Si todavía quedaba alguna duda de que
el candidato republicano Mitt Romney no es un moderado encubierto, sino un
miembro fiel de la extrema derecha de su partido, ya ha sido despejada. Sus
primeros pasos como candidato oficial del Partido Republicano sugieren que la
conversión de Romney al ultra-conservadorismo es un hecho consumado.
Hasta influyente republicanos que
están en desacuerdo con Romney en algunos puntos, como la presidenta del Comité
de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, Ileana Ros Lehtinen
(Rep.-Miami), me dicen que es muy poco probable que Romney cambie sus posturas
actuales si llega a la Casa Blanca.
En una entrevista, le pregunté a Ros
Lehtinen cómo puede ella, siendo hispana, apoyar las “horrendas” (el
calificativo es mío) posturas de Romney sobre el tema inmigración.
Me refería a la oposición de Romney al
Dream Act, que proporcionaría una vía hacia la residencia legal a cientos de
miles de estudiantes que fueron traídos al país de pequeños por sus padres
indocumentados, o a la promesa de Romney de buscar la “autodeportación” de los
11 millones de inmigrantes indocumentados en el país, algo que muchos de
nosotros tememos resultaría en hacerles la vida imposible a todos los hispanos,
independientemente de su estatus legal.
Para mi sorpresa, Ros Lehtinen, una
republicana conservadora que apoya a Romney, me dijo: "Estoy de acuerdo con usted en eso. Yo estoy
en una posición opuesta a la de Mitt Romney sobre inmigración, totalmente. Pero
yo creo que en esta elección, los temas más importantes son primero la
economía, después crear empleos, y tercero, la economía y crear empleos".
Cuando le pregunté si cree que Romney
adoptó sus posturas de línea dura en inmigración y otros temas para conquistar
al ala ultraconservadora de su partido, y que se correría hacia el centro si es
electo presidente, Ros Lehtinen respondió: "Nadie debe votar por Mitt Romney pensando que él va a cambiar sus
posiciones".
Señaló que nadie debe pensar que
Romney "dice x, y va a hacer y," y agregó que "Mitt Romney dice que él no está a favor del
Draem Act, y yo creo que él es una persona fiel de lo que él dice, y no va a
cambiar de opinión".
Otros republicanos influyentes me
dicen que el hecho de que Romney haya elegido a Paul Ryan ─ un favorito de los
ultra-conservadores del Tea Party ─ como su compañero de fórmula, así como el
propio discurso de Romney en la convención republicana, demuestran que el
reciente giro a la derecha del candidato republicano no fue solamente para
conquistar a los sectores más conservadores de su partido durante las
primarias.
Romney, quien durante su período como
gobernador de Massachusetts gobernó como un moderado y aprobó una reforma de
salud similar a la que impulsó el presidente Obama, reiteró en su discurso ante
la convención republicana que una de sus prioridades sería “revocar y
reemplazar el plan de salud de Obama”.
Asimismo, Romney dijo en su discurso
que “como presidente, protegeré la santidad de la vida” y “honraré la
institución del matrimonio”, términos que utilizan los conservadores con las
posturas más extremas contra el aborto y el matrimonio gay.
En materia política exterior, el
discurso de Romney ante la convención republicana defendió el principio de “paz por medio de la fuerza”, y atacó la
propensión de Obama de tratar de conversar con los adversarios de Estados
Unidos, agregando que él mostrará más "temple".
Mi opinión: Romney se ha encerrado en
un rincón ideológico del que no se podrá escapar, por la simple razón de que no
puede permitirse darles más municiones a quienes lo critican por cambiarse de
camiseta todo el tiempo y ser —tal como lo definió su ex rival para la
candidatura republicana John Huntsman — “una veleta perfectamente lubricada”.
Romney ya carga con la pesada mochila
de haber dicho en el pasado, entre otras cosas, que “creo que el aborto debería
ser legal”, apoyar las leyes de control de armas en Massachussetts y declarar
que su plan de salud de ese estado sería “un modelo para toda la nación”, y
luego pasar a defender posturas diametralmente opuestas.
Ahora, Romney está obsesionado por
demostrar que tiene “temple”. Lo último que querrá es pasar a la historia con
una gaffe como la cometida por George H.W. Bush en su discurso de aceptación de
la candidatura en 1998, cuando dijo “Léanme los labios: no habrá nuevos
impuestos”, algo que luego incumplió y que persiguió al ex presidente durante
el resto de su carrera política.
Romney hará lo imposible para que eso
no le ocurra a él. Si gana, habría un mayor peligro de que gobierne desde la
extrema derecha con la pasión de los conversos, de que modere sus posturas más
recientes y confirme su reputación de ser un "veleta".
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