Honduras no debió nunca ser expulsada de la OEA. Fue la cobardía de Insulsa, el secretario general de la organización continental y la conspiración del grupo del socialismo del siglo XXI los promotores de la exclusión de Honduras.
Zelaya había violado la Constitución de Honduras y estaba atando al país a los designios chavistas. Fueron muchas las advertencias que le hizo la Judicatura; pero Zelaya se mantuvo en su ilegal intento de convocar a una consulta para modificar los artículos pétreos de la Constitución hondureña y así tener la posibilidad de reelegirse indefinidamente como han hecho Chávez, Correa y Evo Morales.
La destitución del prepotente Zelaya fue un acto legítimo del parlamento y la judicatura hondureños. La furia de Chávez que perdía a un satélite político que le permitiera expandir su geopolítica totalitaria alimentó el coro de los deslenguados del ALBA clamando por lo que no respetan, la gobernabilidad y el estado de derecho.
Estados Unidos pecó de ingenuo y se alineo con los enemigos de la democracia. Zelaya había cometido groseros actos de corrupción y había faltado a su deber como máxima figura del gobierno al permitir la intromisión de Chávez en los asuntos internos del país de manera desfachatada y descarada.
Ahora, todavía marcando a Honduras con la mancha del golpe de estado, se le permite que vuelva a ocupar su asiento dentro de la desmoralizada organización. Zelaya, que debía ser enjuiciado por sus acciones ilegales ha retornado a Honduras libre de cargos y dispuesto a crear conflictos en el país con el apoyo del mal llamado Frente de Resistencia, cueva de comunistas, chavistas y pro castristas.
No reconocían las elecciones que se llevaron a cabo en Honduras donde el pueblo hondureño, a despecho de los resentidos del Frente de Resistencia, se volcó sobre las urnas para elegir a un nuevo presidente. No reconocían al presidente Lobo electo democráticamente.
Presionado por la asfixia económica a la que había condenado a Honduras lo peor del continente, el presidente de Honduras tuvo que aceptar el regreso del traidor y recibirle como si se tratara de un digno mandatario. El bien de la nación exige hacer concesiones.
Ahora la OEA, que no ha condenado los actos violatorios de la carta democrática de los estados americanos por parte del gobierno de Hugo Chávez, que no ha condenado los atentados del gobierno del Ecuador contra el derecho de opinión, que festinadamente le regaló al castrismo la inclusión en el conjunto de estados americanos le ha concedido a Honduras el ingreso en su seno. Treinta y dos estados votaron a favor y solo Ecuador dio su voto en contra.
La hipócrita retórica de la representante de Ecuador, María Isabel Salvador explicó el rechazo del gobierno de Rafael Correa al acuerdo alegando “que no se han dado aún las condiciones propicias y suficientes para el retorno (de Honduras)”
La embajadora de Correa fue contundente: “El Ecuador siempre ha actuado con apego a los principios y fundamentos del derecho internacional. Hoy no haremos una excepción. Democracia, Estado de Derecho, Debido proceso, Derechos humanos, No a la impunidad, no pueden ser solo palabras que se repiten en los discursos”. Mayor cinismo no se puede pedir viniendo de un gobierno donde la democracia es solo una palabra para ocultar el autoritarismo, donde el estado de derecho es una ilusión, donde el debido proceso es fallar a favor de los intereses gubernamentales y el acoso a los periodistas que osen criticar al prepotente y soberbio presidente Rafael Correa que imagina golpes de estado en cualquier manifestación de descontento que aflore en Ecuador.
La negativa de Correa a aceptar el reingreso de Honduras a la OEA es manifestación de su intolerancia y de sus desbordamientos de tetosterona, como cuando se abrió la camisa e increpó a los policías amotinados en Quito pidiendo que se atrevieran a matarle.
El gobierno chavista votó a favor de reintegrar a Honduras a la OEA aunque según Maduro con “reservas”; Correa se niega rotundamente demostrando ser más zelayista que el propio Chávez. Detrás de la negativa de Correa se esconde el temor al ejemplo que Honduras dio cuando se deshizo de un presidente marioneta, que como él besaba las sucias botas del payaso de Miraflores.
Sin embargo, pese a Correa, pese a Hugo Chávez, pese a lo que pueda pensar el jefe de los zombis cubanos, a pesar de tener que aceptar la humillación de Cartagena de Indias, el reingreso a la OEA de Honduras ha sido una victoria de ese pueblo humilde. Esa victoria se infiere de las palabras de la ministra hondureña de la Presidencia, María Antonieta Guillén cuando dijo: “Hoy cerramos este capítulo aciago de nuestra historia para abrir otro que será promisorio”; cuando aseguró que “hubo grandes y pequeños desaciertos, no todos atribuibles a nosotros”, y cuando reclamó “no insistir en los motivos que ocasionaron nuestra ausencia”
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