Guillermo Descalzi. EL NUEVO HERALD
Ha muerto el pacto de la democracia
americana, ese por el cual cada cuatro años el perdedor acepta al ganador y lo
deja trabajar, insistiendo en sus posiciones y ayudándolo como oposición leal.
Si no ha muerto está, al menos, suspendido.
En nuestro pacto la respuesta
automática a la derrota, aquella que en inglés se llama el default option, está
o debiese estar de acuerdo a lo que pide Reinhold Niebuhr, teólogo de inicios
del siglo XX, en su Oración de la Serenidad. ‘Señor’, escribió, ‘concédeme
serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que
pueda, y sabiduría para distinguir entre lo que debo aceptar y lo que necesito
cambiar’. La traducción es mía. Habla de serenidad, aceptación, valor y
sabiduría, a los que yo añado conciencia para evitar o disminuir el sufrimiento
de otros. Esto último provoca la columna de hoy.
Tenemos que tomar conciencia de las
posibles reacciones en la extrema derecha en caso de que Romney gane y en caso
de que pierda la elección. Podría perderla por su falta de verdad. A la verdad
en el comportamiento humano la llamamos autenticidad. Romney es inauténtico al
punto de sentirse vergüenza por él. Es poco probable que nuestro electorado
premie su falta de autenticidad con la presidencia. No nos creo tan densos, y
probablemente no sea electo, pero he aprendido a no menospreciar nuestra
capacidad para errar. Si es electo llevará al partido y el país a nuevos
extremos de rechazo a quienes responsabilizan por nuestra decadencia, los
indocumentados, latinos, negros, liberales, feministas, gays y demás. Su
reacción a la elección de Obama en el 2008 fue de un rechazo tan total que
borró la decencia en su actuar. Su rechazo lo explicaron desde un inicio como
estrategia para evitar su reelección. No tendrán esa excusa si es reelecto
porque no hay tercer mandato en la presidencia.
Ausente la reelección como motivo de
su rechazo, lo que harán es volcar odio sin disfraz y para eso hay que
prepararse. Gentes como Limbaugh, autoproclamado doctor en democracia, y Glenn
Beck, autoproclamado defensor de la divinidad en política, azuzan a sus oyentes
y seguidores preparándolos como Jim Jones a su feligresía para beber el veneno
de su Kool Aid en el suicidio colectivo de noviembre del 78 en Guyana. En este
año 2012 nuestra ultraderecha está llenando de veneno a los suyos,
preparándolos para su regreso apoteósico, o su derrota también apoteósica si
gana Obama. ¿Cómo reaccionarán si pierde Romney? Cuando pierda, si pierde, sus
acciones de los últimos cuatro años indican que pasarán a una rabia sin
disfraz, irrestricta. Su reacción no será, ciertamente, como la de aceptación
de los partidarios de Al Gore cuando la presión de la derecha le dio su
victoria a Bush en la disputada elección del 2000. Ganen o pierdan, todo indica
que la ultraderecha seguirá con su rechazo.
Lejos de ella estará la serenidad de
la que habla Reinhold Niehbur, y en su ausencia soltarán prejuicios y temores
sobre todo lugar y nivel de vida, en toda situación y campo de acción. Su
desestabilización tocará al mundo, como ya lo viene haciendo. La derecha más
extrema excusará su acción como consecuente con la defensa del plan de Dios
para los suyos, una defensa que los puede llevar a validar cualquier acción
contra el gobierno anti religioso, dicen, de Obama. Podrían provocar
descontento y disturbios.
Es por eso que dedico esta columna a
hablar de ello. Espero que no ocurra, y mientras más se traiga esta posibilidad
a la conciencia, menos chance habrá de que ocurra. Guerra avisada no mata
gente, y quiero avisar. Hay que tomar conciencia, darse cuenta que los
discursos y declaraciones incendiarias de gentes como Beck y Limbaugh, Michelle
Bachmann, Todd Akin y demás, buscan no solo promover la victoria de Romney.
Buscan también darle a los suyos más rabia si ganan, y llevarlos a actuar si
pierden.
Es posible que se den acciones que
dejen chiquito el rechazo de los últimos cuatro años, empezando con
desobediencia civil, culminando en acciones políticas y sociales, económicas,
cibernéticas, y demás. Podrían promover tal abismo de insolvencia que se
generen movimientos sociales que justifiquen una represión gubernamental que, a
su vez, provoque una escalada contra las autoridades en una rueda de retroalimentación
contra el gobierno federal.
La posibilidad está allí, es real. Hay
quienes ya han tratado de hacerlo. Si Romney gana la elección extremarán sus
campañas represivas sobre quienes responsabilizan por la decadencia del país.
Hay que tomar conciencia de estos escenarios. Podrían desarrollarse así, y el
caos podría estar a vuelta de esquina. Necesitamos rescatar el Pacto Americano.
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