Gilberto Dihigo / martinoticias.com. 22 de junio de 2011
De todos los inventos del castrismo en su medio siglo de poder absoluto dentro de la isla el más abominable, despreciable y vergonzoso es el mitin de repudio, la exaltación suprema a las bajas pasiones de la turba sodomizada por la ideología del régimen.
En realidad la paternidad del acto de perseguir, acosar y usar la violencia contra un grupo humano indefenso fue del Imperio ruso contra los judíos. Esa acción se llamó pogrom, Luego Stalin lo retomó y por supuesto Hitler utilizó métodos más refinados con los “Einsatzgruppen” que exterminaba a sus víctimas.
En todos los casos la policía se quedaba sin accionar frente a esos depredadores iluminados por una mortífera y agresiva ideología. No hace falta sumar dos más dos entonces para saber de dónde buscó la inspiración el Comandante, quien admiró en su juventud al fascista italiano, el “Duce” Mussolini y al dictador español Primo de Rivera, para organizar este engendro que ensombrece mas este periodo de la historia de Cuba.
Fidel Castro entusiasmado por sus famosas marchas del pueblo combatiente reconoció de manera pública en un discurso de mayo de 1980 como conseguía llenar las calles de “fervientes” seguidores. Vale aclarar que aquellos que no asistían a esos febriles maratones caían en desgracia con el CDR, el Sindicato o cualquiera que supervisara su presencia.
“Fueron ciertamente las organizaciones de masas. Claro que las masas tienen sus líderes políticos, y las masas tienen su Partido; no andamos con hipocresía de ninguna clase, pues igual que aquí estamos, estamos en todo; no andamos haciendo ficciones, ¡no andamos haciendo ficciones! Estamos unidos, y tenemos un Partido, tenemos una Dirección.”, aseguró Castro.
Es fácil saber que la dirección del Partido, el Partido y todo en Cuba lo dirigen los hermanos Castro, quienes idearon, organizaron y aúpan a estas turbas que por fortuna no tienen la aprobación generalizada de toda la población. El cantante Pedro Luis Ferrer en una entrevista concedida al periodista independiente Reinaldo Escobar analizaba ese terror patrocinado por el estado contra sus adversarios.
“Aquí se han entronizado círculos de poder con una elevada cultura de violencia, tienen las herramientas para aplicar esa violencia y mucha ascendencia sobre la sociedad a través del chantaje y de un pasado común de errores. ¿Qué es un mitin de repudio, donde unas personas golpean a otras porque piensan diferente? Allí van esas personas a las que le han metido en la cabeza esas idea de que 'nacimos para vencer y no para ser vencidos' y 'pa lo que sea' y todo ese conjunto tan delicado de calificar políticamente. Hay gente que ha cometido errores y los sigue cometiendo porque en vez de pensar que siempre hay un momento para cambiar y ser mejores, dicen 'que le importa al tigre una raya más', afirmó el polémico cantante.
Lo peor de todo este asunto que aquella época de los años 80 de huevazos, golpes, torturas sicológicas y amenaza generalizada para quienes decidían dejar la obra revolucionaria, la cual el sistema decía “era voluntaria”, y que fueron perseguidos por estos nefastos mítines de repudio bajo la verdad “revolucionaria” de que “la calle es de Fidel”, se mantiene todavía en la actualidad como un recurso eficaz del régimen para amedrentar.
Esa definición fascista y reaccionaria de que “la calle es de Fidel” descubre la verdadera cara de un régimen político que se llamó humanista y democrático en sus inicios cuando todavía no enseñaba sus garras. ¿De qué humanismo o democracia pueden hablar cuando los ciudadanos de un país que discrepen o disienten de la agenda de gobierno son llamados “delincuentes”, “escorias”, “esbirros” , pueden ser golpeados en las vías públicas y sitiadas sus casas sin que la policía o agentes del orden lo protejan?.
Fíjense que no hablamos de un enemigo armado que ataca el aparato estatal, no nada de eso, solo personas indefensas, como la poetisa María Cruz Valera, quien fue arrastrada y golpeada en 1991 por la escalera de su casa en Alamar y posteriormente sus atacantes testificaron su hazaña por el Noticiero nacional y ni siquiera fueron reportados por la policía.
Las calles pertenecen por igual a todos los ciudadanos de un país, sean o no afines al gobierno que dirige. Decir lo contrario es reconocer de manera consciente su violación a los derechos humanos y cívicos de esa población perseguida.
El propio Fidel Castro advirtió en ese discurso de mayo de 1980,que estaba dispuesto a todo, luego de mostrar al mundo su reciente arma de azuzar a hermanos contra hermanos:
“En estos días se ha estado librando una batalla de masas como jamás se había estado librando en la historia de la Revolución, tanto por su volumen como por su profundidad. Había que mostrarle al enemigo y enseñarle al enemigo que con el pueblo no se juega. Había que mostrarle al enemigo que con la Revolución no se juega. Había que demostrarle al enemigo que a un pueblo no se le puede ofender impunemente”, vociferó Castro en la Plaza de la Revolución.
¿Cuál ofensa?, ¿la voluntad de miles de personas de abandonar su proyecto político? ¿De no querer seguir en la “voluntariedad” de alcanzar el paraíso socialista? ¿No se puede tener una opinión o un deseo diferente en Cuba?
Resulta evidente que para el castrismo eso es sinónimo de traición o de esbirros pagados por la CIA para destruir su “hermoso proyecto social, el cual por cierto él y su grupo arruinan desde el comienzo con sus ideas esquizoides sobre la economía.
Por suerte ya no estamos en los años 80 y el pueblo cubano ya no esta tan ciego, tan hipnotizado por el catecismo del régimen. Hay muchos factores que ayudan en la actualidad a distinguir el verdadero carácter de esta dictadura fascista.
Las palizas a las damas de blanco, los golpes a la bloguera Yoani Sánchez, la muerte en prisión por huelga de hambre del opositor Orlando Zapata y la resistencia pacífica, que de manera silenciosa camina por las calles de Cuba, demuestran que los mítines de repudio no consiguen suprimir los sentimientos de libertad que desean los cubanos y tampoco acallan la voz de esperanza.
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