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martes, 19 de febrero de 2019

El mensaje de Kennedy y su reacción en Cuba


Fragmentos del Cap. XX del libro no publicado, Amigos, Aliados y Enemigos, Un análisis crítico de la era del castrismo.

Mario J. Viera



A las 7:00 PM del día 22 de octubre, Kennedy, desde la oficina oval de la Casa Blanca, libraría un mensaje dirigido a la nación y al mundo. Públicamente se daban a conocer los pormenores de la presencia de armas nucleares soviéticas emplazadas en Cuba y el peligro que las mismas representaban para Estados Unidos y para el Hemisferio. Todo el mundo estaría al tanto de las medidas que se habían decidido para enfrentar el peligro potencial que aquel armamento de misiles de alcance medio e intermedio emplazados en Cuba representaba.

Las cámaras de la televisión y los micrófonos de la radio y de los corresponsales de prensa, recogieron el discurso presidencial, un discurso cuyo borrador había sido rigurosamente estudiado por los asesores de Kennedy y por los miembros del ExComm.

Con rostro serio, el presidente enfrentó las cámaras y comenzó a darle lectura a su discurso: “Buenas noche, compatriotas” ─ comenzó a leer en tono grave pero tranquilo ─ “Este gobierno, como prometió, ha mantenido la más cercana vigilancia del fortalecimiento militar soviético en la isla de Cuba. Durante la semana pasada, una evidencia inconfundible ha establecido el hecho de que una serie de sitios de misiles ofensivos está ahora en preparación en la isla encarcelada. El propósito de estas bases no puede ser otro que proporcionar una capacidad de golpe nuclear contra el hemisferio occidental (...) habiendo ahora confirmado y completado nuestra evaluación de las pruebas y nuestra decisión sobre un curso de acción, este gobierno se siente obligado a informarles esta nueva crisis con el máximo detalle”. 

Pero, mientras Kennedy pronunciaba estas palabras, en Cuba, ya desde las 3:50 PM, tras conocerse que el presidente de Estados Unidos haría ese día su presentación ante la prensa, las fuerzas armadas de Cuba habían sido puestas en “Situación de Alerta” y finalmente, a las 5:35 PM, Castro emitiría la orden de Alarma de Combate para todo el país. El Periódico Revolución colocó en primera plana y con gran realce dos titulares, “Alarma de combate” y “La Nación en pie de guerra” y, como nos trae a la memoria Adolfo Gilly,[1] en todas las calles habaneras apareció el mismo cartel, uno, en rojos caracteres llamando “¡A las Armas!” ilustrado con la imagen de un miliciano enarbolando una metralleta. Los habaneros, sin mucha alarma contemplaban, a lo largo de todo el litoral capitalino, como se emplazaban sitios de las ametralladoras antiaéreas, conocidas como cuatro bocas, con sus cañones apuntando hacia el norte. Los batallones de las milicias eran puestos en pie de alerta y por todo el país había movilizaciones militares. Un bunker subterráneo en las proximidades de La Habana que, de acuerdo con el ya citado Teniente coronel (r) Rubén E. Jiménez, “contaba con todos los medios necesarios para garantizar la seguridad de la dirección”, se condicionaba para alojar al Estado Mayor de las fuerzas soviéticas y cubanas para la coordinación de operaciones.

En su discurso, tal como se había acordado previamente, Kennedy no haría mención al número de misiles instalados en Cuba ni los sitios de sus emplazamientos, solo mencionaría que las características de los nuevos sitios de emplazamiento indicaban dos tipos de instalaciones: “Algunas de estas incluyen misiles balísticos de mediano alcance, capaces de transportar ojivas atómicas a una distancia de más de 1 000 millas náuticas. Cada uno de estos misiles, en definitiva, ─ recalcó ─ es capaz de golpear a Washington, D. C., el Canal de Panamá, Cabo Cañaveral, la ciudad de México, o cualquier otra ciudad en el sureste de Estados Unidos, en América Central, o en el área de Caribe”. Luego se refirió a los emplazamientos los cuales posiblemente estaban diseñados para alojar misiles de alcance intermedio, más peligrosos por su capacidad de golpear a la mayor parte de las grandes ciudades del hemisferio “tan al norte como la Bahía de Hudson en Canadá y tan al sur como Lima en Perú”, peligro que se hacía más notorio con la presencia de bombarderos ultrasónicos capaces de portar armas atómicas que se estaban desembalando en Cuba y preparándose sus necesarias bases aéreas.

