Adolfo Pablo Borrazá
Sala de hospital cubano
Centro Habana, La Habana, 6 de octubre de 2011, (PD) He visitado por estos días varios hospitales capitalinos. Tengo amigos y familiares que por adversidades de la vida estuvieron y están internados en esas clínicas por diferentes dolencias.
Las obligadas visitas a estos centros me hicieron recordar el famoso documental “Sicko”, del cineasta norteamericano Michael Francis Moore.
En dicho documental, el director, de quien conocemos su postura izquierdista y su visión crítica hacia la globalización capitalista, las grandes corporaciones, la invasión a Irak, deja entrever el excelente sistema de salud que supuestamente tenemos los cubanos.
Como un visitante especial, Moore no desaprovechó la oportunidad que le brindó el gobierno cubano de filmar su documental en varios hospitales de La Habana.
El cineasta considera que el sistema de salud cubano es una bofetada para la primera potencia mundial.
Como tengo el beneficio de reportar este trabajo in situ, es por eso que desde esta página emplazo al señor Moore para que regrese a la isla y ruede otro documental, pero con más justicia y menos falacia.
¿Cómo es posible que alguien que no haya vivido un mes en este país pueda deducir a través de unos cuantos minutos de filmación, que nuestro sistema de salud está entre los mejores del mundo?
¿No pudo o no quiso darse cuenta Moore que parte de su documental vio la luz del día porque consolidaría un sector que año tras año el régimen castrista ha presentado como un logro?
Sería bueno que el cineasta me acompañase a los hospitales donde tengo a mis conocidos y parientes. Le recomendaría que llevase contigo buena cantidad de pañuelos para limpiarse la boca debido a los interminables vómitos que tendrá provocados por la fetidez y putrefacción que tienen los baños de estas clínicas.
Que guarde su asombro si ve las sábanas mugrientas, destrozadas y malolientes de los hospitales que no visitó para su famoso documental.
También le suplico paciencia si observa la poca profesionalidad de enfermeras, doctores y paramédicos. Eso es algo común en Cuba.
No debe enfurecerse con nuestros gobernantes si en un agotado análisis ve como los pacientes, adoloridos y resignados, prefieran la muerte ante tanta falta de medicamentos en farmacias y hospitales que supuestamente les curarán de sus enfermedades.
Si el cineasta de veras quisiera ganar otro Oscar con sus documentales, debería internarse al menos dos días en cualquiera de las clínicas donde no rodó su trabajo. Probablemente correría a Guantánamo (base naval, preferiblemente), donde le negaron (según “Sicko”) asistencia médica a varios rescatistas de los atentados terroristas del 11 de septiembre, para implorar que le atiendan, sin importar el costo.
A juzgar por su coraje y sinceridad, lo invito a diagnosticarse en cualquier policlínica de mi ciudad. Casi seguro que el malestar que lo aqueja, no será descubierto por los galenos de este país. Posiblemente le prescriban, dengue, gripe o influenza AH1N1, algo que está de moda por acá.
Pero si lo que desea Moore es que lo examinen verdaderos médicos cubanos, no es necesario que venga, sólo debe tomar algún vuelo a países como Venezuela, Bolivia y Nicaragua. Es allí donde radican nuestros galenos. En la isla, solo hay aprendices de matasanos venidos de terceros y cuartos países.
Nada, que bien pudiéramos rodar “Sicko 2”. Quizás en esta segunda temporada dejen de calificarlo un “gordo blanco y estúpido”, y demuestre concienzudamente que no “odia a América”.
Así de sencillo, tan volátil y elocuente que suele ser Michael Moore en sus documentales, es necesario un regreso al paraíso médico. Donde la salud por ser gratis, se convierte anodina e ineficaz, gracias a eso.
El sistema de salud cubano está en terapia intensiva. Cayó en un estado de coma irreversible. Si no me cree el señor Moore, que vuelva y vea con sus propios ojos.
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