideales cubanos. Ellos son marionetas y agentes de una conspiración
internacional que ha vuelto a Cuba en contra de sus amigos y vecinos en las
Américas...” agregando a continuación: “le
han convertido en el primer país de América Latina en hacerse blanco en una
guerra nuclear”. Y alertó al pueblo de Cuba de que las nuevas armas que se
instalaban en su territorio no eran en su interés; esas nuevas armas “en nada
contribuyen a la paz y al bienestar” de los cubanos, todo lo contrario, “solo
socavarle”. Luego de expresar que Estados Unidos no deseaba causarles
sufrimientos o imponerles cualquier sistema a los cubanos, concluyó diciendo:
“Muchas veces en el
pasado, los cubanos se han levantado para deshacerse de los tiranos que destruían
su libertad. Y no me cabe duda que la mayoría de los cubanos hoy esperan con
ansias la hora cuando serán verdaderamente libres de la dominación extranjera,
libres de elegir sus propios líderes, libres para seleccionar su propio
sistema, libres para poseer su propia tierra, libres para hablar y escribir y
adorar sin miedo o degradación. Y entonces, Cuba será bienvenida de regreso a
la sociedad de las naciones libres y a las asociaciones de este hemisferio”.
Valorando
el discurso de Kennedy, el New York Times en su edición del 23 de octubre expresó:
“Dos aspectos de la intervención fueron
notables. Uno fue su impulso directo a la Unión Soviética como el responsable
de la crisis. El Sr. Kennedy trató a Cuba y al gobierno del Premier Fidel
Castro como un mero peón en manos de Moscú y dibujó el tema como uno con el
gobierno soviético”.
[1] Adolfo Gilly. A la luz del
relámpago: Cuba en octubre. La Jornada, UNAM, México
[2] Office of the Historian. Milestones 1961-1968.
The Cuban Missile Crisis, October 1962
[3] Ramón Pérez Cabrera. Pilares
del Socialismo en Cuba. el Poder Revolucionario. Lulu.com, 2010
[4] AFP. ABC Color. 24 de agosto de 2010
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