Tania Quintero
Ya no creo
en nada o casi nada de la oposición cubana, a no ser cuando un disidente
fallece por culpa del régimen, como Miguel Valdés Tamayo en 2007 y Orlando
Zapata Tamayo en 2010. Los dos eran negros, pero a pesar de sus apellidos
Tamayo, no estaban emparentados.
Sobre esos pinchazos recientes a Antonio G.
Rodiles y su mujer, Ailer González, todo indica que forman parte de la misma
serie de aguijonazos que la policía política desde hace un tiempo viene
realizando a Damas de Blanco y activistas de derechos humanos.
Cuando Rihanna estuvo en La Habana, un
fotógrafo cubano que trabaja para una agencia extranjera también fue pinchado,
para que no tomara fotos de la cantante, aunque en este caso deben haberlo
hecho guardaespaldas privados. Pero que se sepa, a ninguno de los
pinchados hasta la fecha en Cuba, les ha pasado nada.
Y nadie había viajado a Miami, a hacerse un
chequeo médico para cerciorarse de que no le inocularon una sustancia mortal,
como sí le hicieron al escritor búlgaro Georgi Markov, en 1978, en Londres.
Veintiocho años después, con el ruso Alexander Litvinenko, ex oficial fugitivo
de la KGB, fueron más sofisticados: le echaron polonio radioactivo a un té que
se tomó en un hotel londinense.
Volviendo a Cuba. A mí me dejó con dudas la
muerte de Laura Pollán, en 2011. Dicen que le cortaron un mechón de pelo para
mandarlo a analizar, pero como la incineraron, todo se quedó en sospechas. En
2012, lo de Oswaldo Payá tiene indicios de haber sido un accidente provocado.
Tal vez me equivoque, pero en estos
momentos, el régimen no se siente amenazado por los actuales grupos disidentes:
ninguno es capaz de movilizar miles de personas, organizar sindicatos poderosos
o asociaciones nacionales de artistas, escritores e intelectuales.
En La misión, relato de ciencia ficción
publicado en el blog Desde La Habana, luego de narrar diversas maneras
empleadas por la Seguridad del Estado para eliminar disidentes y periodistas independientes,
Iván García ponía en boca de un seguroso:
“Cuando no exista gente molesta, empezará
el cambio. Crearemos varios partidos opositores y en las provincias
de La Habana y Matanzas, por su cercanía con Varadero, habrá
un sistema capitalista. El que quiera vivir en el capitalismo no tendrá
que lanzarse al mar, pide permiso a una comisión que a tal efecto crearemos y
en 90 días le darán respuesta. Cuba será un país con dos sistemas, como
China. Habrá juego democrático, estado de derecho, poder legislativo y
oposición, todo bien controlado por nosotros. Nos haremos socios comerciales de
Estados Unidos, y Obama, o el que esté en la presidencia, tendrá
que levantar el bloqueo. Un plan perfecto”.
Ciencia ficción aparte, creo que esas
diversas maneras de matar relatadas en La misión, más que a una disidencia
débil y sin poder de convocatoria, el régimen las emplearía contra aquéllos que
dentro de sus propias filas intenten serrucharles el piso. No olvidar que el
castrismo, directa o indirectamente, ha estado detrás de la muerte, por
suicidio, accidente o fusilamiento, de hombres y mujeres con grandes
historiales revolucionarios.
Además de no tener arraigo popular, la
disidencia cubana se ha convertido en un ‘bisne’,
últimamente competitivo, con la aparición de nuevos grupos con nuevos
llamamientos y planes para presentar a los americanos y obtener Grants. Según
he sabido, hay disidentes que en eso son supercreativos y en la antigua Sección
de Intereses, a menudo presentaban proyectos que les reportara Money. Me
imagino que ahora, al ser Embajada, presentarán muchos más proyectos.
Para que los dólares no dejen de llegar,
los disidentes tienen que inventar, exagerar, hacer paripés y tratar de estar
siempre en el candelero, con entrevistas y declaraciones a los medios, sobre
todo los de la Florida, que es de donde procede buena parte de los fulas.
El día que los disidentes dejen de estar
pegados a la teta del dinero, proceda de una vaca americana o europea, es
cuando se sabrá quiénes son los que de verdad están dispuestos a acabar con la
autocracia verde olivo e instaurar en la isla una sociedad desarrollada,
democrática, tolerante, con libertad de expresión y reunión, y respetuosa hacia
los seres humanos y el medio ambiente.
Los disidentes debieran dejarse de tantas
fotos y videos y de tanta viajadera al exterior. Debieran proponerse crecer,
dejar de ser cuatro gatos. Sumar ciudadanos, acercándose a ellos en sus
vecindarios, escuchando sus problemas y necesidades. Y a partir de ahí, pedir
reivindicaciones realistas y concretas: más comida, más viviendas, más
transporte público, mejores salarios, mejores hospitales, mejores escuelas e
internet para todos (y no conexiones limitadas y costosas como ese wifi en
calles y parques), entre otras.
Quienes recorren sus barrios y hacen colas
en panaderías, bodegas, carnicerías, cogen guaguas y ven cómo viven los que no
reciben remesas, saben bien que a la gente no le importa si hay presos
políticos y si se respetan o no los derechos humanos.
Porque lo que la gente quiere es poder
desayunar, almorzar y comer como dios manda. Que en su casa no falte jabón,
desodorante, champú, detergente… Vestirse decentemente y usar zapatos cómodos.
Mejorar su vida después de 57 años de escasez y penurias, que es lo que el
barco Hermanos Castro ha traído al pueblo cubano.
Tania Quintero
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