Pedro Corzo. EL
NUEVO HERALD
El Libertador, Simón
Bolívar, llevó la independencia a varios países del hemisferio, pero también
enseñó a los pueblos donde no combatió que la libertad puede germinar cuando
hay ciudadanos prestos a correr los riesgos necesarios para difundirla.
Un siglo después, otro
ilustre venezolano, Rómulo Betancourt, siguiendo el ejemplo de Bolívar,
estableció la doctrina que lleva su nombre, en la que se apunta “solicitaremos cooperación de otros gobiernos
democráticos de América para pedir unidos, que la OEA, excluya de su seno a los
países dictatoriales… regímenes que no respeten los derechos humanos, que
conculquen las libertades de sus ciudadanos y los tiranice con respaldo de las
políticas totalitarias, deben ser sometidos a riguroso cordón sanitario y
erradicados mediante la acción pacífica colectiva de la comunidad jurídica
internacional”.
Contrario a los valores
morales de sus predecesores, Hugo Chávez, en el siglo XXI, después de asumir la
conducción del país, impuso una autocracia e inició con los petrodólares de la
nación un proceso de exportación de dictaduras, en esta ocasión
institucionales, más exitoso que el de su admirado Fidel Castro, que a pesar
del terrorismo y la guerrilla que subvencionaba la Unión Soviética, no logró
sus objetivos.
El gobierno de Chávez ha
sido nefasto para Venezuela. Existe una aguda crispación social, en la que los
odios, resentimientos y frustraciones, son promovidos por el alto gobierno. La
corrupción se ha generalizado. La inseguridad pública ha alcanzado niveles sin
precedentes. Los derechos de los ciudadanos han sido conculcados, en particular
los de información y expresión.
La educación, al igual
que la gestión económica, está bajo permanente amenaza de la intervención
estatal. La pobreza se ha incrementado. La inflación es elevada, la mayor del
continente en el sector alimenticio. Las Fuerzas Armadas, al menos en la
voluntad chavista, responden a la ideología del gobierno y no al estado. La
industria petrolera, orgullo del país, ha sido virtualmente destruida.
El gobierno de Chávez ha
fortalecido sus relaciones con países que tienen como denominador común la
falta de democracia y respeto a la dignidad humana. En el hemisferio su mejor
aliado es la Cuba de los Castro, en el resto del mundo se enorgullece de sus
estrechas relaciones con Irán, Siria, China y Bielorrusia.
En América, el
comandante Hugo Chávez ha promovido a líderes populistas y favorecido crisis
políticas en diferentes países para que sus aliados conquisten el poder.
Subsidia regímenes como los de Nicaragua y Cuba, y apoya políticas de
aislamiento para aquellos gobiernos que no responden a sus intereses.
Por vocación libertaria
la mayoría de los venezolanos no se han dejado entrampar. Llevan años
enfrentando cívicamente el despotismo chavista. Han trabajado con dedicación
para que la democracia regrese al país y el ejemplo más meritorio ha sido la
constitución de la Mesa de la Unidad Democrática, que por encima de las
diferencias naturales entre los partidos y las personas, decidió elegir un
candidato único para enfrentar al caudillo.
La MUD ha laborado con
claridad, equidad y firmeza, en Venezuela y en el exterior. No obstante, los
que van a definir el resultado de ese trabajo son los electores, así que
independientemente de las dudas que se puedan tener sobre si el gobierno
respetará o no la voluntad popular, es de extrema importancia concurrir a las
urnas, porque lo contrario haría mucho más fácil el temido fraude.
El presidente Chávez ha
invocado el fantasma de una guerra civil si pierde el poder, una situación que
la mayoría de los analistas descarta. Sin embargo, no hay dudas de que en un
nuevo mandato el comandante-presidente acometerá reformas institucionales que
le perpetuarán en el poder, causando una mayor destrucción material y moral de
la nación.
Hay que votar si se
tiene la oportunidad. La abstención favorece a los enemigos de la libertad y
Hugo Chávez está entre ellos.
Los derechos y las
libertades en Venezuela están en conteo regresivo hacia la Hora 25. Tal vez
estén enfrentando la última oportunidad constitucional para impedir que el
modelo castrista, con las modalidades del siglo XXI, se imponga por largos años
en Venezuela y se extienda con todo su poder hacia el resto del hemisferio. El
próximo 7 de octubre a los venezolanos, al menos en teoría, se les presenta una
nueva oportunidad de exportar la libertad y los derechos ciudadanos, porque la
derrota de Hugo Chávez significa el fin del Socialismo del Siglo XXI, y en
consecuencia de aquellos gobiernos que han reproducido sus estrategias de control
institucional y de prácticas electorales manipuladas y sometidas a la voluntad
de los caudillos.
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