Daniel Shoer Roth. EL NUEVO HERALD
Todo comenzó en un puesto de frutas y verduras.
Mohamed Bouazizi, vendedor ambulante tunecino, había sido humillado públicamente por un agente de policía que confiscó su cosecha. Para protestar por la arbitrariedad de las autoridades, en diciembre pasado, el joven de 26 años se inmoló, inspirando el levantamiento Primavera Arabe.
De Túnez a Inglaterra, de España a Israel, masas de jóvenes como él se han volcado a las calles a fin de condenar la injusticia social, la escasez de vivienda costeable, el desempleo, la acentuada brecha entre ricos y pobres, y el oligopolio de los capitalistas de camarilla.
Los estadounidenses no se han mantenido ajenos a este nuevo orden – o más bien desorden – mundial. Bajo el manto de “El Sueño Americano ha sido robado”, el movimiento Ocupemos Wall Street se ha propagado en un santiamén por varias ciudades del país. Sus partidarios han llamado a 99 de cada 100 norteamericanos a manifestarse contra las corporaciones financieras controladas por el restante uno por ciento de la población.
Miami, capital de la indiferencia, por el momento se ha mantenido inerte, aunque un pequeño grupo de activistas podría ponernos en el mapa de esta incipiente revolución nacional.
Muhammed Malik, activista nacido en Miami de padres cachemires, se ha dedicado a plantar en los últimos días las semillas de Ocupemos Miami, versión local del movimiento neoyorquino que ya cuenta con casi 6,000 seguidores en Facebook. Se han congregado en dos ocasiones, y tienen pautado un mitin multitudinario en el Parque Bicentenario para el 15 de octubre, día que se vislumbran protestas a escala nacional.
“Vemos a los políticos aquí y es un sistema dominado por las corporaciones. Si quieres un cambio debes contratar cabilderos”, comentó Malik, de 29 años y desempleado.
“La gente nos está diciendo que nunca ha tenido un espacio para hablar libremente y decir: ‘quizás podemos hacer algo’”, agregó. “Lo estamos tomando a paso lento para construir esto y hacerlo bien”.
Históricamente, Miami ha sido una ciudad en la cual los movimientos sociales ciudadanos se desvanecen como arena en el viento. Según Bruce Nissen, profesor de Estudios Laborales en la Universidad Internacional de la Florida, esta apatía responde a dos factores.
Primero, la ciudad es transitoria, es decir, los residentes llegan y al cabo de un tiempo se mudan. Por eso no hay instituciones bien arraigadas en la comunidad. Por otra parte, como la población es muy diversa cultural y étnicamente, y oriunda de tantos países, se hace más difícil la labor de unificación de los diferentes grupos en torno a una causa para el bienestar colectivo.
Pareciera que olvidáramos que el Condado Miami-Dade tiene una de las tasas más altas de desempleo y subempleo de la Florida; que somos la zona cero de los embargos hipotecarios; que hasta hace poco entre Fisher Island y Liberty City yacía la disparidad de ingresos más marcada de la nación entre ricos y pobres.
¿Llegaremos los miamenses a “ocupar” las embajadas de Wall Street en la Avenida Brickell? ¿Iremos a protestar al pie del ayuntamiento de los gobiernos municipales que han desangrado nuestras cuentas de ahorros para inflar las pensiones de sus altos funcionarios? ¿Nos instalaremos frente al Capitolio estatal para exigir que los legisladores restituyan los fondos al programa Medicaid y a las escuelas públicas?
La experiencia de las protestas durante el congreso del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en el 2003 sin duda nos dejó un mal sabor por la brutalidad policial. Sin embargo, la sublevación ciudadana reciente contra el aumento de los impuestos y el clientelismo en el gobierno condal, logró su propósito con la revocación del ex alcalde de Miami-Dade, Carlos Alvarez, y la comisionada Natacha Seijas.
Debido a la profundidad de esta crisis económica, Nissen es cautelosamente optimista acerca del futuro de Ocupemos Miami. Su éxito, no obstante, dependerá de la capacidad organizativa de sus líderes.
“Esta vez, todas las comunidades han sido azotadas por la alta tasa de desempleo y la creciente desigualdad económica entre el 99 por ciento y el uno por ciento”, precisó.
Es hora de que llegue la primavera a Miami. Es hora de que los miamenses reclamemos por las cosechas que nos han confiscado.
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