El mundo quedaba enterado, el secreto de los emplazamientos de armas atómicas en Cuba dejaba de ser un secreto para todos, salvo para el ciudadano común y corriente de Cuba. La presencia de estas armas de largo alcance, claramente armas de destrucción masiva, declaró Kennedy constituían “una amenaza explícita para la paz y la seguridad de toda América, en flagrante y deliberado desafío del Pacto de Río de Janeiro de 1947, las tradiciones de esta nación y de este hemisferio, la resolución conjunta del 87 Congreso, la Carta de las Naciones Unidas y mis propias advertencias hechas en público y dirigidas a los soviéticos el 4 y el 12 de septiembre”.

En su presentación ante la televisión cubana al siguiente día, Castro ripostaría a esta expresiones de Kennedy, diciendo “...las razones que invoca, todas son razones absolutamente infundadas, habla que los armamentos recibidos por Cuba constituyen una amenaza a la paz y a la seguridad de toda la América, de flagrante y deliberado reto al Pacto de Río de Janeiro de 1947; pacto que podrá tener validez para los que siguen en el rebaño del imperialismo, pero no para nosotros (...) la Resolución Conjunta del 87 Congreso. A nosotros qué nos importan la Resoluciones, lo mismo la 87, que la 7, que la quinientos ochenta y siete del Congreso Norteamericano (...) y por fin dice ‘mis propias advertencias públicas a los soviets del 4 y 13 de septiembre’, y a nosotros qué nos importan las advertencias del señor Kennedy; eso le puede importar a él y a su gente, pero a nosotros no nos importan absolutamente nada”.

En una reunión del Consejo Nacional de Seguridad celebrada el 21 de octubre para revisar el borrador del discurso que debía pronunciar el presidente, Robert S. McNamara fue partidario que en el discurso se debía responsabilizar a la URSS por el despliegue del armamento atómico en Cuba ya que resultaba “importante poner énfasis en el aspecto extra hemisférico” de ese despliegue con el objetivo de aumentar el apoyo a las acciones que se contemplaban poner en ejecución. Así lo hizo Kennedy cuando, tras denunciar las falsas declaraciones del gobierno soviético que aseguraban que la URSS no tenía necesidad de buscar sitios para la instalación de misiles atómicos más allá de sus fronteras, declaró: “...cuando ya tenía en mis manos una prueba concreta de este rápido desarrollo del poderío militar, el Ministro de Relaciones Exteriores Gromiko, me dijo en mi oficina que estaba instruido para dejar claro nuevamente, como ya su gobierno lo había ya hecho, que la asistencia soviética a Cuba ‘perseguía exclusivamente el propósito de contribuir a las capacidades defensivas de Cuba’, queel entrenamiento de nacionales cubanos por especialistas soviéticos en el manejo de armas que de ningún modo son de carácter ofensivo, y si fuera lo contrario ─ continuó el Señor Gromiko ─ el gobierno soviético nunca se vería involucrado para prestar tal asistencia’; y Kennedy resume: “Ni los Estados Unidos ni la comunidad mundial de naciones pueden tolerar mentiras deliberadas y amenazas ofensivas por parte de cualquier nación, grande o pequeña”.

