Mario J. Viera
¿Fue Kennedy el culpable de la
derrota de Bahía de Cochinos o hubo una conspiración en su contra?
Se insiste en que todo
el fracaso de las operaciones de fuerza contra Castro se debe a la débil
actitud de John F. Kennedy, y en parte tienen razón los que así opinan; sin
embargo, esa responsabilidad hay que cargarla también sobre otros hombros.
Kennedy tenía serias dudas en cuanto a la magnitud de las operaciones que
hacían impracticable la “negación plausible” de que Estados Unidos estaba
detrás de todo aquel operativo y quería evitar que esto sucediera a todo coste.
Para nadie era secreto que en Guatemala se entrenaba una Brigada de exiliados
anticastristas y que la CIA estaba comprometida en aquella actividad, como lo
denunciara Raúl Roa. Dean Rusk no estaba de acuerdo con la operación tal como
se había concebido y Schlesinger la rechazaba considerando que era preferible
en lugar de decidirse por acciones drástica practicar la alta política propia
de un estadista. Kennedy decidió que se estudiaran otros sitios y otros planes
alternativos para la operación, y en solo tres días la Task Force y el WH/4 dio
su respuesta. Todo un plan estratégico y sus contingencias resuelto en solo
unos pocos días. Dulles no puso objeción alguna. Hawkins eligió una nueva zona
para lanzar la operación; ¿pudieran aceptarse las conclusiones a las que
arribara Hawkins para elegir la zona de Zapata? Un experto en operaciones
anfibias de la talla de Hawkins no puede caer en la simpleza de haber elegido
un campo de operaciones basado en las informaciones de fotografía y aceptar
luego que hubo un error de interpretación de esas informaciones. Se elegía
Zapata solo porque en Soplillar había un campo de aterrizaje de 4 500 pies,
cuando en la zona de Trinidad había otra pista más adecuada. Hawkins no podría
ser tan irresponsable para elegir una zona donde no había posibilidad de una
retirada hacia las montañas en caso de eminente derrota que le permitiera a los
invasores unirse a las guerrillas, y una zona pantanosa y estrecha sin
posibilidad de impedir el avance ofensivo del enemigo como estaba previsto en
Trinidad. Sin embargo, Hawkins actuaba bajo fuerte presión y, ya antes, él y
Esterline intentaron renunciar al proyecto cuando el Plan Trinidad fue
desestimado. ¿Fue un descuido no intencionado? ¿Se pudiera aceptar la
justificación dada por el general White, que “se trataba de un cambio de ubicación, más que algún cambio significativo
en el plan”? Esto no se concibe en un general de las fuerzas armadas de
Estados Unidos. Todo cambio de ubicación del campo de operaciones conlleva
también cambios significativos en los planes. Se pudo hacer ver claramente a
Kennedy que la mejor plaza era la zona de Casilda/Trinidad, argumentos para
ello había suficientes y, manteniendo esta como zona de operaciones, haber
estudiado otras opciones que cumplieran con el requisito de la “plausible
deniability”. Otra pregunta a la que hay que dar respuesta: Si el Estado Mayor
Conjunto, como asegurara el General White, no estuvo de acuerdo con el traslado
de las operaciones de Trinidad hacia Zapata, ¿por qué entonces le dio su
“máximo apoyo” al Plan Zapata? ¿Por qué no advirtió al Presidente y dejó que
este asumiera que todo iba bien?
No se puede pasar por
alto lo que Jacob Esterline le confesara a Pfeiffer en una entrevista realizada
en 1975: “Ellos me convencieron... cuando
pasamos (de Trinidad a Zapata) ... que no había nada que pudiéramos hacer, que
no había otra alternativa, aparte de esto; y parecía desde un punto de vista
matemático, si tenemos ciertos ingredientes básicos ─ principalmente adecuado
apoyo aéreo, transporte adecuado, adecuada Logística y la capacidad de lucha de
ellos era lo esperado, y el gobierno cubano no tenía más de lo que creíamos que
tenía, y acabó el Calvario su... acabó con su fuerza aérea ─ que estas personas
podrían ser capaces de sostenerse y podrían crear suficiente acción de choque
como para que el resto se levantara”[1].
