Disminuir
a un 47% de la población porque no paga federal income tax, aunque paga payroll
tax o state tax, o porque se acoja a programas de ayuda como los recortes por
niños, no solo es fruto de un carácter soberbio y de una ceguera y desprecio
absoluto para reconocer el esfuerzo del otro, sino que, cuando quien lo dice se
ha acogido a todos los recortes posibles que el sistema ofrece a quienes más
ganan, hasta llegar a pagar una tasa mínima, es un verdadero descaro.
Pedro Caviedes. EL NUEVO HERALD
Existe una diferencia
sustantiva entre las personas que nacen con padres que pueden costearles una
buena educación, una buena nutrición, atención médica, techo en un buen
vecindario, y los que no. En todos los países hay hijos de todas las clases.
Desde los ricos y la clase media, hasta los pobres e hijos de personas sumidas
en la miseria. La diferencia entre el mundo desarrollado y el subdesarrollado
es la capacidad de los estados para aportar a todos esas ventajas que en otros
países solo obtienen los primeros.
En repetidas ocasiones,
quienes están acostumbrados a tenerlo todo, creen que lo merecen por haber
nacido, y caen en engaños, o no valoran lo que les fue dado. Así, desvirtúan
incluso el trabajo de sus padres, diciendo que ellos empezaron de cero, como si
todos los privilegios que recibieron, no contaran.
En su obra La rebelión
de las masas, José Ortega y Gasset lo titula algo como la maldición de los
herederos. Pienso que ese desconocimiento por los privilegios, que se cree que
existen por arte de magia, también está siendo, para un grupo de personas en
Estados Unidos, un desconocimiento de las bondades de este país, que a lo largo
de su historia ha conseguido redistribuir la riqueza de tal manera que todos
puedan tener los mismos derechos, y las mismas oportunidades de prosperar en la
vida.
La palabra
redistribución es causa de acusaciones de comunismo, como si fuera antónimo de
libertad. ¿Pero acaso no es esa la función del estado? Cuando una parte de los
impuestos se destina a los militares y las agencias de seguridad, otra a la
infraestructura, a la educación pública, a la investigación, al sistema de
justicia, a los departamentos de bomberos y policía, al pago de los
funcionarios públicos y al sostenimiento de los edificios donde operan las
gobernaciones, los congresos, los juzgados y las alcaldías, entre otras, ¿no se
trata de una redistribución?
Sí, quizá con lo que
pagaría un millonario si le quitan los recortes, éste podría comprar un avión o
agregarle un cero a su cuenta corriente. Pero la idea es aportar también a la
sociedad donde se vive, para que un gobierno se encargue del bien común.
Seguramente la enorme red de escuelas y universidades públicas con que cuenta
Estados Unidos fue construida con la suma de muchos que podrían haberse
comprado un carro nuevo, pero la existencia de esos centros educativos,
garantiza una seguridad a la libertad y la prosperidad que en esta tierra se
respira, que vale mucho más que un carro nuevo, y conviene incluso al que envía
a sus hijos a un colegio privado.
En los países
subdesarrollados los impuestos muchas veces van a las cuentas bancarias de los
políticos. O en muchos, los que más dinero tienen, son quienes más evaden.
Aquello se traduce no solo en unas ciudades y un campo con una infraestructura
muy débil, sino en una pobreza e inseguridad enormes. Pero no creo que a nadie
se le ocurra que la solución sea que la gente que más puede, deje de aportar.
Más bien que los gobiernos combatan la corrupción, recauden lo justo, y velen
porque se adjudique equitativamente.
Estados Unidos se
caracteriza por ser un país de grandes emprendedores y grandes trabajadores.
Disminuir a un 47% de la población porque no paga federal income tax, aunque
paga payroll tax o state tax, o porque se acoja a programas de ayuda como los
recortes por niños, no solo es fruto de un carácter soberbio y de una ceguera y
desprecio absoluto para reconocer el esfuerzo del otro, sino que, cuando quien
lo dice se ha acogido a todos los recortes posibles que el sistema ofrece a
quienes más ganan, hasta llegar a pagar una tasa mínima, es un verdadero
descaro. Lo más increíble es que entre ese 47% al que se refiere el candidato,
unos cuantos miles hacen parte del 1% que más gana, que terminan pagando cero.
Gracias a un estado que
garantiza los derechos, EEUU ha sido uno de los países con mayor movilidad
social, donde prosperan muchos que, verdaderamente, empezaron de cero, y son
muy pocos los desamparados. Pero esto sucede porque una parte de los impuestos
que siempre pagaron todos, se destina a programas de ayuda a los menos
privilegiados.
Y no por arte de magia,
como al parecer cree un candidato.
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