Tania Díaz Castro
Paisaje urbano que hubiera podido tener La Habana como este de Tokio
LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org – Nuestro José Martí dijo: ¨Estamos firmemente resueltos a merecer, solicitar y obtener su simpatía –la de Estados Unidos-, sin la cual, la independencia sería muy difícil de obtener y mantener¨. No obstante, el empecinamiento de un dictador, su terquedad y delirio de grandeza, han hecho que los cubanos no podamos vivir en un país próspero desde hace más de medio siglo.
Ahora dice la prensa oficialista, en un artículo titulado La industria que podríamos tener, publicado en Juventud Rebelde el 13 de octubre, que si no fuera por el “bloqueo” que mantiene el gobierno norteamericano contra la isla, todo hubiera sido diferente.
Yo lo veo de otro modo. Para mí, más claro ni el agua: Si en vez de arrimarse a la URSS, desmoronada por sí misma, por ley de la vida, por sus propias ineficiencias, el dictador cubano hubiera tenido la visión de nuestro Apóstol, con la ayuda de Estados Unidos, Cuba contaría hoy con una buena industria de productos exportables y de consumo nacional y tendríamos los cubanos una vida mucho mejor que la que padecemos.
Pero sus caprichos, siempre han estado por encima de las necesidades de nuestro pueblo, hambreado y cansado del castrismo. ¿Qué le importa a Fidel Castro que no podamos acceder a créditos internacionales, al mercado norteamericano, que las importaciones sean desventajosas para nosotros y se hagan desde lejanos países, que Cuba sufra la pérdida de clientes latinoamericanos; en fin, que Cuba pierda todos los millones de dólares que dice Juventud Rebelde?.
Lo importante para el dictador son sus criterios, obsoletos y erróneos desde el primer día.
El artículo abunda en ejemplos: “La industria sideromecánica de Cuba, encargada de sectores estratégicos para el país, sufrió una afectación de 106 226 500 dólares, entre 2010 y 2011, como consecuencia del bloqueo”. Habría que agregar, que lo que él llama “bloqueo” lo provocó el mismo con la guerra desatada por su revolución contra Estados Unidos, anunciada ya en 1958, en una carta que enviara él a la guerrillera Celia Sánchez.
El resultado de esa guerra personal ha sido un Embargo Comercial, impuesto -de forma lógica y justa- por el país ofendido, agredido, despreciado y odiado por el dictador.
Una solución al conflicto entre Estados Unidos y Cuba sería que el gobierno castrista reconozca, de una vez y por todas, que sólo a través de la libertad y la democracia puede Cuba inspirar respeto y recibir ayuda, no sólo de Estados Unidos, sino de otros países libres del mundo. Oportunidades y gestos de buena voluntad de parte de diferentes administraciones norteamericanas, a través de los años, no han faltado.
¿Podría esto suceder? ¿Podría el octogenario dictador aceptar sus errores al final de sus días, al menos pedir perdón al pueblo que ha convertido, por sus caprichos, en uno de los más miserables del mundo? ¿Sería capaz de hacerlo, como gesto de amor y de buena voluntad hacia nuestros descendientes?
Ojalá. Si lo hiciera, daría el primer paso para limpiar su conciencia, antes de que la inexorable muerte toque a su puerta.
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