Tania Díaz Castro. PRIMAVERA DE CUBA.
Batalla de la Loma de San Juan, Santiago de Cuba
Tan fuerte fue el impacto emocional que sufrió el gobernante cubano Fidel Castro con algún suceso relacionado con personas de origen norteamericano, que en sus 84 años de vida jamás ha podido superar el trauma.
El suceso pudo haber ocurrido en su niñez, cuando su padre trabajaba para una importante empresa agrícola de Estados Unidos, o cuando fue de luna de miel a New York con su esposa Mirtha, o tal vez cuando le negaron el permiso de ofrecer un discurso político en Cayo Hueso, donde mismo lo había hecho nuestro Apóstol, José Martí, un siglo antes.
Muchos son los cubanos que se preguntan por qué este dictador se ha obstinado día a día en sembrar su odio a todo lo que huela a Estados Unidos en la mente del pueblo que gobierna.
Su obstinación ha sido como tapar el sol con un dedo. La historia de la emigración de Cuba bajo su mandato lo ha demostrado, así como los éxodos y la solidaridad que reciben en su tierra todos aquellos que pudieron escapar del comunismo castrista.
A pesar del poder que ejerce como todo autócrata totalitario, le ha sido muy difícil ocultar cómo fue en realidad la evolución y el desarrollo económico que tuvo la isla a partir de 1898, cuando los Estados Unidos participaron en gran medida no sólo en sacar al país de la ruina, el hambre y las epidemias, sino sobre todo, en terminar con una guerra que no parecía tener fin.
Theodore Roosevelt Batalla Loma de San Juan |
Cuba, con menos de un millón de habitantes, sólo disponía de una minoría ─ alrededor de 20 mil ─ para hacerle frente al ejército más poderoso que vio el continente americano, compuesto de 200 000 soldados españoles.
Los actuales libros de textos escolares que tratan sobre la historia de Cuba, fueron editados y asesorados por Fidel Castro. Sus autores se desconocen. En ellos, soslayan de manera virulenta cómo los Estados Unidos se empeñaron, además de resolver el grave problema del saneamiento, en rehabilitar la agricultura y la industria azucarera, labores en las que participaron junto a ellos los cubanos, con gran entusiasmo.
Leonardo Wood |
Omiten dichos textos castristas que el general Leonard Wood pudo lograr, en sólo dos meses, enterrar más de mil cadáveres de personas y animales, abandonados sobre todo en la provincia oriental, que en La Habana y en Santiago de Cuba miles de personas necesitaban urgentemente ayuda, y que gracias al gobierno interventor de los Estados Unidos obtuvieron alimentos y medicinas suficientes, algo que pudo controlar que se propagasen las epidemias.
Es más, ni siquiera se ha querido reconocer que las inversiones norteamericanas fueron necesarias para lograr salir del caos económico en que España había dejado a Cuba. El propio José Martí lo reconoció cuando dijo: “Estamos firmemente resueltos a merecer solicitar y obtener su simpatía — la de Estados Unidos —, sin la cual, la independencia sería muy difícil de obtener y mantener”.
En 1902, el Gobierno Interventor decidió abandonar la isla y declararla independiente. Firmó entonces un tratado de reciprocidad comercial, con el fin de que los cubanos contaran con todo lo necesario para continuar el rápido avance de su desarrollo económico. Este tratado, prácticamente desapareció en 1961, con la implantación del socialismo en Cuba, sistema que en cincuenta años no ha favorecido al país para el avance de su economía, a pesar de la tendencia del régimen al parasitismo, primero por su dependencia con la desaparecida URSS y actualmente con Venezuela.
Los cubanos, aquellos que reciben ayuda económica desde Estados Unidos, no entienden por qué el anciano dictador insiste en llamar a ese país nuestro principal enemigo, por qué sus Reflexiones siempre demostraban su viejo shock traumático, como consecuencia de su incapacidad de respuesta adecuada para superarlo.
Según cálculos conservadores, más de un 60% de la población cubana sobrevive con las llamadas remesas familiares, enviadas de Estados Unidos, las que ascienden a más de mil millones de dólares anuales, algo que jamás ha divulgado la prensa castrista, y mucho menos que los “mulos” traen de Miami alimentos, ropa y otras necesidades de consumo doméstico, algo muy parecido a lo que ocurrió a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando Cuba, como ahora, se encontraba arrasada, hambrienta y necesitada de ayuda.
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