domingo, 16 de octubre de 2011

En Cuba los indignados están reprimidos

Mario J. Viera

En un mensaje que por Twitter transmitiera Yoani Sánchez preguntó: "¿Cuándo vamos a indignarnos públicamente los cubanos? ¿Cuándo vamos a entender que aquí hay miles de razones para indignarse?". Respondiendo a nombre de los Castro, Iroel Sánchez en su blog La Pupila insomne afirmó que en Cuba “la indignación llegó al poder el Primero de Enero”
La indignidad se apoderó del poder el 1 de enero de 1959 y se ha mantenido en él con la represión, la cárcel para los opositores y la cultura del temor.
La indignación está en las calles de cualquier ciudad, pueblo o poblado cubano; se hace patente en las guardarrayas de nuestros campos venidos a menos; está en el corazón de cada cubano. Se siente, se adivina, se muestra, todavía en silenciosos gestos y en la respuesta de la oposición.
La indignación en Cuba está reprimida.
Muchos motivos hay, miles, como dice Yoani, para expresar en Cuba la indignación. La ruina de toda la economía por los métodos totalitarios y autoritarios empleados en su conducción. Su sistema económico es un total fracaso.
Los voceros del régimen condenan el neoliberalismo pero aplican políticas similares al neoliberalismo, aunque imperfectas, tratando de salvar, no la economía, sino su propio poder como clase nueva y parasitaria. El neoliberalismo puede reformarse, el socialismo de economía centralizada no admite reformas, requiere ser demolido y arrojado a la basura.
En el mundo de la economía libre, la juventud protesta exigiendo empleos. En Cuba el desempleo crece se incrementa con las medidas del gobierno, los salarios son miserables y no cubren las necesidades mensuales de abastecimiento. La juventud del mundo se muestra indignada por la corrupción de muchos políticos. En Cuba se sufre la corrupción generalizada en todos los estratos del poder, el indigno acaparamiento de privilegios por generales y altos funcionarios del gobierno castrista.
La juventud del mundo se indigna no por la falta de libertad que todos gozan y que les permite manifestarse públicamente. En Cuba un día estallará la indignación por la falta de libertades de palabra, opinión y manifestación.
Alardean de apoyo popular y rechazan la opinión crítica, despliegan en las páginas de sus periódicos controlados las manifestaciones de indignados en España, Estados Unidos y en la mayor parte de los países de economía libre y se restriegan las manos de gozo imaginando el fin del sistema capitalista; pero olvidan que el pueblo piensa, que el pueblo compara lo que se puede hacer en otros países que no está permitido en el propio.
Cuando el primero de enero de 1959 llegaron al poder los barbudos de la Sierra Maestra, el cubano pensó que se abría un siglo de felicidad y de progreso; pensó que se acabarían los abusos, que se acabaría la corrupción, que sus destinos como nación serían regidos por la pisoteada Constitución de 1940; pensó en fin que cesaría la politiquería y que no habría más presos políticos.
El pueblo fue sometido al opio de la propaganda comunista y entregó su fuerza a la disposición de un reducido grupo de aventureros; cuando despertó de su aletargamiento se encontró con las manos atadas y amordazado y se pudo ver a sí mismo como un eunuco cívico, sin coraje para protestar abiertamente, desamparado, sin apoyo, sin nuevos conductores. Guardó para dentro del pecho su indignación y se resignó a su suerte y depositó toda su esperanza en la emigración.
Pero todo tiene su tiempo. La indignación no puede encerrarse eternamente en la prisión del temor y entonces estallará y se hará clamor. Quizá el ejemplo de los indignados allende los mares le sirva al cubano como acicate para expresar su propia indignación.
La indignación en Cuba está reprimida pero,  ¿por cuánto tiempo más?

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