Mario J. Viera
No se trata esta vez de uno de esos gazapos que se le escapan, tan a menudo a Evo Morales, y que se han recogido en un libro por un periodista boliviano.
La actual “evada” es una acción, no se trata de su deseo de prohibir las verbenas para que ni la población ni los alcaldes se emborrachen en las celebraciones municipales, ni tampoco su defensa apasionada del “acullicu”, la mascadera de hojas de coca. Su última metedura de patas es ascender y condecorar a 14 militares bolivianos que armados penetraron en territorio chileno a bordo de vehículos chilenos.
Los chilenos, por supuesto, detuvieron al personal militar que con sus armas habían violado la soberanía de Chile; no abrieron fuego contra los invasores. Los detuvieron como corresponde según la práctica militar y les condujeron a la comisaría de los carabineros.
El capitán de carabineros, Roberto Saravia aclaró que siempre atendieron bien a los militares bolivianos y se les permitió hablar con el cónsul de Bolivia y con su jefatura. La cancillería chilena inició una queja formal ante el gobierno de Bolivia cuya respuesta fue que los militares cumplían funciones en la lucha contra el contrabando de vehículos. Posteriormente los soldados bolivianos fueron expulsados de Chile.
Pero en lugar de pedir disculpas y tratar de justificar a sus militares ante el gobierno chileno, aunque fuera para decir que se trataba de un involuntario error, Evo se decidió por acusar a Chile alegando violación de los derechos humanos de los soldados que habían penetrado hasta 14 kilómetros en territorio chileno y lamentando que algunas autoridades de Chile fueran defensoras del contrabando.
No contento, el gran cocalero, parece que en riposta por la felicitación que el subsecretario del Interior de Chile, Rodrigo Ubilla le hiciera a los siete carabineros que detuvieron a los 14 soldados bolivianos, se decidió a condecorar a los militares implicados en el conflicto fronterizo a la vez que calificó la ceremonia de premiación como "una mañana histórica en Oruro, una mañana importante desde Oruro para Bolivia y desde Bolivia para los países vecinos".
El colmo, ahora Bolivia, no Bolivia, sino el gobierno de Evo Morales es quien se siente ofendido y pidió explicaciones al de Chile por la detención de los 14 militares bolivianos, como si esa acción cometida por error o por descuido tenía que ser bienvenida por Chile con toques de cornetas, aplausos y la entrega de las llaves del municipio donde fueron interceptados.
El presidente de Chile es hombre calmado y no piensa responder a la evada de Evo. ¡Lástima que no sea más sanguíneo! Si lo fuera le enviaría una buena respuesta diplomática al descerebrado siervo de Hugo Chávez en la que le dijera, así, sencilla y suavemente “¡Váyase al carajo, Don Evo!”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario