Mario
J. Viera
El pasado jueves, 30 de mayo,
inopinadamente, Donald anunció vía Twitter su decisión de imponer cargas
tributarias a todos los productos procedentes de México que entren en Estados
Unidos bajo la exigencia de que ese país ayude reducir el número de inmigrantes
indocumentados que llegan desde Centro América hasta la frontera sur
estadounidense cruzando el territorio mexicano en largas caravanas.
“El
10 de junio, Estados Unidos impondrá un arancel del 5% en todos los bienes que
entran a nuestro país desde México, hasta el momento en que los inmigrantes
ilegales que vienen a través de México hasta nuestro país, se DETENGA. La
tarifa será incrementada gradualmente hasta que el problema de la Inmigración
Ilegal se remedie…”, tuiteó Donald Trump. El pretexto para imponer tales
cargas presupuestarias, lo dejó dicho, al siguiente día escribiendo en su
cuenta de Twitter: "México se ha
aprovechado de Estados Unidos durante décadas. Debido a los demócratas nuestras
leyes de inmigración son malas (¿Habrá olvidado a Ronald Reagan y a George
W. Bush?). México ha hecho una fortuna de
los Estados Unidos por décadas, pueden solucionar este problema fácilmente. ¡Es
hora de que finalmente hagan lo que se debe hacer!" Y dijo más Trump: "México debe recuperar su país de los
cárteles y los narcotraficantes. Los aranceles son tanto para detener el
tráfico de drogas como de migrantes ilegales". No propone un diálogo
con vistas a la solución de ese conflicto, no envía a sus asesores ni
representantes del Departamento de Estado a establecer un consenso con el
gobierno de México para la solución del conflicto. Trump solo dicta un ultimátum,
sin siquiera haberlo comunicado previamente por escrito al gobierno de ese país.
Un claro caso de extorción.
Sí, Trump olvidó la Ley de Reforma y
Control de Inmigración (IRCA) firmada por Ronald Reagan el 6 de noviembre de
1986; olvidó lo que entonces dijera Reagan: "Las futuras generaciones estadounidenses estarán agradecidos por
nuestros esfuerzos para recuperar humanamente el control de nuestras fronteras
y con ello preservar el valor de uno de los bienes más sagrados de nuestro
pueblo: la ciudadanía estadounidense".
Casualmente, Donald Trump dio a conocer
que el próximo 18 de junio iniciará su campaña presidencial para el 2020, algo
que, en realidad, ha estado haciendo reiteradamente. Trump no ha dejado de
estar en campaña electoral. Es evidente que su propuesta de frenar la
inmigración masiva mediante sanciones económicas a México es parte de su
paquete de campaña dirigida a su base política, predominantemente xenófoba, en
especial, hacia los hispanos. Así lo entiende también Adolfo Laborde, profesor
de relaciones internacionales e investigador de la Universidad Anáhuac (México)
en declaraciones que le hiciera al canal de noticias de televisión ruso RT: “Como [Trump] no tiene una estrategia política que le pueda ayudar, está viendo a
México como una opción electoral en
un primer momento y como una acción de presión política para nuestro país para
poder ceder en ciertos temas”. Así también lo ve el director del medio
digital SDPnoticias, Federico Arreola cuando anota: “El presidente de Estados Unidos simplemente quiere un compromiso claro
del gobierno de México en el sentido que Trump piensa más le beneficia en
términos electorales. Un simple, contundente y reiterado ‘nos comprometemos a
resolver ya el problema de la migración ilegal, haciendo todo lo que sea
necesario para lograrlo’ habría bastado”.
Trump no se detiene a pensar en las
consecuencias, que esa sanción económica impuesta sobre México, pudieran
resultar sobre la transparencia de la economía estadounidense. Su objetivo es
alcanzar la reelección y esquivar cualquier intento de Impeachment en su
contra.
Y las consecuencias, todas son negativas.
La revista Forbes expresó, tan pronto se conociera la amenaza de Donald Trump: “La bolsa de Nueva York registró una fuerte
caída, golpeada por los temores de que la sorpresiva amenaza arancelaria del
presidente Trump a México podría llevar a la mayor economía del mundo a una
recesión”. De hecho, tal como se reportó en el diario español El País, Wall Street recibió el
anuncio del gravamen general con una caída superior al 1% en tres de sus
índices, aunque los valores más castigados fueron los de la industria
automotriz. Jay Timmons, director general de la Asociación Nacional de la
Industria Manufacturera de Estados Unidos, declaró: “Estos aranceles propuestos tendrían consecuencias devastadoras sobre
las fábricas de Estados Unidos y sobre los consumidores estadounidenses. Hemos
llevado nuestras inquietudes a los niveles más altos del gobierno, y los
exhortamos vehementemente a considerar cuidadosamente el impacto de esta medida
sobre las familias trabajadoras de todo el país”.
Por su parte, Neil Bradley, vicepresidente
ejecutivo de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, declaró: "Imponer aranceles en bienes provenientes de
México es exactamente la decisión equivocada. Estos aranceles los pagarán las
familias y empresas estadounidenses si no se hace algo para resolver los
problemas reales en la frontera. En lugar de ello, el Congreso y el presidente
necesitan trabajar juntos para solucionar los problemas serios en la frontera”.
La Cámara de Comercio de EE UU está considerando demandar a la Administración
Trump. En sus declaraciones, la Cámara de Comercio advierte que los aranceles
pueden ser un obstáculo para la ratificación del tratado comercial,
México-Estados Unidos-Canadá.
En medio de este contexto se produce la
carta de AMLO a Donald Trump. López Obrador no salió a convocar a sus
seguidores a una concentración popular de rechazo al ultimátum de Trump,
agitando conceptos nacionalistas como había acostumbrado hacer Fidel Castro; no
le respondió a Trump manifestando su rechazo al imperativo de la Casa Blanca
mediante el empleo de la concisión de un twitter. AMLO recurrió a un medio más
decoroso: una comunicación por escrito dirigida al Presidente de Estados
Unidos.
André Manuel López Obrador no es persona
en especial que cuente con mis simpatías; sin embargo, he leído y hasta releído
su misiva y sacado mis propias conclusiones al respecto. En mucho, concuerdo con
los criterios expresados por Federico Arreola en su artículo “La carta de AMLO a Trump: brillantemente
escrita, pero no llega al fondo del problema”. Ciertamente considero que es
una carta brillantemente escrita, pero también que es un documento redactado
con gran decoro. AMLO ante Trump actuó como un estadista, empleando un lenguaje
mesurado y al mismo tiempo, admonitorio y firme.
No hubo diálogo antes de que Trump
tomara tan irresoluta decisión y advierte López Obrador que no busca la
confrontación, porque “ante cualquier
conflicto en nuestras relaciones, por graves que sean, se recurra al diálogo y
actuemos con prudencia y responsabilidad”. Consejo que no admitirá el
residente de la Casa Blanca, como tampoco admitirá la sugerencia que AMLO le
hace: “le propongo profundizar en el
diálogo, buscar alternativas de fondo al problema migratorio [...] Creo que los hombres de Estado y aún más los
de Nación, estamos obligados a buscar soluciones pacíficas a las controversias
y a llevar a la práctica, por siempre, el bello ideal de la no-violencia”.
Intenta argumentar con los
antecedentes históricos en las relaciones de México y Estados Unidos, habidas
entre Benito Juárez y Lincoln o entre Lázaro Cárdenas y Roosevelt. Y aunque es
cierto lo que al respecto señala Federico Arreola: “¿Hablarle a Trump de Juárez y Lincoln? Al primero, el presidente
norteamericano probablemente no lo conoce. El segundo, seguramente le tiene sin
cuidado”; pero AMLO le restriega en la cara a Trump, los principios
democráticos que este pisotea, el derecho a la libertad de palabra; el derecho
a la libertad de cultos; el derecho a vivir libres de temores; y el derecho a
vivir libres de miserias; ¿No es acaso el reconocimiento de esos derechos sobre
lo que se fundamenta la democracia estadounidense? AMLO, no grita, no vocifera
consignas nacionalistas, AMLO rememora lo que parece olvidar el mandatario
estadounidense. Así, simplemente.
Trump es patológicamente reacio a
cualquier solución inteligente del fenómeno de la migración masiva, que ve como
invasión, como turbas de criminales. “Los seres humanos no abandonan sus pueblos
por gusto, sino por necesidad”, le aclara a Trump y le expone una solución a
esas masivas caravanas de migrantes. ¿Quieres resolver este conflicto? Pues opta
por “la cooperación para el desarrollo y
ayudar a los países centroamericanos con inversiones productivas para crear
empleos y resolver de fondo este penoso asunto”. Mucha culpa ha tenido
Estados Unidos para que en esos países de Centro América estén en tales
precarias condiciones que impulsan a sus ciudadanos a optar por la emigración
con el historial de dictadores apoyados por las diferentes administraciones estadounidenses,
principalmente republicanas, durante el periodo de la guerra fría y el sostén a
la poderosa United Fruit que hizo de aquellos países verdadera Repúblicas
Bananeras. “los problemas sociales no se
resuelven con impuestos o medidas coercitivas”, le advierte AMLO a Trump.
Sin embargo, ¿qué le importa a Trump esos problemas sociales si ni siquiera se
preocupa por los existentes en casa?
¿Por qué el ultimátum? “Usted sabe también que nosotros estamos
cumpliendo con nuestra responsabilidad de evitar, en la medida de lo posible y
sin violentar los derechos humanos, el paso por nuestro país”. ¡Sin
violentar los derechos humanos! No como ocurre bajo la administración de Trump
en Estados Unidos: “¿Cómo convertir de la
noche a la mañana al país de la
fraternidad para con los migrantes del mundo en un gueto, en un espacio cerrado, donde se estigmatiza, se maltrata,
se persigue, se expulsa y se le cancela el derecho a la justicia a quienes
buscan con esfuerzo y trabajo vivir libres de miseria? La Estatua de la Libertad
no es un símbolo vacío”. Aunque
Arreola emplea una sátira sobre esto diciendo: “Para el colérico gobernante de aquel país (Estados Unidos), la Estatua de la Libertad es solo un
atractivo turístico que genera divisas, venta de camisetas y llaveros y algo
que mejora el paisaje para desarrollos inmobiliarios caros”.
No obstante, López Obrador, bajo una
fórmula de cortesía y respeto, le da a Trump un repentino gancho de izquierda
al hígado, “¡Uf, eso duele!” habrá tal vez exclamado Trump: “Con todo respeto ─ le dice ─, aunque tiene el derecho soberano de
expresarlo, el lema “Estados Unidos primero” es una falacia porque hasta el fin de los tiempos, incluso, por
encima de las fronteras nacionales, prevalecerán la justicia y la fraternidad
universales”.
Dice AMLO que no busca confrontación,
que no la quiere, pero le advierte: “recuerde
que no me falta valor, que no soy cobarde ni timorato, sino que actúo por
principios: creo en la política que, entre otras cosas, se inventó para evitar
la confrontación y la guerra. No creo en la Ley del Talión, ni en el ‘diente
por diente’ ni en el ‘ojo por ojo’ porque, si a esas vamos, todos nos
quedaríamos chimuelos (es el que le falta uno o más dientes) o tuertos”. Es decir, que, si le obligan
a la confrontación, él no será timorato y no le quedará más remedio que ambos,
Estados Unidos y México se queden chimuelos o tuertos. Arreola considera que
López Obrador no contestó “de manera proporcional a las amenazas de Trump”, y afirma:
“Al presidente López Obrador le faltó decir con toda claridad que cada medida
comercial de Estados Unidos que no favorezca a México será respondida con
absoluta firmeza, esto es, que estamos más que dispuestos a entrar en la guerra
comercial que él quiera. Y si ello le va a costar sufrimiento al pueblo de
México, también generará desempleo y desequilibrios económicos en la sociedad
estadounidense. El “ojo por ojo”, pues. Frente a los bravucones no hay de otra”.
No obstante, de que esto es así, el tema quedó implícito en la carta firmada
por López Obrador.
El penúltimo párrafo de la carta de
AMLO, en mi opinión, al igual que en la de Arreola, fue un desacierto. No debió
pedirle a Trump audiencia para el secretario de Relaciones Exteriores de México,
Marcelo Ebrard. Como ha señalado Arreola: “¿Tenía
sentido que el presidente de México pidiera al de Estados Unidos, ‘si para ello
no tiene inconveniente’, instruir a sus funcionarios a atender a un grupo de
representantes (del gobierno de México), encabezados por Marcelo Ebrard...?”, quienes
viajarían a Washington “con la intención
de llegar a acuerdos ‘en beneficio de ambas naciones’. ¿Es decir, Marcelo va a
la capital de Estados Unidos sin cita? ¿Solo a sentarse por ahí a la espera de
que alguien le abra un espacio para empezar a dialogar? ¿Y si no lo reciben?
¿Si la dan largas?”
Lo que Trump debiera saber es que en
Andrés Manuel López Obrador hay una buena cuota también de populismo y que
dentro del pueblo mexicano existe un potencial enorme de nacionalismo. Debiera
prestar oídos a lo afirmado por Jesús Seade, vicecanciller para América del
Norte y negociador comercial mexicano: “Es
algo desastroso, esa amenaza llevada a la acción sería gravísima (...). Si llegará a suceder debemos responder en
forma enérgica. No nos vamos a quedar cruzados de brazos hasta el 10 de junio.
Habrá que hablar duro con ellos y decir: ‘no se vale’”. O a lo que dijera José
Antonio Meade Kuribreña, excanciller mexicano y excandidato presidencial del
PRI en 2018 en un tuit: “Frente a la
amenaza de @realDonaldTrump cerremos filas. La soberanía y dignidad de México
nunca ha estado ni debe estar sujeto a negociación. Todo el apoyo. La soberanía
y dignidad de México nunca ha estado ni debe estar sujeto a negociación. Todo
el apoyo. ¿Creerá Trump que hacer pagar más a los americanos por sus
importaciones de México resolverá el problema de la migración?"
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