¿A quiénes se refería cuando dijo que “ellos” le convencieron? ¿Dulles?
¿Bissell? ¿Se le había asegurado que la operación contaría con todos los
recursos de apoyo para asegurar el éxito?
La inquietante pregunta
que Richard Bissell le formulara a Kennedy en el caso de que se cancelara todo
el operativo: “¿Qué hacemos con los mil quinientos hombres? ¿Los soltamos en
Central Park a que se desmadren, o qué?” El mismo Bissell hubiera podido
responder su propia pregunta, retomar la idea inicial de la operación antes de
que escalara a un planeamiento de guerra regular; es decir retomar el plan que
preveía una unidad de infiltración con los exiliados cubanos con capacidad para
entrenar a los grupos que debían organizar dentro de la isla y fomentar una red
clandestina de inteligencia y con los cubanos que se habían entrenado en
Retalhuleu en operaciones paramilitares emplearles en operaciones de
infiltración y de fortalecimiento de las bandas guerrilleras.
Hawkins relataría
tiempo después lo que había conversado con Richard Bissell en torno a la
localización de una zona que cumpliera con la condición de contar con una pista
de aterrizaje. Esta zona según él estaba ubicada en las proximidades de la
península de Zapata. “Le dejé claro a
Bissell ─ declararía Hawkins ─ que,
sí, que podríamos entrar allí y mantener esa área por un rato debido al
estrecho acceso que poseía a través de los pantanos y a un tercio de Cienfuegos
a lo largo de la costa. Ahora bien, podemos mantener esta (posición) por un
rato, pero no por mucho. Por otra parte, la Brigada no tiene ninguna
oportunidad de abrirse paso para salir de allí. A despecho de estas
advertencias que le di, sobre los peligros militares que rodeaban a esta zona,
Bissell dijo, si este es el único lugar que satisface el requerimiento del
Presidente, entonces eso es lo que vamos a hacer. Y dijo, adelante y desarrolla
el plan en la Bahía de Cochinos”[2].
Así, sin más, sin un análisis sobre aquella opción, sin atender cuanto se
apartaba de las condiciones que existían en Trinidad, Bissell dio carta blanca
para elaborar el Plan Zapata. Pero Hawkins agrega: “Bissell actuó imprudentemente al no defender la operación Trinidad. Si
en realidad se querían deshacer de Castro, él debió defenderla, porque esta era
la única posibilidad. Más adelante no defendió la necesidad de las operaciones
aéreas. Yo no sabía que el presidente en realidad nunca había sido informado
sobre la necesidad de la eliminación de la fuerza aérea de Castro y
aparentemente no lo fue. Y yo no conocía eso. Yo resentía el hecho de que en el
último momento Bissell no hubiera luchado fuertemente para preservar nuestra
propia capacidad aérea y particularmente no permitir que el bombardeo final
fuera completamente cancelado. Yo pensaba que nos convenía tener suficiente honor
y no hacerla a aquellas tropas cubanas”. A estos pronunciamientos de
Hawkins agregaba Esterline algo que podría entenderse como una acusación: “Me veo obligado a llegar a una conclusión
muy infeliz y es la de que (Bissell) estaba
mintiendo por razones que todavía no entiendo totalmente. Ahora estoy
convencido de eso. Pienso que el hecho de que alguien tergiversara una
situación deliberadamente al máximo jefe de Estado, es algo bastante
imperdonable”[3].
Adelanto una pregunta a
la que no daré respuesta, pero dejándola como una insinuación, ¿Acaso hubo una
conspiración contra Kennedy, sabiendo como es conocido que muchos oficiales CIA
les eran contrarios, con el propósito de hacerle cargar con una derrota
lacerante?
