Alejandro Armengol
Hay una diferencia fundamental entre
una protesta, espontánea, violenta y errónea, y una conspiración.
Tras los ataques a varias de las
embajadas de Estados Unidos en el mundo árabe, y la muerte de cuatro
estadounidenses, uno de ellos embajador ante el nuevo gobierno de Libia, hay
una definida intención: no sólo incrementar el odio, la intolerancia y las
divisiones religiosas en la zona, sino incluso trastocar las elecciones
presidenciales en este país.
Una manifestación de odio, impulsada
por el fanatismo, siempre es repudiable. Pero cuando detrás de los hechos está
el objetivo de descarriar un frágil proceso, que de alguna manera intenta
superar la era de dictaduras militares y establecer una relación entre Estados
Unidos y el país en cuestión que no esté definida por el simple hecho de que el
tirano de turno es un aliado a sueldo, se impone una acción y un análisis más
serio que la simple fanfarronería.
En primer lugar se debe aclarar que no
se trata de una cuestión de creencias religiosas, diferencias de ideología y
mucho menos libertad de expresión y valores culturales o democráticos. Otros
ejemplos anteriores que se han mencionado, como lo ocurrido a Theo van Gogh, el
cineasta holandés asesinado en el 2004 por un islamita, no vienen al caso.
La película que ha causado tanto furor
entre los musulmanes no la ha visto casi nadie, al punto que se llegó a afirmar
que no existía. La única referencia es que supuestamente los productores
organizaron dos proyecciones de la cinta en el Vine Theater, un vetusto cine
independiente en Hollywood, el 30 de junio. Al menos eso es lo que dice un
panfleto de promoción del evento, donde aparece una foto de Osama bin Laden.
Una productora desconocida convocó en
el 2011 un casting para una película de aventuras de bajo presupuesto, con el
título de Guerrero del desierto, “un filme de aventuras localizado en el
desierto de Arabia”. Nada más se supo de Guerrero del desierto hasta este mismo
verano. Un usuario de la red de vídeos de You Tube publicó en ella un tráiler
bautizado como Tráiler de la película de Mahoma, de 14 minutos de duración.
Entre las personas que participaron en
su producción se halla Steve Klein, un activista cristiano que dijo el
miércoles pasado que el director fue Sam Bacile, de acuerdo a una información
aparecida en el diario español El País.
En una entrevista telefónica con el
Wall Street Journal el pasado martes, alguien que se identificó como Bacile
había dicho que era un urbanizador de 52 años residente en California. El
periódico añadió que se trataba de la persona que había colocado el avance de
la película en You Tube.
Sin embargo, luego se supo que Bacile
no existía. El jueves las autoridades confirmaron a Associated Press que detrás
de la película se encuentra Nakoula Basseley Nakoula: un copto californiano que
fue condenado hace dos años por un fraude bancario y mantiene lazos con líderes
antimusulmanes de la Costa Oeste.
El nombre de Nakoula Basseley aparece
en documentos judiciales de un tribunal del distrito californiano, en el que se
especifican diferentes alias que ha adoptado, como Mark Basseley, Nicola Bacily
y Malid Ahlawi.
Esos documentos judiciales muestran
que Nakoula fue condenado a 21 meses de prisión o el pago de una multa por
valor de 790,000 dólares por un fraude bancario con cuentas falsas y números de
Seguridad Social falsos.
Guerrero del desierto, ahora con el
título de Inocencia de los musulmanes, una parodia soez del profeta Mahoma, es
un bodrio con un burdo montaje sonoro superpuesto con una intención claramente
ofensiva. Ya los actores que trabajaron en la cinta han denunciado que fueron
engañados y en ningún momento se apareció la palabra Mahoma durante la
filmación.
Lo que se buscaba no era calidad
cinematográfica, sino ofender a cualquier costo. Con ese mensaje contrario al
credo musulmán el pastor Terry Jones de Florida, el mismo que amenazó con la
quema pública del Corán en el 2010, se ha dedicado a promover el video.
Mientras que desde el primer momento
otros políticos republicanos expresaron pesar por la pérdida de vidas
estadounidenses, y han demostrado unidad por el espíritu nacional más allá de
las diferencias partidistas, Mitt Romney se ha empeñado en lanzar ataques
contra del presidente Obama a partir de los hechos, y a tratar de sacar
provecho para su campaña por lo ocurrido.
“Pedir perdón por los valores de
América nunca es el camino adecuado”, declaró Romney. ¿Y cuáles son los valores
de América para Romney? ¿Un video sin calidad alguna, que supuestamente ha
realizado un estafador y promociona un fanático religioso?
Hay que imaginar por un momento una
presidencia bajo Romney, donde cualquier aprovechado o falto de conciencia es
capaz de encender la chispa para un conflicto bélico.
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