A esto replicaría Castro refiriéndose a lo que él denominó intento de Estados Unidos de impedir que su gobierno se armara: “En este intento de impedir que nosotros nos preparemos, empezaron por La Coubre, con la explosión del vapor La Coubre, y con el propósito de evitar que nosotros tuviéramos armas. Entonces después presionaron a Bélgica. Ellos querían que nosotros estuviéramos desarmados, a merced de ellos naturalmente, para que pudieran agredirnos cuando les diera la gana. Ellos pensaban que con una invasioncita tipo Playa Girón iban a resolver el problema si nosotros estábamos desarmados. Y entonces ahora culminan en este esfuerzo, en esta aventura realmente peligrosa para la paz mundial de impedir incluso que nos armemos con la ayuda del campo socialista”. 

Castro intentaba de este modo apartar el tema básico del armamento atómico que Estados Unidos denunciaba, para presentarle como si se tratara de una negación de la gran potencia al derecho de Cuba a contar con armas defensivas, con armamento convencional. Para nada Castro alude al armamento de misiles de mediano e intermedio alcance armados con ojivas nucleares. Castro presenta todo como si se tratara de un nuevo intento de invasión armada de Estados Unidos para el derrocamiento de su gobierno: “Cuando nosotros nos dimos cuenta de que estaban ocurriendo una serie de movimientos y que era eminente una acción, no sabíamos concretamente cual iba a ser, por donde iba a comenzar esa acción. Entonces, discutiendo la situación con los compañeros, llegamos a la conclusión de que era necesario alertar nuestras fuerzas, y por eso en la tarde de ayer a las cinco y cuarenta de la tarde se dio la orden de alarma de combate”.

(...)

Kennedy ya antes había expresado, cuando se revisaba el borrador de su discurso, que se debería enfatizar el modo clandestino conque la URSS había actuado en Cuba, y así lo hizo y así lo expuso: “Durante muchos años, tanto la URSS como los Estados Unidos ─ reconozcámoslo ─ han desarrollado armas estratégicas nucleares con gran cuidado, nunca trastornando el precario status quo que asegura que esas armas no sean usadas en ausencia de algún reto vital. Nuestros propios misiles estratégicos nunca han sido transferidos al territorio de cualquier otra nación bajo un manto de secreto y engaño (...) esta secreta, rápida y extraordinaria instalación de misiles comunistas (...) esta repentina y clandestina decisión de estacionar armas estratégicas por primera vez fuera del territorio soviético, es un cambio deliberadamente provocativo e injustificado al status quo que no puede ser aceptado por este país, teniendo en cuenta que nuestro valor y nuestros compromisos como siempre han sido reconocidos tanto por amigos como enemigos”. Y agrega Kennedy: “Los años 30 nos enseñaron una lección muy clara: la conducta agresiva, si se le permite continuar sin control, al final conduce a la guerra. Esta nación se opone a la guerra. También somos fieles a nuestra palabra. Nuestro incuestionable objetivo, no obstante, debe ser impedir el empleo de estos misiles en contra de este o cualquier otro país, y asegurar su retirada o su eliminación del hemisferio occidental (...) ha llegado el momento de tomar decisiones, y estas decisiones están empezando a ser tomadas. No correremos el riesgo prematura o innecesariamente los riesgos de una guerra nuclear mundial en la cual, hasta los frutos de la victoria, nos serían amargos, pero nunca retrocederemos ante los peligros que en cualquier tiempo tengamos que enfrentar”.

Así, actuando, dijo, en defensa de la seguridad de Estados Unidos y de todo el hemisferio occidental, expuso cuáles serían los pasos iniciales que su gobierno implementaría; el primero de ellos, el establecimiento de una estricta “cuarentena”, es decir, un bloqueo selectivo sobre todo equipo militar ofensivo que se enviara a Cuba, por el cual todo tipo de barco con destino a Cuba, procedente de cualquier nación o puerto, si se encontrara que llevaba un cargamento de armas ofensivas, se les haría regresar. El empleo del término "cuarentena" que Kennedy prefirió emplear, legalmente distingue esta acción de bloqueo, término que asume un estado de guerra; el uso de "cuarentena" en lugar de "bloqueo", por otra parte, también permitía a los Estados Unidos recibir el apoyo de la organización de Estados Americanos”[2].

