Mario J. Viera
¡Quién lo iba a decir, Cristo convertido en discordia! Es que los hispanos somos dado al dime que te diré y por cualquier cosa formamos tremendo escándalo. No importa si se levanta una estatua a cualquiera de nuestros próceres, ya saldrán los criticones, los que sin ni siquiera tener la menor idea del arte escultórico comienzan a dar sus opiniones estéticas, calificando el monumento como mamarracho o irrespetuoso o cuestionando si es conveniente colocarle en este medio urbanístico o en aquel otro.
¡Y no se diga ya del monumento a este o aquel prócer! Si como es el caso de una estatua de carácter religioso, ¡entonces sí que se arma la grande! Los ecologistas gritarán que la figura atentará contra el medio ecológico, los paisajistas se sentirán ofendidos pues la figura puede dañar el paisaje y en lugar de la gente contemplar cuatro árboles y un intrincado matorral su vista será atrapada por la imagen religiosa; y no faltará el que enarbole la Constitución para vociferar que el Estado y la Iglesia están separados y otros, respetuosos de las opiniones de las minorías, rechazarán la imagen porque puede ofender a esas minorías.
Otros, seguro vociferarán protestando por el uso del dinero de los contribuyentes en la edificación de una figura religiosa. Quizá estos últimos lleven más razón; pero no dejarán de gritar aunque se les diga que el monumento religioso se levanta como donación de un país amigo y con aportes voluntarios para sufragar el gasto que genere.
En Perú cesó el debate y las confrontaciones retóricas con la finalización de la campaña electoral entre Keiko Fujimori y Ollanta Humala y dio paso al nuevo debate sobre el monumental Cristo que ahora se yergue sobre el Morro Solar, en Chorrillos.
Mucha ha sido la gritería que se ha alzado, comenzando por las quejas de la alcaldesa de Lima, Susana Villarán de la Puente, esa funcionaria de izquierda cercana a la izquierda comunista que exigió no ser entretenida “con un Cristo de Corcovado cuando se están discutiendo estos temas importantes”, como la posibilidad de un indulto a favor de Alberto Fujimori y se debate la aprobación de la Ley N° 29703, una que se asegura beneficia a los corruptos.
Sobre este último tema la jefa del Gabinete, Rosario Fernández Figueroa indicó que el “origen de esa norma es una propuesta del Poder Judicial y no del Poder Ejecutivo. Todos asumimos y suponemos que los magistrados, como encargados y operadores del derecho, son los que mejor interpretan la norma”
El 12 de junio el periódico EL COMERCIO informó que el presidente Alan García, el mismo día en que diera a conocer “la sorpresa” de que Lima tendría “su Cristo de Corcovado, también promulgó la Ley N° 29703” la cual establece que los funcionarios públicos solo podrán ser sancionamos penalmente cuando sus irregularidades hayan producido un daño económico contra el Estado.
Sin embargo una cosa no tapa a la otra. Una cosa es el Cristo y otra el tema de la corruptela. Si lo del Cristo del Pacífico pudiera servir como entretenimiento para apartar la atención sobre el debate debido a la dichosa Ley, la alcaldesa de Lima lo ha propiciado desviando la atención hacia si conviene o no la erección del monumento, si es congruente con el paisaje geográfico donde se levanta o si no se aviene con la historicidad del lugar.
Al respecto, Luis Gonzales Posada, congresista por el Partido Aprista al señalar que el Cristo del Pacífico es “un símbolo de paz y hermandad” agregó que sería “levantado en una zona donde murieron miles de peruanos en la Guerra del Pacífico y al lado de la cruz construida por la llegada del papa Juan Pablo II”. Sin embargo Augusto Ortiz de Zevallos, arquitecto y urbanista de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Ingeniería, discrepa al respecto: “No tiene mucha lógica ─ afirma ─, es una cosa improvisada en un espacio cultural importante, acá hubo la Guerra del Pacífico, acá hay ruinas arqueológicas importantes, pero no hay ningún plan de manejo del conjunto y, de repente, cultura”; agregando a continuación: “Debemos preguntarnos si Lima necesita eso y si eso mismo no ayuda a afirmar que somos limeños”.
Dijo también el arquitecto Ortiz: “Lo que está en discusión es si Lima necesita una copia del Cristo de Corcovado y si eso nos ayuda como ciudad o, si al contrario, nos vuelve en una parodia, en un lugar que copia, que no tiene propuesta propia”.
