Pedro Caviedes. EL NUEVO HERALD
En alguna ocasión leí una frase tan
cierta como obvia: Es más fácil destruir un puente que construirlo. Mientras
que construirlo puede llevar años, para destruirlo apenas pueden necesitarse
unos segundos. Lo que estoy diciendo es muy obvio. No lo diría sino fuera
porque al parecer, una gran parte del público estadounidense no se ha
percatado.
Durante ocho años completos la
economía de Estados Unidos fue destruida sistemáticamente, cual si se tratara
de uno de esos edificios que vemos demoler, cayendo en cámara lenta, piso por
piso. No puede esperarse que en la mitad del tiempo, cuatro años, se erija
completa una economía tan próspera, como la que fue destruida tan eficazmente,
durante los ocho años a los que me refiero.
Pero si a la reconstrucción le sumamos
la obstrucción despiadada por parte de quienes la destruyeron, el tiempo aún
será más largo. Así, lo que ha logrado el presidente Obama (pasar un estímulo
que contuvo la caída, creó millones de nuevos empleos y comenzó la
recuperación; salvar la industria automotriz; reducir el costo de los préstamos
estudiantiles; optimizar la calidad del medio ambiente; pasar una ley de salud
que dará bienestar a millones; dar de baja a Osama Bin Laden y terminar la
guerra en Irak, entre otras) es más meritorio. Al fin y al cabo, ¿cómo movemos
un bloque con un tractor, si del otro lado tenemos otro tractor empujando en la
dirección contraria?
Estas son algunas de las explicaciones
que nos han dado diversos miembros del Partido Republicano para cada problema:
El enemigo no son los mafiosos que
trafican y matan en las fronteras, sino los latinos. El enemigo no son los
terroristas de Al Qaida, sino los musulmanes. El enemigo ha llegado a ser hasta
el propio presidente de Estados Unidos, y por esto el rechazo hacia todas sus
propuestas, así sea una que anteriormente defendió ese partido.
El problema del presupuesto no fue que
recortaron billones en impuestos a los más ricos mientras declararon dos
guerras de trillones con dinero prestado, sino que en éste se incluyen ayudas a
los más necesitados. No hay niños que nacen en la miseria y sin oportunidades,
sino que todos los pobres son flojos. Durante ocho años no se administró de una
forma nefasta el estado, sino que el estado es el culpable de todos los males.
No pasó que no se exigió el cumplimiento de la ley a algunos inversionistas y
banqueros, sino que exigirles que la cumplan es de comunistas. No pasó que
reinó la corrupción entre un gran número de esos inversionistas, banqueros y
corporaciones, sino que atacar esa corrupción, es darle una estocada al corazón
del sistema americano. No hay que reformar el sistema educativo, sino que hay
que despedir profesores. No es que el anterior sistema de salud desprotegía a
millones de personas, sino que la salud es un negocio, y los negocios son
implacables con las personas.
El problema del desempleo es no
haberle recortado más los impuestos y las regulaciones a los dueños de las
corporaciones. El cambio climático no existe, porque la Biblia no lo menciona.
Los homosexuales no merecen los mismos derechos que el resto de los ciudadanos.
Los niños que crecieron en este país porque sus padres los trajeron, tienen que
largarse con ellos. Así se pudran los cultivos, los inmigrantes que los recogen
deben ser expulsados. Las mujeres no tienen derecho a la misma paga que los
hombres. Las anticonceptivas deben ser prohibidas. En una violación ‘legítima’,
el cuerpo de la mujer posee un mecanismo de defensa, que no permite que la
mujer se embarace.
Así, mientras en la convención
republicana se habló de hacer mucho, escondiendo el cómo, en la demócrata se
esgrimieron los datos y se mostraron los logros alcanzados. Mientras la
convención republicana se enfocó en el odio hacia el candidato del otro
partido, la demócrata se enfocó en la admiración y el respeto hacia su propio
candidato.
Mientras en una se escondía el récord
como gobernador de su candidato Romney, en la otra se mostraba con orgullo el
récord del presidente Obama. Y, mientras en una el ex presidente de las toldas
de un partido, Bill Clinton, tenía un lugar privilegiado con discurso de más de
una hora y vítores, en la otra se trató de mencionar lo menos posible, el
nombre de su ex presidente más cercano.
Qué diferencia.
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