Un análisis de las diferencias entre ambos movimientos populares las ofrece el corresponsal de El Mundo, Eduardo Suárez. EL FANTASMA reproduce el artículo a despecho de un futuro comentario sobre el movimiento Occupy Wall Street.
Un movimiento inspirado en los indignados españoles gana tracción en Estados Unidos. Al principio se proponían ocupar Wall Street. Ahora empiezan a extenderse por ciudades como Boston, Seattle o Washington. Sus métodos y sus reivindicaciones son similares. Pero es hora de establecer algunas características que diferencian las protestas de EEUU de las españolas.
Anticapitalismo sin complejos
La acampada de Sol nació como una explosión plural de hartazgo ciudadano. Sus detonantes fueron la corrupción política y la injusticia del sistema electoral. Los indignados neoyorquinos, en cambio, apuntan desde el principio contra las entidades financieras, a las que Washington rescató con dinero público en otoño de 2008. Sus soflamas son económicas: critican los sueldos de los banqueros y culpan a Wall Street de los recortes que se avecinan. Sus propuestas son difusas. Pero la mayoría están lejos del posibilismo de los primeros días de Sol.
Progresiones opuestas
Los indignados neoyorquinos han arrancado de menos a más. Con la acampada de Sol ocurrió justo lo contrario. El movimiento español se benefició de la primavera madrileña y de la pasividad gubernamental. Pero sus primeros días fueron los más populosos y los más fructíferos. El embrión en Nueva York fueron unas 200 personas y la policía les apartó de su objetivo inicial: ocupar el entorno de Wall Street. La prensa local ignoró las protestas durante las primeras semanas y sólo las detenciones del puente de Brooklyn las han convertido en un movimiento popular.
El descontento con Obama
Las acampadas españolas contenían un mensaje transversal contra el bipartidismo. Las de Estados Unidos son la expresión del descontento con la gestión de la Casa Blanca. Entre sus miembros no hay militantes conservadores. Sí extremistas antisistema y jóvenes que votaron en 2008 por Barack Obama. Muchos se confiesan decepcionados por su gestión. Alguno dice que se parece demasiado a Bush y explica que votar es un acto irrelevante. Habrá quien diga que Obama está en una posición similar a la de Zapatero. La diferencia es que el presidente español no aspira a la reelección.
El respaldo de los sindicatos
Las acampadas españolas se distanciaron desde el principio de los sindicatos y acusaron a sus líderes de ser cómplices de los desmanes de los dos grandes partidos. Los neoyorquinos, en cambio, han forjado con ellos una alianza coyuntural. Los indignados se benefician del poder de convocatoria de los sindicatos y ellos utilizan a los acampados para intentar que Obama gire a la izquierda durante la campaña electoral. El ala izquierda del Partido Demócrata empieza a hacer guiños a los acampados y Obama el jueves dijo que comprende su indignación.
La influencia del Tea Party
Desde el triunfo de Obama, las calles en EEUU han sido patrimonio casi exclusivo de los conservadores, que se han levantado contra las políticas del presidente. El movimiento ha arrastrado a la derecha a los republicanos y ha generado un clima político muy polarizado. Ahora la izquierda intenta en la calle algo similar.
Las acampadas españolas arrancaron como una enmienda a la totalidad. En Nueva York, en cambio, las pancartas apuntan a Rupert Murdoch, a la banca y a los tiburones de Wall Street. Por ahora apenas hay propuestas concretas. Pero el magma podría destruir a Obama o ayudarle a movilizar a su electorado en torno a un programa más transformador. Siempre y cuando las protestas sobrevivan al frío del otoño.
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