Odelín Alfonso Torna
LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -Siete meses y catorce días fue tiempo suficiente para que el régimen opresor de Cuba, volviera a separar a la líder y fundadora de las Damas de Blanco, Laura Pollán, de su esposo, Héctor Maseda, excarcelado con licencia extrapenal el 12 de febrero de 2011. Laura falleció a las 7:45 de la noche, el viernes 14 de octubre, en el hospital capitalino Calixto García.
Nuevamente la muerte llega de modo extraño al movimiento pacifista cubano; como fabricada en algún laboratorio castrista. La de Laura, nos hace recordar las extrañas circunstancias que rodearon otras muertes recientes, como las de Miguel Valdez Tamayo, Orlando Zapata Tamayo, Adrián Leiva y Wilfredo Soto, explicadas oficialmente de modo poco creíble.
La muerte no sorprendió a Laura Pollán. Anduvo con ella durante sus más de siete años de lucha pacífica, esperando la señal en un arresto violento o en una golpiza perpetrada por las porras gubernamentales; actos que no consiguieron denigrarla ante un pueblo que dejó de creer en los embustes oficiales.
En los siete días que Laura Pollán estuvo reportada de muy grave, en la sala de terapia intensiva del hospital Calixto García, los esbirros de Raúl Castro ensayaron infructuosamente todo tipo de maldad. Incluso, dilataron el diagnóstico de su repentina enfermedad y privaron a la Dama de Blanco de un acompañante.
¿Por qué no se permitió un familiar acompañante de Laura en la sala de terapia intensiva del hospital Calixto García; como se hace en los hospitales capitalinos Hermanos Ameijeira, Luís Díaz Soto o el Nacional, por sólo citar algunos? Hubiera sido un modo simple y humano de ayudar a disipar cualquier duda sobre el origen de la enfermedad y mostrar que el gobierno no tenía nada que ocultar. ¿Por qué la Seguridad del Estado necesitó tres ambulancias para trasladar el cadáver de Laura Pollán a la morgue y trató de impedir que Héctor Maseda y su hija Laurita lo acompañaran? ¿Qué querían esconder ante la mirada de decenas de opositores que gritaban: ¡asesinos!?
Seguramente los artesanos de la muerte tienen en proceso de edición los partes médicos grabados en presencia de familiares y amigos de Laura Pollán; incluso el del jueves 13 de octubre en horas del mediodía, en el que participó vía telefónica el médico norteamericano de origen alemán, Henning Gaissert, neumólogo del hospital clínico quirúrgico docente de Boston, en Massachusetts.
Querrán mostrar ante el mundo que la medicina cubana hizo lo posible por “traerla de regreso” a los actos de repudios o a las caminatas por la Quinta Avenida capitalina. Dirán, probablemente seguro, que la hipótesis sobre la inoculación de gérmenes en el organismo de Laura es otra calumnia, una “farsa de los mercenarios del imperio, montada para justificar una agresión norteamericana o de la OTAN contra Cuba.
No es difícil imaginarse otra muerte de laboratorio, enmascarada por los medios oficiales, con historia clínica -o cínica- firmada por galenos a sueldo.
¿Tiene algún sentido que la prensa oficial –que tanto la vilipendió- no hable sobre la muerte de Laura Pollán? ¿Acaso están preparando un expediente delictivo póstumo, que demuestre que Laura era una delincuente? O esperan los resultados de las pruebas del Instituto de Medicina Tropical, que nunca llegaron?
No podrán esconder que manipularon los partes médicos y la causa de muerte de Laura Pollán, incluso el lugar, la hora y la duración de su velatorio. De eso fuimos testigos directos más de 300 personas.
Quienes convierten su temor en odio, creyeron que la muerte de Laura Pollán terminaría con el movimiento Damas de Blanco, pero se equivocan. No lograron acabar con la oposición matando a Zapata Tamayo y El Estudiante, otras dos muertes bien fabricadas.
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