Periodismo en crisis
Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) – La falta de credibilidad de la prensa oficial ha llegado a niveles insospechados. Hasta el Raúl Castro, en el Informe Central al VI Congreso del Partido Comunista, admitió que “en este frente (el periodismo) se requiere dejar atrás, definitivamente, el hábito del triunfalismo, la estridencia y el formalismo al abordar la actualidad nacional”.
Raúl Castro, al pronunciar esta acertada afirmación sobre el periodismo, sólo se refería a lo que puede observarse en la superficie, pero dejó a un lado la génesis del problema, la cual es la permanencia por decenios de un régimen totalitario basado en la mentira y la más grosera manipulación de los hechos, a través de un estricto control de la prensa, convertida en un dócil instrumento para hacer loas a los dirigentes y engañar a la población. Los ciudadanos dignos que se han revelado han sido reprimidos con saña, convertidos en personas sin derechos y en ocasiones condenados a largas penas de cárcel por querer expresarse pacíficamente y denunciar la situación en que malvive la mayoría de los cubanos.
En este entorno, los periodistas oficiales han sido escogidos por sus dotes de servilismo al Estado, y no por el talento o dedicación a la tarea de informar y analizar los problemas de forma honesta. Ha sido la creación de un ejército de propagandistas, personas –salvo contadas excepciones- mediocres y carentes de ética; formadas para distorsionar la realidad, y actuar en la prensa escrita, televisiva y radial como verdaderos mercenarios. Hasta el intelectual marxista Alfredo Guevara, al parecer asqueado por este escenario, reconoció hace unos meses en una reunión con estudiantes de periodismo que la prensa cubana “es muy pobre, no es convincente”, y se preguntó “dónde están esos paradigmas en nuestro periodismo; no sé los profesores que estén aquí cuánto trabajo pasarán para citar un paradigma contemporáneo en el periodismo”.
Criterios semejantes han sido vertidos por otros reconocidos intelectuales cubanos, como es el caso del cineasta y escritor Eduardo del Llano, quien llamó a un cambio en la prensa, empezando por Mesa Redonda, a la que critico como el ejemplo más escandaloso de la falta de debate e ideologización de los medios. Incluso hasta el periódico Granma se ha tenido que hacer eco del clamor popular por un cambio radical en la prensa cubana, con la publicación de cartas críticas, fundamentalmente hacia el mismo programa de televisión abordado por del Llano.
Mesa Redonda
Realmente es escandalosa la utilización de los medios en Cuba. Se ha perdido la tradición de hacer buen periodismo. La nación, en el pasado, tuvo órganos de prensa que desde variadas concepciones eran referencia de magnífico periodismo para todo el continente. Entre ellos podrían mencionarse los periódicos Información, El Mundo, Prensa Libre, Diario de la Marina y Noticias de Hoy, así como las revistas Bohemia, Carteles, Vanidades, y otras. No pueden olvidarse plumas tan sobresalientes como las de José Martí, Juan Gualberto Gómez, Fernando Ortiz, Manuel Márquez Sterling, Alejo Carpentier, Jorge Mañach, Enrique José Varona, Ramiro Guerra, Sergio Carbó, Guillermo Cabrera Infante, Ramón Vasconcelos, sin soslayar a los comunistas Carlos Rafael Rodríguez, Juan Marínello, Salvador García Agüero, Nicolás Guillén, Jacinto Torras, Mirta Aguirre y otros.
Hoy la prensa, sin credibilidad alguna, de forma manipuladora, busca en el exterior cuantos problemas existen para magnificarlos y examinarlos de forma casi siempre superficial, mientras se obvian los problemas de un país que está al borde del precipicio, como lo ha calificado Raúl Castro. Mesa Redonda es el ejemplo más prominente de la estafa informativa, con supuestos periodistas y académicos usualmente sumergidos en análisis torcidos y parcializados. No por gusto este programa, a nivel popular, es objeto de burlas de toda clase, al mismo tiempo que se bromea con que los noticieros de la televisión nacional y el periódico Granma son los únicos verdaderos productores agrícolas en Cuba.
Incluso los sucesos internacionales están sujetos a análisis caprichosos y se ocultan hechos trascendentales, como la matanza de miles de oficiales polacos en el bosque de Katyn por el ejército soviético -horripilantes sucesos reconocidos hoy hasta por Rusia-, los genocidios en el Kurdistán iraquí por Sadam Husein, y el de Bosnia por los serbiobosnios. La matanza de Srebrenica, donde fueron ejecutadas 8 mil personas en una noche, no existió en la prensa cubana. Los actos terroristas cometidos por Gadafi, como el derribo del avión en Lockhead, Escocia, nunca han sido analizados en Mesa Redonda ni otros medios. Pero a los terroristas afganos, fieles aliados de Al Qaeda, con sus manos manchadas de sangre inocente y salvajes opresores de las mujeres, se les llama “insurgentes” y prácticamente se aplauden sus criminales hechos, mientras se mantienen “fraternales” relaciones con los despóticos gobiernos de Corea del Norte, Irán y Siria, entre otros por el estilo, conocidos verdugos de sus pueblos.
En realidad, es difícil encontrar en el mundo una prensa tan mendaz y periodistas tan oportunistas. Las palabras del General Raúl Castro sobre la difusión en la prensa cubana de materiales aburridos, improvisados y superficiales son ciertas, pero no resolverán el problema, si al mismo tiempo no se avanza en la tolerancia y el respeto a las opiniones diversas, renunciándose al absurdo monopolio de la supuesta verdad por el Partido Comunista.
Un paso indispensable es que los cubanos podamos utilizar Internet libremente, y que puedan surgir otros órganos de prensa con libertad para reflejar con responsabilidad la variedad de opiniones existente en la sociedad cubana.
El Presidente, en varias ocasiones ha expresado estar en desacuerdo con la falsa unanimidad y favorecer el debate y el libre intercambio de opiniones. No obstante, no se ha avanzado en ese sentido. Incluso se han producido recientemente preocupantes casos de intolerancia y hechos reprobables, como las presiones sobre el renombrado pintor Pedro Pablo Oliva, sólo por expresar pacíficamente sus criterios.
Castro también ha manifestado la disposición de realizar cambios económicos para sortear la crisis. Resulta imposible lograrlos sin una apertura a las libertades y la democracia, lo cual implica abrirse a una prensa dispuesta a analizar y proponer soluciones, de manera plural y seria sobre la implementación de las transformaciones urgentemente demandadas por la nación. Una prensa maniatada y servil como la actual poco podrá contribuir a que Cuba pueda enrumbarse hacia el progreso y el bienestar de su pueblo.
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