Óscar Díaz. LA RAZON
Los sumisos corderos del Presidente
han salido a disparar contra la prensa. Mansos y tranquilos estaban, pastando
como siempre en la huerta del Palacio, hasta que a uno de ellos se le encendió
la lamparita — de querosén — y decidió que había que defender al humilde
campesino que les da de comer. El silencio de los corderos no era lo mejor y
llamaron a gabinete. “Vamos a decir que
le tergiversan sus palabras, que lo malinterpretan, que los medios son unos
malditos (entiéndase, malintencionados) con
el pastor”.
El pastor tiene dificultades para
comunicarse. Y sus corderos, que se le han descarriado y fueron a la
universidad, saben que esos años de estudio hoy les sirven para pastar con holgura
en el Palacio. Aun así, están dispuestos a sacrificar sus títulos, sus lanas,
sus cueros, su alma si fuera necesario, porque la tienen, con tal de que nadie
toque a su amo. Cándido rebaño, un amor de fieles. Dicen que dijo que dijo: los
corderos tienen el don de la palabra. De la palabra traducida.
Da flojera analizar lo que el
Presidente dijo, sabiendo que lo que dijo en verdad es lo que quiso decir, o
no, no es lo que quiso decir y tampoco lo que sus corderos dicen que dijo. Da
flojera, también, porque los analistas — otros que lo tergiversan todo — han
analizado lo dicho al derecho y al revés.
En un Estado laico, dijo un amigo, la
Iglesia no puede tener tanto poder. ¿Por qué tras el anuncio de un proceso
contra la católica ANF, de golpe y porrazo aparecen como calumniadores del
Presidente dos medios “intrusos”, entre los tantos que publicaron la jerigonza
en cuestión? Dios, o al menos Noé, debe estar detrás de esto, o ¿qué pito tocan
los corderos en esta monada de judicialización? Monada no, manada de lobos que
le mordisquean al pastorcito sus palabras y las deforman a gusto y placer.
“Espíritu
de piara, señores (por los corderos),
hay que defender al pastorcito (que tiene dificultades para comunicarse)”.
Tan lindos.
Cualquiera diría que lo hacen por flojos,
por la ociosidad del cordero al que se le acabó el pasto y no tiene más ideas
(no todos los días se enciende la lamparita en la huerta) que plantear un
juicio penal contra tres medios, conocedores de que las leyes de enfrente
todavía dicen que vivimos en democracia y que, por tanto, rige la Ley de
Imprenta, en justicia la que debería aplicarse a los medios malditos.
Claro, los corderos no son tontos: a
hurtadillas del pastorcito han ido a la universidad. Y, profesionales de la
horticultura, habiendo entregado su alma por la ley antirracismo, tienen
permiso para pensar que la vigorosa Ley 045 sirve para pisotear a la envejecida
Ley de Imprenta. Vivimos en una sociedad que no respeta a los mayores.
Es más, como el ladrón cree que todos
son de su condición, toman por borregos a los bolivianos cuando alegan que su
actitud de ninguna manera implica un resquebrajamiento de la libertad de
expresión. Entonces, el insistente ataque a la prensa no alineada al
oficialismo es un invento de algún trasnochado y, ¡por la Pachamama!, no existe
mala intención en la huerta. Así, llevar a la justicia ordinaria a tres medios
(un hito en la historia democrática del país) no es persecución, sino un acto
de absoluto respeto a las libertades.
Audaces como los conocemos, la épica
de la censura pareciera ser el objetivo;
y la presente, una batalla dentro de la gran revolución para acabar con
los atropellos del periodismo.
La gloria se acerca. Los corderos
disparan contra la prensa y el pastorcillo valiente puede decir lo que quiera:
a los medios ya les tiembla la mano cuando deben (es su deber) informar sobre
sus palabras.
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