La segunda medida que pondría en ejecución sería incrementar la estricta vigilancia de Cuba sobre el refuerzo del armamento estratégico allí, y, advirtió: “De continuar estos preparativos militares ofensivos, la amenaza al hemisferio se incrementaría, se justificarían más acciones. He ordenado a las Fuerzas Armadas prepararse para cualquier eventualidad; y confío que, en interés tanto del pueblo cubano como de los técnicos soviéticos en todos esos sitios, sean reconocidos los riesgos que entrañan la continuación de esta amenaza para todos los interesados”.

En tercer lugar, Kennedy advirtió que sería política de Estados Unidos considerar como un ataque de la Unión Soviética a los Estados Unidos cualquier misil lanzado desde Cuba contra cualquier nación del hemisferio, lo que “requeriría una total respuesta de represalia sobre la Unión Soviética”. Agregó, además: “Como medida necesaria de precaución militar, he reforzado nuestra base en Guantánamo, evacuado hoy a los familiares de nuestro personal allí y ordenado a las unidades militares adicionales a mantenerse en estado de alerta”.   

Castro, a estas últimas palabras del presidente John F. Kennedy, le replicaría en su comparecencia ante la televisión: “Después hablan de la Base de Guantánamo. Tendrán derecho a hablar de la Base de Guantánamo, es decir, que están hablando de una base que ellos tienen en nuestro territorio, que la tomaron allí por la fuerza, que la mantienen contra la voluntad de nuestro pueblo y entonces tranquilamente hablan de la Base de Guantánamo, la base que está en nuestro territorio y descaradamente dicen que están utilizando esa base, que la han reforzado, es decir para utilizarla contra Cuba. Es una magnífica advertencia que le hacen a todos los países donde ellos tienen actualmente bases militares”.

(...)

Castro apela al sentimiento nacionalista, que ha ido in crescendo dentro de las masas inspiradas en el poder carismático del castrismo, enfatizando que la razón de ser de la base era su empleo contra la soberanía de Cuba, y su permanencia, como territorio ilegalmente ocupado. No obstante, cuando hacía estas declaraciones ya en Cuba se habían establecido numerosas bases militares soviéticas, es decir de un poder extranjero, sin consultar la voluntad del pueblo. Tal como recuenta el historiador cubano Ramón Pérez Cabrera[3], las tropas terrestres soviéticas estaban dislocadas en diferentes zonas de la isla como Holguín, en la provincia de Oriente; Remedios en Las Villas; Managua en La Habana y Artemisa en Pinar del Río. Se conformaban por cuatro regimientos, cada uno de ellos integrado por unos tres mil efectivos, que incluían infantería motorizada, tanques y artillería convencional y coheteril. Las fuerzas aéreas soviéticas, según lo apuntado por este autor, formaban un regimiento con cuarenta aviones caza Mig-21, seis Mig-15 y un Mig-17, así como una escuadrilla de bombarderos IL-28, por otra parte, la jefatura de la Agrupación de Tropas Soviéticas (ATS) tenía bajo sus órdenes un regimiento de helicópteros MI-14 con su base en playa Baracoa en La Habana.

En el mismo tono grave conque había iniciado la lectura de su declaración, continuó Kennedy exponiendo las medidas que había ordenado implementar: “Esta noche estamos pidiendo una reunión urgente al Órgano de Consulta de la Organización de Estados Americanos para considerar esta amenaza a la seguridad hemisférica e invocar los artículos 6 y 8 del Tratado de Río de Janeiro en apoyo de todas las necesarias acciones. La Carta de las Naciones Unidas permite acuerdos de seguridad regional, y las Naciones de este hemisferio han decidido hace mucho tiempo contra la presencia militar de potencias extranjeras. Nuestros otros aliados alrededor del mundo han sido también advertidos”. Kennedy además solicitaba una urgente reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para accionar en contra de “la última amenaza de los soviéticos a la paz mundial” y reclamar “el inmediato desmantelamiento y retiro de todas las armas ofensivas en Cuba bajo supervisión de observadores de la ONU, antes de que la cuarentena pudiera levantarse”.

