Mario J. Viera
¡Ah, magnífico, el
gobierno de Trump ha anunciado nuevas medidas restrictivas contra ¿el gobierno
castrista?! “London Bridge is falling down, /
falling down, falling down”. ¡Perfecto, ya está todo resuelto, en cuestión de
semanas el castrismo se derrumbará! ¡Se prohibieron los cruceros a Cuba! Se
prohibieron también los viajes de barcos de pasajeros, buques recreativos y
aeronaves privadas (no de aerolíneas) desde Estados Unidos a Cuba. En
consecuencia, como informa la Oficina de Industria y Seguridad del Departamento
de Comercio (BIS), “los aviones privados y corporativos, los cruceros, los
veleros, los barcos de pesca y otros aviones y embarcaciones similares en general
tendrán prohibido ir a Cuba”. Medida inteligente, medida magistral, con esto se
mantendrán “los dólares estadounidenses fuera del alcance de los servicios
militares, de inteligencia y de seguridad cubanos”. Esta última aclaración es
válida, es bueno no facilitarles a los represores de la seguridad del estado
obtener divisas con las cuales fortalecer sus órganos de control sobre la
población. Sí, señor, el Puente de Londres se está cayendo, / se está cayendo,
se está cayendo...
¡Se está cayendo desde abril de 1961! ¡Se está
cayendo desde octubre de 1962! ¡Se está cayendo desde diciembre de 1991! ¡Se iba
a caer definitivamente en 1996 después de la aprobación de la Ley Helms-Burton!
Pero qué difícil es cortar esa palma vieja que no la hacen caer, ni el hacha,
ni huracanes, ni tornados, ni siquiera cuando el comején la infestó en 1991,
cuando todos pensaron “¡Ahora sí se quiebra y cae!”
No, pero ahora sí, ahora sí se va a caer la palma
vieja, finalmente el Puente de Londres se caerá, se caerá, se caerá, se caerá,
es que nunca antes hubo en Estados Unidos un super héroe como Donald Trump que
ha decidido prohibir los viajes de cruceros a Cuba los que, por tantos e
incontables años, fortalecían el poder económico del castrismo, pero... ¡coño!
si los cruceros viajan a Cuba desde hace muy pocos años, si el primero de ellos
arribó al puerto habanero ¡el lunes 2 de mayo de 2016! ¡Hace solo tres años!
Antes de esa fecha, desde la costa norte de la isla, se les veía, a lo lejos,
cuando navegaban por el Canal Viejo de Bahamas, y a la gente les dio por llamar
“elefante blanco” a aquel crucero,
que veían pasar de vez en vez.
En 1991 comenzaba la etapa más crítica que hubiera
jamás conocido el régimen de Fidel Castro. La caída del bloque soviético
representó el golpe más duro que antes hubiera recibido, mucho más. demoledor
que los efectos que sobre su economía pudiera haberle afectado el embargo
estadounidense. El efecto dominó. que hacía caer uno tras otro los gobiernos
comunistas de Europa Oriental, no llegó hasta el Caribe. Castro impuso un
sistema rígido de control sobre la economía descargando sobre las espaldas del
pueblo todos los rigores del que sería llamado Periodo Especial en tiempos de
paz con miras a la supervivencia de su régimen.
En Estados Unidos gobernaba el republicano George
H. W. Bush (20 de enero de 1989-20 de enero de 1993). Un presidente que no dudó
en recurrir a la acción directa sobre países donde los interese geopolíticos de
los Estados Unidos estuvieran bajo amenaza. Ya en 1989, Bush había enviado una
fuerza de 24 mil soldados sobre Panamá para derrocar a un aliado incondicional
de Fidel Castro, el general Manuel Noriega, no tanto por su alianza con el
castrismo sino por la amenaza que el gobierno de Noriega significaba para un
interés vital de los Estados Unidos, el Canal de Panamá. El 16 de enero de 1991,
Bush lanzaría la Operación Tormenta del Desierto para desalojar a las fuerzas
iraquíes que habían invadido a Kuwait desde el 2 de agosto de 1990. Mientras
tanto, observaba lo que pudiera ocurrir en la isla, Cuba entonces había dejado
de ser una amenaza directa hacia la seguridad nacional del gigante del norte.
Con propósitos electorales, el 23 de octubre de 1992, Bush firmó la Ley
Torricelli que antes había tenido su oposición, pero en aquel momento le
convenía recibir el voto de los cubano-americanos de la Florida. La palma
lograba mantenerse en pie; el Puente de Londres no caería.
En 1996 a impulsos del representante republicano de
ascendencia batistiana, Lincoln Díaz Balart, el Congreso de los Estados Unidos
aprueba la ley Helms-Burton que endurecía y codificaba el embargo y ratificada
por el presidente demócrata Bill Clinton luego del derribo de dos avionetas de
Hermanos al Rescate, sobre aguas internacionales por aviones Mig de las Fuerzas
Aéreas del castrismo. En nada afectaría esa ley la pervivencia del régimen de
Castro y solo sirvió como pretexto para condenar a largas penas de prisión a 75
activistas opositores y periodistas independiente. Con el surgimiento del
chavismo, Castro recibiría una importante contribución de Venezuela que le
permitiría salir del desastroso periodo especial.
Donald Trump, que necesita imprescindiblemente
ganarse los votos electorales del estado de la Florida, activa el título III de
la Helms-Burton, que las administraciones anteriores jamás activaron, y ahora
se decide por implementar las nuevas medidas de presión económica sobre La
Habana. Es cierto que Venezuela está en crisis y su asistencia en el suministro
de petróleo al régimen de Raúl Castro también se encuentra en crisis, pero lo
único que pudiera ocurrir malo para Cuba, es que ya el régimen castrista está
llegando al umbral de un nuevo periodo especial, cuyos efectos se descargarán
sobre los cubanos. El régimen continuará sobreviviendo. Ante las escaseces que
se pudieran producir por las medidas electoralistas de Trump, no es probable,
no existen indicios que lo demuestre, que se produzca una explosión social en
contra del castrismo. Sin liderazgo político que encause la resistencia
antisistema, los actos de protestas espontáneos serán solo chispazos de vida
breve. La oposición al castrismo no ha llegado hasta las entrañas del pueblo,
no ha sabido generar un movimiento movilizador, solo sus dirigentes están
vueltos hacia el exterior.
Una nota especial: Donald Trump anunció que a
partir del 18 de junio iniciará su campaña electoral con vista a su reelección.
¡Ya está en campaña! Y como está en campaña busca que su base política se
nuclee a su alrededor; ¿acaso no dictó contra México medidas de restricción
económica como la imposición de elevados aranceles a los productos provenientes
de ese país? En su lógica politiquera, se encuadran perfectamente sus nuevas
restricciones impuestas sobre Cuba. En definitiva, ¿se caerá, gracias a Trump,
el Puente de Londres? Quien lo crea que siga soñando que hasta es posible que
Peter Pan exista.
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