miércoles, 12 de octubre de 2011

Indignados

Pedro Caviedes. EL NUEVO HERALD.

Indignados. Creo que no hay mejor palabra para describir, no solo el movimiento que se forja a la vuelta de Wall Street en un parque, sino lo que muchos ciudadanos del mundo sentimos. Indignados. Indignados por la descarada desregulación que convirtió a la bolsa de Nueva York en un casino, donde todos pierden menos la casa, los bancos; que sí pierden, claro que pierden y en grande, pero han socializado las pérdidas, y el gobierno los rescata. Demasiado grandes para caer. Too big to fail.
Indignados. Indignados porque mientras más de medio Estados Unidos lucha por salvar sus casas, por pagar las cuentas del mes, un grupo minúsculo tiene todas las ventajas de los gravámenes, los salvan, la ley no los regula, se pagan comisiones estrambóticas, los CEO ganan cien veces más que un empleado normal y despiden a cien, a mil, antes que bajarse el sueldo. Indignados. Con un sistema que favorece a una sola clase, que es dueña de un partido, que solo hace lo que a ellos les conviene. Indignados del abuso, de las mentiras, del descaro, de la forma como repleta sus discursos un partido, ignorando que aquella ideología que predican, y que ya practicaron, fue un completo fracaso.

Indignados por la gente que se muere porque no tiene para pagar una medicina en el país más rico del planeta, por la gente que se va a bancarrota con las cuentas de un hospital que el seguro no pagó, que el seguro no cumplió su promesa, porque en un artículo minúsculo, en una letra que no se lee ni con lupa, tenía mil restricciones. Indignados porque un oficinista cancela el examen que recomendó un doctor, con todos los diplomas y especializaciones, para salvar una vida. Indignados por los colegios públicos que han tenido que despedir profesores, por los bomberos y los policías despedidos, héroes inocentes de las malas prácticas de la clase dirigente y sus socios de las corporaciones. Indignados porque no se premia al motor del empleo que son las pequeñas y medianas empresas, y sí se le brindan toda clase de exenciones a los que trasladan sus fábricas a otras naciones donde pagan una miseria a los empleados.

La mejor noticia de los Estados Unidos en los últimos años no fue señalada por los medios norteamericanos, hasta que la policía de Nueva York se llevó a la gente a garrote. Yo la leí por primera vez en un periódico de España, busqué y rebusqué en los diarios neoyorquinos, en la prensa de Miami y de Washington y de Los Ángeles, en los canales de noticias por cable. Nada. Indignado también recordando el espectacular despliegue, la espectacular plataforma de medios y relaciones públicas, que se le dio al Tea Party. No importa.
La gente ha despertado del letargo. La gente ya no lo soporta. El abuso tiene límites. La gente está alzando la mano y diciendo, esto no es una dictadura, esto es los Estados Unidos de Norteamérica, a pocos metros hay una señora que llegó de París alzando triunfante una antorcha, y su nombre lo dice todo: la Estatua de la Libertad. Y la libertad no se negocia en los Estados Unidos de Norteamérica.
Dicen que no piden cosas específicas, los indignados de Wall Street que ya comienzan a aparecer en otras ciudades. No. No es que no pidan nada específico, es que tienen tanto por pedir, por reclamar, por cambiar, que la lista es enorme. Los acusan de estar mal vestidos. Cien, doscientos, no sé cuántos, señores de saco y corbata y zapatos de mil y dos mil dólares, llevaron a este país al borde del abismo. Cien, doscientos personajes de saco y corbata, quebraron, robaron, acabaron con la esperanza, con el sueño de miles de personas, y siguen tan orondos, acusando a los indignados, sin que siquiera un fiscal de barrio les haya preguntado por su responsabilidad en los acontecimientos que pusieron a medio mundo en jaque.

En la tierra donde se crearon todas las herramientas que en otras partes del mundo están tumbando tiranos, la nación de los gobiernos que han peleado, luchado, contra todos los tiranos del planeta, la nación que ha cobijado a millones de asilados políticos, de perseguidos, la nación de los derechos humanos, de la libertad de expresión, de prensa, de culto, el barco guía del mundo libre, la tierra de la democracia, la ciudad que una vez al año da hospedaje a todos los líderes del planeta, la ciudad donde tiene su residencia Naciones Unidas, ¿no va a permitirle a la gente su legítimo derecho a expresar su descontento pacíficamente?
Sigan adelante. Indignados.

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