Finalmente, Kennedy intencionalmente desconoce a Castro; la responsabilidad la carga sobre Jrushchov, sobre la Unión Soviética; el conflicto está planteado solo como un tema entre las dos potencias mundiales:

Hago un llamamiento a Presidente Jrushchov para detener y eliminar esta amenaza clandestina, irresponsable y provocadora a la paz mundial y a las relaciones estables entre nuestras dos naciones. Le hago además un llamamiento para abandonar este camino de dominación mundial y unirse en un esfuerzo histórico para poner fin a la peligrosa carrera de armamentos y transformar la historia del hombre.  Él ahora tiene la oportunidad de apartar al mundo del abismo de la destrucción - retornando a las propias palabras de su gobierno de no tener necesidad de emplazar misiles fuera de su propio territorio, y retirar estos armamentos de Cuba ─ absteniéndose de cualquier acción que ampliase o profundice la crisis actual ─ y luego participando en la búsqueda de soluciones pacíficas y permanentes.

Estados Unidos estaba preparado para emprender acciones diplomáticas para detener “la amenaza soviética a la paz” sin limitar su libertad de acción. Kennedy, refiriéndose a los esfuerzos que su gobierno había conducido para limitar la propagación de las armas nucleares y la eliminación de todas las bases militares por medio de “un tratado de desarme justo y eficaz”, declaró que estaba abierto a nuevas propuestas para remover las tensiones entre Estados Unidos y la URSS, “incluyendo las posibilidades de una Cuba verdaderamente independiente, libre para determinar su propio destino”.

Castro replica, sin mencionar para nada el armamento atómico que la Unión Soviética, clandestina, secreta y a espaldas de todo el pueblo cubano, instalaba en la isla; apenas hace una alusión al tema de las armas ofensivas empleando para ello todo un malabarismo retórico: “...los imperialistas han inventado ahora el término de “armas ofensivas” y “armas defensivas” ¿cuáles son armas ofensivas y armas defensivas? Porque los fusiles que vinieron a Playa Girón eran armas ofensivas. Las bazucas, las granadas, los morteros, las balas, los cuchillos que desembarcaron en Playa Girón eran armas ofensivas, sin embargo, los fusiles, los morteros, los tanques nuestros eran tanques defensivos, mientras los tanques Sherman que ellos desembarcaron allí, eran tanques ofensivos. Porque lo que determina el carácter ofensivo de las armas no es su estructura, si no su uso, su empleo, y como las armas nuestras nosotros las empleamos para defendernos, nuestros fusiles, nuestros cañones, nuestros tanques no eran ofensivos y los fusiles, las armas, los tanques que ellos trajeron eran ofensivos. Eso no se puede discutir en ninguna parte. Sin embargo, los imperialistas han inventado ahora la categoría de arma. Es un puro invento de ellos en el intento de mantener al pueblo desarmado (...) No tenemos la menor intención de rendir cuentas o de consultar a los ilustres miembros del Senado y la Cámara de Estados Unidos acerca de las armas que estimemos convenientes adquirir y las medidas a tomar para defender de modo cabal a nuestro país”.

