A
pocos días del crucial 7 de octubre, la proeza luce cercana. La victoria de las
fuerzas que conforman la amplia y diversa unidad democrática y progresista se
torna inminente.
Eduardo Liendo. TALCUALDIGITAL
En palabras del joven
líder de la alternativa democrática Henrique Capriles, la infatigable campaña
que encabeza: "Ha sido un recorrido
hermoso, extraordinario, maravilloso, de sonrisas, de esperanzas. Cada
venezolano tiene la llave para abrir la puerta, para alcanzar ese futuro de
progreso. Nada nos va a detener, siempre con la mirada puesta hacia adelante".
Son palabras
pronunciadas ante los reporteros con la sencillez y la franqueza a la que ya
nos tiene acostumbrados. En una emotiva frase que resume su magnífico esfuerzo
confiesa: "Yo dejo el alma en los
recorridos para comprometerme con Venezuela". Con lo cual no sólo hace
ostensible el enorme esfuerzo físico puesto de manifiesto, sino el temple
espiritual que lo impulsa a "entregar el alma" en la faena, en el
camino. No hay demagogia en el gesto, porque es auténtico. El Flaco se las
trae. Se muestra convincente y de allí su vertiginoso arrastre popular.
Son evidentes las virtudes que ha puesto de
manifiesto: vocación de servidor social, honestidad, eficiencia, coraje,
independencia de criterio, juventud y experiencia de gobierno, proyecto
político, capacidad de negociación y algo fundamental en un político de raza:
aspiración de ejercer el poder.
El capitán del equipo, como suele estimarse a
sí mismo Henrique Capriles, ha mostrado con creces tres cualidades
indispensables para desarrollar su admirable campaña: garra, entusiasmo y
tenacidad, hasta límites excepcionales.
Así como ha despertado una gran ola de emoción
y simpatía más allá de la "tradicional" oposición democrática,
también ha llevado el desconcierto y la perplejidad entre los partidarios del
gobierno imperante. El tildado, peyorativamente, de burguesito, majunche,
ninguno, el nadie, resultó ser un competidor formidable. Un flaco David agigantado
frente a un gastado y disminuido Goliat.
A pocos días del crucial 7 de octubre, la
proeza luce cercana. La victoria de las fuerzas que conforman la amplia y
diversa unidad democrática y progresista se torna inminente. A estas alturas
del partido el entusiasmo y la necesidad de cambio son mucho más fuertes que el
miedo que agita como un espantapájaros el caudillo excéntrico.
El joven líder Henrique
Capriles Radonski será el próximo presidente constitucional de Venezuela. El
presidente saliente deberá asimilar la derrota con serenidad. Su existencia ha
tenido muchos días de inusitado protagonismo, pero nada es para siempre. Es la
hora del cambio. El país lo reclama para no perderse. Hay un camino.
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