Toda una armazón de
errores y omisiones condenaron la operación Zapata, fatal y necesariamente, a
un total desastre. ¿Traición? El hecho real de todo aquel desastre lo resumiría
el ex combatiente de la Brigada 2506 González Rebull: “Si no hubo traición, hubo abandono. Sin lugar a dudas, sabíamos que
nosotros los cubanos, teniendo en cuenta el poco armamento, la distancia y los
escasos aviones que teníamos, no podíamos realizar esa acción militar solos.
Sabíamos que sucedería lo que sucedió: Fidel Castro pondría toda su fuerza
allí, artillería, tanques y miles de hombres contra los 1.246 de la Brigada
2506”[4].
Is that all?
La sangre cubana se
derramó sobre el suelo cenagoso desde Playa Larga hasta Playa Girón, sangre de
hermanos enfrentados en dos bandos contrarios. Unos y otros atrapados en un juego
político que les convertían en piezas desechables. Los caídos por la parte
castrista ascendieron a 142 combatientes y numerosos heridos; por la Brigada
invasora se produjeron aproximadamente 114, entre ahogados y muertos en acción.
Las consecuencias fueron desastrosas para los Estados Unidos y para el
presidente John F. Kennedy en primer lugar, tal como lo expone José Luis
Álvarez:
“Aparte del drama personal para los combatientes (de la Brigada
2506), las consecuencias políticas para
el presidente (Kennedy) fueron
relevantes. Por vez primera, después de varios años de éxitos encadenados en su
imparable carrera desde congresista por Boston, a senador de Massachussets,
hasta llegar a ser presidente de Estados Unidos, a Kennedy se le quebró su
racha de buena suerte (…), pagando un
alto precio en prestigio, en buena voluntad hacia él y en capacidad de maniobra”[5].
Hundido el prestigio de
Estados Unidos en los pantanales de Playa Girón-Playa Larga solo se consiguió
lo contrario de los objetivos de Washington. El régimen castrista se
consolidaría con el fiasco de Bahía de Cochinos y Cuba afirmaría aún más sus
lazos con la Unión Soviética hasta convertirse en un preciado Estado satélite
para Moscú. Ahora Cuba representaba ante toda la América Latina un importante
precedente de reto a la doctrina Monroe.
El 20 de abril, en un
discurso ofrecido ante la Sociedad Americana de Editores de Periódicos (American Society of Newspaper Editors),
Kennedy reconocería públicamente la participación de Estados Unidos en la fracasada
expedición a Bahía de Cochinos y la justificaría como un acto necesario a favor
de la seguridad nacional de los Estados Unidos, diciendo:
“Any unilateral American intervention, in the
absence of an external attack upon ourselves or an ally, would have been
contrary to our tradition and to our international obligations. But let the
record show that our restraint is not inexhaustible. Should it ever appear that
the interamerican doctrine of non-intervention merely conceals or excuses a
policy of non-action – if the nations of the hemisphere should fail to meet
their commitments against outside communist penetration – then I want it
clearly understood that this government will not hesitate in meeting its
primary obligations witch are to the security of our nation”[6].
“Cualquier intervención unilateral de Estados Unidos, en ausencia de un
ataque externo sobre nosotros o contra alguno de nuestros aliados habría sido
contrario a nuestras tradiciones y deberes internacionales. Pero que conste que
nuestra moderación no es inagotable. En el caso de que pareciera que la
doctrina interamericana de no injerencia encubra una política de no acción ─ si
las naciones de este hemisferio dejan de cumplir sus deberes contra la
penetración externa comunista ─, entonces quiero que se comprenda claramente
que este Gobierno no dudará en el cumplimiento de sus obligaciones primarias
que son la seguridad de nuestra Nación”.
[1] Jack B, Pfeiffer entrevista a Jacob Esterline sobre la operación
de Bahía de Cochinos. Noviembre 1975
[2] Peter Kornbluh. Op. Cit.
[3] Peter Kornbluh. Op. Cit.
[4] Jesús Hernández. Diario Las Américas, 16 de abril de 2016
[6] President John F. Kennedy. Address before the
American Society of Newspaper Editors. Statler Hilton Hotel, Washington, D.C.
April 20, 1961. John F. Kennedy. Presidential Library and Museum
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