Kennedy, humillantemente le ha desconocido en su discurso, la decisión del establecimiento de las armas atómicas en Cuba ha sido de Nikita Jrushchov, de la Unión Soviética no de una “Cuba verdaderamente independiente, libre para determinar su propio destino” y esto Castro no lo puede aceptar y asume toda la responsabilidad, es él quien decidiera qué armas eran convenientes adquirir para la defensa cabal de su régimen. Sin embargo, el 23 de agosto de 2010 daría una versión diferente durante una reunión con científicos que sostuvo en el Palacio de la Revolución y reportada por la AFP. Castro diría entonces: “A nosotros no nos interesaba tener cohetes aquí, ni tener una base. Nos interesaba más la imagen del país. Una base soviética desvalorizaba la imagen de la Revolución, su capacidad de influir en nuestra región. ¿Por qué lo aceptamos?”, es decir, ¿por qué aceptó la decisión soviética de establecer las bases de misiles en Cuba? Su respuesta, aunque intentando justificarse, es clara: “Para nosotros era muy duro. Pero era una cuestión de internacionalismo… si estábamos esperando que el campo socialista se sacrificara y luchara por nosotros, debíamos estar dispuestos a sacrificarnos por ellos”.[4] Nada de “internacionalismo”, se trataba de una imposición soviética a la cual tenía que atenerse Castro, un asunto de “lo tomas o lo dejas”.

Para finalizar su discurso, Kennedy diría algunas palabras “al pueblo cautivo de Cuba” que le serían “llevadas directamente mediante facilidades radiales especiales”; palabras que apenas fueron escuchadas por una muy pequeña cantidad de cubanos, en tanto que la mayoría solo tuvo conocimiento de las mismas a través del filtro del discurso de Castro el día 23 de octubre. Él les hablaría a los cubanos, dijo, “como un amigo, como alguien que sabe del profundo apego de ustedes a su patria, como uno que comparte sus aspiraciones de libertad y de justicia para todos”. Expresó la onda pena que sentía al conocer que la “revolución nacionalista” de los cubanos había sido traicionada por sus dirigentes y el país caído bajo la dominación de una potencia extranjera. Kennedy quería expresar ante los cubanos y ante el mundo que las acciones que su gobierno emprendería no iban dirigidas contra la “revolución nacionalista”, pretendía alertar a los cubanos que esas acciones iban dirigidas directamente contra el castrismo, porque sus líderes “ya no son dirigentes cubanos inspirados por los ideales cubanos. Ellos son marionetas y agentes de una conspiración internacional que ha vuelto a Cuba en contra de sus amigos y vecinos en las Américas...” agregando a continuación: “le han convertido en el primer país de América Latina en hacerse blanco en una guerra nuclear”. Y alertó al pueblo de Cuba de que las nuevas armas que se instalaban en su territorio no eran en su interés; esas nuevas armas “en nada contribuyen a la paz y al bienestar” de los cubanos, todo lo contrario, “solo socavarle”. Luego de expresar que Estados Unidos no deseaba causarles sufrimientos o imponerles cualquier sistema a los cubanos, concluyó diciendo:

Muchas veces en el pasado, los cubanos se han levantado para deshacerse de los tiranos que destruían su libertad. Y no me cabe duda que la mayoría de los cubanos hoy esperan con ansias la hora cuando serán verdaderamente libres de la dominación extranjera, libres de elegir sus propios líderes, libres para seleccionar su propio sistema, libres para poseer su propia tierra, libres para hablar y escribir y adorar sin miedo o degradación. Y entonces, Cuba será bienvenida de regreso a la sociedad de las naciones libres y a las asociaciones de este hemisferio”.

Valorando el discurso de Kennedy, el New York Times en su edición del 23 de octubre expresó: “Dos aspectos de la intervención fueron notables. Uno fue su impulso directo a la Unión Soviética como el responsable de la crisis. El Sr. Kennedy trató a Cuba y al gobierno del Premier Fidel Castro como un mero peón en manos de Moscú y dibujó el tema como uno con el gobierno soviético”.


[1] Adolfo Gilly. A la luz del relámpago: Cuba en octubre. La Jornada, UNAM, México
[2] Office of the Historian. Milestones 1961-1968. The Cuban Missile Crisis, October 1962
[3] Ramón Pérez Cabrera. Pilares del Socialismo en Cuba. el Poder Revolucionario. Lulu.com, 2010
[4] AFP. ABC Color. 24 de agosto de 2010

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