Pedro Caviedes. EL NUEVO HERALD
Un dato de las últimas encuestas ha
atizado la curiosidad de los analistas: A pesar de que la mayoría del público
estadounidense no está contento con el desempeño de la economía del país, sí
aprueban la labor del presidente Obama y piensan que está mejor calificado que
Mitt Romney para mejorarla. ¿Cómo puede ser posible? A mí, el resultado me
llena de positivismo. Porque al parecer la ciudadanía no solo se está
despertando en cuanto al tamaño sideral del hueco en que lo dejó el anterior
gobierno, sino en cuanto a la labor plenamente obstruccionista de la Cámara de
Representantes de mayoría republicana, y un Senado que apenas cuenta con una
pequeña mayoría demócrata, insuficiente para pasar leyes, cuando la receta del
día del otro partido es el No rotundo a todo lo que provenga del presidente, y
acudir al filibusterismo para embutir las leyes en infinitos túneles del
tiempo.
Y se dicen los más patriotas. ¿Qué
tiene de patriota que el líder de la minoría republicana en el Senado diga
abiertamente, ante micrófonos y cámaras (ni siquiera en un evento a puerta
cerrada para recoger fondos), que su única tarea es asegurarse que el
presidente no sea reelecto? Yo pensaba que la labor de los congresistas era
asegurarse, luchar, por el bienestar de todos los ciudadanos. No pasarse cuatro
años impidiendo que el presidente sí cumpla con la tarea por la que fue
elegido.
Barack Obama todavía no había jurado
como presidente, cuando ya desde todos los rincones republicanos del país le
lanzaban acusaciones de fundamentalista musulmán, de no nacido en EEUU, de
antiamericano, comunista, socialista, nazi, y todo lo que se les ocurriera para
desprestigiarlo. Por primera vez en su historia la primera potencia del mundo,
ese país al que tantos vienen en busca del sueño de libertad e igualdad que no
es posible en los suyos, el país que libró una sangrienta guerra de secesión en
la que ganó el bando que iba en contra de la esclavitud, el país de los
derechos para todos, había elegido un presidente de la raza negra. Y muchos
republicanos parecían bullir de ira en sus asientos y escaños, como si aquello
fuera lo peor que les hubiese pasado en la vida.
La elección de Barack Obama es
precisamente el ejemplo más grato de lo que este país representa, y resulta que
muchos de sus ‘representantes’ no lo soportaron.
Otra característica del comportamiento
de algunos miembros (la mayoría) del GOP, durante estos años, ha sido su
constante batalla por mantener los beneficios, léase reducción de impuestos y
desregulación, al pequeño porcentaje de la población que representan los
multimillonarios, o la dictadura de las corporaciones. Ese quizá es el aspecto
que más me impresiona de esta coyuntura. Algunos han llegado a afirmar que no
disminuirían un 99% del gasto público, contra un 1% de aumento en impuestos,
precisamente al 1%. Prefieren que el 99% de los ciudadanos sufra, con tal de no
aumentarle un dólar al 1% que más tiene. O prefieren engañar al público con
falacias como aquello de los paneles de muerte (¿dónde están que no los veo?),
con tal de impedir una ley de salud que beneficia a la ciudadanía, y restringe
los abusos económicos y las maneras crueles de las aseguradoras, que no eran
capaces de cubrir siquiera a un bebé que nacía enfermo. O niegan el cambio
climático, para no perjudicar a sus sagradas petroleras.
El Tea Party surgió ante el desastre
de Wall Street, el estallido de la burbuja inmobiliaria y el crecimiento
exorbitante del déficit, que se forjó en el gobierno de George W. Bush. Pero
resulta que para ellos las políticas que están erradas son las del presidente
Obama, y quieren volver, con Romney, a las de Bush, quintuplicadas. Un sin
sentido absoluto. Pero es que desde que Obama está en la presidencia, para ellos
no existe peor mal que el Estado.
Es tan absurdo todo esto, que tenemos
a un gobernador republicano en la Florida interesado en pasar leyes que
restrinjan el voto a las minorías que se inclinan por los demócratas, aduciendo
un fraude que, si no se ha dado cuenta, quienes lo han perpetrado han sido
congresistas y miembros de su partido. ¿O es que son muchos los demócratas que
están siendo investigados por las boletas ausentes de Hialeah? Y eso, no
olvidando que fue en este estado donde se produjo el escándalo que le dio la
presidencia a uno de su partido.
El último capítulo de esta saga
absurda es la negación de las encuestas (¡incluso las de Fox News!)
precisamente cuando ya no están a favor de Romney.
¿Se estará forjando un nuevo fraude?
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