Es sabido
que el régimen había dejado morir sin miramientos a huelguistas como Pedro Luis
Boitel, Orlando Zapata Tamayo, Wilman Villar Mendoza y otros, pretendiendo
posteriormente sortear la imagen adversa que ello provoca
Eugenio Yáñez. CUBAENCUERNTRO
Curioso que el gobierno de un país que
se ofrece — y es aceptado — como garante para conversaciones de paz entre el
gobierno colombiano y las narcoguerrillas de las FARC, no sea capaz de
reconocer adversarios nacionales internos, convirtiendo a quien disienta en
“mercenario” y “enemigo”, aunque solo reclame derechos elementales que en
cualquier país democrático se dan por garantizados desde el nacimiento.
Casi tres decenas de opositores
cubanos se declararon en huelga de hambre durante más de una semana, reclamando
la excarcelación de Jorge Vázquez Chaviano, un opositor que ya había cumplido
su condena, y el cese de las golpizas y abusos. La huelga de hambre es una
decisión muy discutible, por el riesgo y el deterioro que representa para la
salud de las personas involucradas, y por la cuestionable eficacia de tal
procedimiento frente a una dictadura que no valora en lo más mínimo la vida de
sus adversarios.
Es sabido que el régimen había dejado
morir sin miramientos a huelguistas como Pedro Luis Boitel, Orlando Zapata
Tamayo, Wilman Villar Mendoza y otros, pretendiendo posteriormente sortear la
imagen adversa que ello provoca; y confiando en que la combinación del flujo
informativo internacional y el férreo bloqueo a la información dentro del país, hagan olvidar el hecho en
pocos días. Y contando con la complicidad de “personalidades” como el entonces
presidente brasileño Lula da Silva, que estando junto a Raúl Castro en una
visita oficial en Cuba, comparó públicamente a Zapata Tamayo con los “bandidos”
de su país.
Pero la situación actual era
diferente, y el régimen no podía arriesgarse a que fallecieran varios
huelguistas de hambre reclamando algo tan elemental como la excarcelación de un
prisionero que ya había cumplido su condena, por lo que no le quedó otro
remedio que ceder, tratando de salvar la cara. Por primera vez en más de medio
siglo de tiranía, el régimen cede ante las justas demandas de unos huelguistas
de hambre. ¡Por primera vez!
La dictadura castrista no solo ha sido
capaz de dejar morir a quienes intentaran una huelga de hambre como último
recurso, sino que además siempre ha pretendido ignorarlos y desprestigiarlos, a
través de su maquinaria propagandística, ensañándose contra seres humanos que
no tienen la más mínima posibilidad de defenderse ni de expresar sus puntos de
vista, sus razones ni sus verdades. Es una curiosa manera de entender la “Batalla
de Ideas”, como todas las batallas que gustan al Invencible Comandante, que
solo se pelean cuando no hay adversarios delante, o cuando los adversarios no
están en condiciones de ripostar adecuadamente.
Una furibunda y vociferante campaña
propagandística se desató en las redes sociales del gobierno cubano, donde sus
blogueros se recrearon insultando y denigrando a los opositores que llevaban a
cabo la huelga para llamar la atención mundial contra los desmanes del régimen.
Así, los “compañeros” al servicio del Gobierno acusaron de mercenarios a los
opositores, y pretendían “demostrar” que recurrían a la huelga de hambre en
aras de obtener dineros del “imperialismo”.
Habría que preguntarse si tales
heraldos del castrismo serían capaces de decirles esas mismas frases e insultos
cara a cara a los huelguistas de hambre. Si esos propagandistas de pacotilla
serían capaces de decírselo en su cara a un hombre como Jorge Luis García Pérez
(“Antúnez”) o una mujer como Martha Beatriz Roque Cabello. ¿Se atreverían?
Además de miserables y cobardes, estos
secuaces gubernamentales fueron muy torpes: si algo está más que claro en la
historia de la humanidad es que los mercenarios no buscan morirse en ninguna
circunstancia, puesto que si deciden correr riesgos para obtener dinero es con
la esperanza de disfrutarlo; si hay que morir para obtenerlo, no tiene sentido
ser mercenario.
Cuando se supo de la promesa de
excarcelación del opositor encarcelado que ya había cumplido su sentencia, no
mencionaron eso para nada en las redes sociales controladas por el Gobierno, y
presentaron la noticia como si “los mercenarios” hubieran desistido de
continuar con “el circo”, sin explicar el por qué.
Para más bochorno de los tiranos,
sucedió algo que llevó los niveles de
estulticia gubernamental a los máximos posibles: una doctora del policlínico
“Pasteur”, ubicado en la barriada donde reside Martha Beatriz Roque, aseguró
haber estado en casa de la huelguista, a solicitud de personas de esa misma
casa, y que pudo comprobar que Martha Beatriz hablaba, se levantaba y sentaba,
y caminaba normalmente, algo que debería ser imposible en caso de que una persona
diabética, como la opositora, se hubiera mantenido en huelga de hambre durante
varios días.
Aunque la doctora del policlínico no
lo dijo abiertamente en la televisión oficialista, de sus palabras se
desprendía que lo de la huelga de hambre de la opositora era una farsa, lo que
sin dudas justificaría las acusaciones de “circo” que el bloguerío lacayo lanzó
contra quien ha sido una prisionera política del régimen en dos ocasiones,
simplemente por expresar sus ideas.
Pero otros huelguistas de hambre que
se encontraban en la misma casa que la conocida opositora aseguraron,
tajantemente, que en ningún momento la doctora vio a Martha Beatriz, quien no
salió de su habitación durante la presencia de la galena en esa casa.
Aseguraron también que la doctora en ningún momento habló con la opositora. De
ser así, habría que considerar que la médica mintió escandalosamente, con
intenciones políticas nada decentes, en una actitud que diría muy poco de su
ética profesional y de sus condiciones morales.
Tan pronto como se anunció la
suspensión de la huelga por la promesa del régimen de excarcelar a Vázquez
Chaviano, se pudo conocer que la salud de la opositora se había deteriorado
fuertemente en estos días, al punto de no poder ni dar entrevistas en ese
momento. Entre la posibilidad de que la doctora haya mentido o que la opositora
“actuaba”, no caben dudas: la doctora-comisaria ha resultado miserablemente
mentirosa. ¡Qué estigma y qué triste favor se hizo a sí misma, como profesional
y como ser humano, y al régimen que le lleva a actuaciones como esas!
Finalmente, no hay que confundir esta
victoria de los huelguistas de hambre con un camino fácil o que debe repetirse
en cualquier circunstancia por los opositores, lo que podría conducir al
fracaso. Aquí se dieron determinadas circunstancias: eran varias decenas de
huelguistas sin distinción de grupos políticos, existía una demanda muy
concreta y factible, y la huelga tuvo cierta repercusión internacional, no
tanta como hubiera sido ideal, pero el régimen hubiera pasado un mal rato si
hubieran fallecido algunos huelguistas.
Saquemos de este episodio enseñanzas
positivas y realistas para el futuro. Porque el futuro es nuestro, no de la
dictadura. Aunque ellos afirmen lo contrario.
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