Pero el Cristo del Pacífico no es una copia del Cristo del Corcovado; mientras este extiende sus brazos horizontalmente en señal de bienvenida, el Cristo del Pacífico entorna sus brazos hacia el cielo, como en actitud de bendecir al viajero; al mismo tiempo hay que señalar que el Cristo del Pacífico tiene tres metros de altura menor que el del Corcovado.
Cristo del Corcovado
La testaruda alcaldesa de Lima volvió a quejarse del Cristo donado por el Brasil, ahora refiriéndose a las donaciones privadas que se hicieron para suscribir los costos de su instalación. El 15 de junio escribía en su cuenta de Twitter: “Las donaciones privadas deberían ir para la gente que está pasando frío en Lomo de Corvina, Puno, etc”. ¡Muy bien! ¡Muy generosa! Ahora bien hay que preguntarse qué hace ella como funcionaria pública para beneficiar, desde su puesto en la alcaldía limeña, a esas personas que pasan frío en Lima. Se declara católica, algo dudoso de acuerdo con su historial izquierdista y de su antigua militancia comunista. “Yo soy católica ─ aseguró ─, no tengo problemas con la figura de Cristo pero hubiera sido mejor destinar los recursos a inversión social”.
Ahora el controversial Cardenal Juan Luis Cipriani saludó la decisión de levantar la imagen de Cristo en Chorrillos y expresó en su programa “Diálogo de Fe”: “Un saludo a ese Cristo que preside en el Morro Solar, que bendiga no solo a los limeños sino al Perú entero. Y ojalá que en cada cerro y en cada monte de nuestro país haya un Cristo que bendiga a esta población que tanto ama a ese Dios”.
Hablando de Cristos, no puedo evitar mencionar al Cristo de La Habana que se alza frente a la bahía habanera entre las fortalezas del Morro, La Cabaña y al otro lado, La Punta y el castillo de La Fuerza. Una estatua de mármol de Carrara con una altura de 15 metros debida a la escultora cubana Jilma Madera. Inaugurada el 24 de diciembre de 1958 a pocos días de la caída del gobierno de Fulgencio Batista y del triunfo de la insurrección encabezada por Fidel Castro.
Después de 1959 la estatua fue rodeada de árboles para dificultar su visión y prohibido el acceso a la misma por estar situada en una zona militar. Varios rayos alcanzaron la imagen en 1961, 1962 y 1986. En 1962, la escultora gestionó la reparación de su monumental Cristo con Fidel Castro quien encargó a la Empresa de Monumentos de la capital su reparación. Luego que se le instalara en 1987 un pararrayos la estatua no sufrió nuevamente los impactos de las descargas eléctricas.
Cuando se levantó la robusta imagen del Cristo sobre las alturas de Casa Blanca no hubo debates, ni peleas, salvo el que las autoridades quisieron alzar el monumento en el interior de la fortaleza de la Cabaña. La escultora lo relató en una entrevista que concedió en mayo de 2007 al periodista Roberto Rodríguez Menéndez de Cuba Arte:
“Recuerdo que me lo querían colocar dentro de La Cabaña. Discutí porque aquello era una monstruosidad. Le hice llegar mi protesta a Batista, indicándole que si lo ponían donde querían hacerlo, el Cristo de La Habana dejaría de serlo para convertirse en el Cristo de La Cabaña. Me reuní con Batista y le expresé mis criterios, informándole que en Europa se hablaba del Cristo y qué dirían los viajeros el día que llegaran a La Habana y no lo vieran”.
Ahora, sin polémica alguna, aunque polemizar en Cuba es tarea casi nula, sin opiniones desfavorables de parte de intelectuales, aunque la opinión desfavorable de los intelectuales de Cuba es improbable y sin que ningún opositor se haya quejado, porque hay cosas más importantes sobre las que hay que quejarse en Cuba, la televisión oficialista y única que existe en el país informó que se había comenzado la rehabilitación por parte de la Oficina del Historiador de La Habana, Eusebio Leal, la cabeza y el codo de la figura ─ según se dijera ─ ante los daños causados a lo largo de años por tormentas y ciclones.
Finalmente el Cristo del Pacífico ya alza su blanca figura en Lima y visto desde muchos ángulos de la ciudad, quizá dejará de ser el Cristo de la discordia y, un día, tal vez traiga bendición al Perú, como tal vez, algún día el Cristo de La Habana de su bendición al pueblo de Cuba con la desaparición del régimen de los Castro.
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