miércoles, 22 de junio de 2011

Un periodista ganador del Premio Pulitzer confiesa que es inmigrante 'sin papeles'

José Antonio Vargas
Dieciocho años después de su llegada a Estados Unidos y cuatro después de ganar el premio Pulitzer, el periodista filipino José Antonio Vargas decidió confesar lo que ocultara todo este tiempo: que es un inmigrante sin papeles.

Cristina F. Pereda. EL PAIS.com
Cuántas veces nos hemos preguntado cómo sobreviven once millones de personas de manera irregular en un país. No sólo han conseguido cruzar la frontera. Pagan impuestos, tienen documentos de identidad, abren cuentas bancarias y cobran salarios. La respuesta está en el artículo que Jose Antonio Vargas escribe este jueves para The New York Times Magazine y con dos entrevistas que la cadena ABC emite esta semana. Es periodista y reside ilegalmente en Estados Unidos.
Jose Antonio Vargas publica en The New York Times Magazine los documentos de identidad que le han permitido estudiar y trabajar hasta ahora. Foto: The New York Times Magazine
"Soy un inmigrante indocumentado. Y eso significa que vivo en otra realidad. Significa vivir día a día con miedo a que me descubran. Significa que casi nunca confío en la gente, ni siquera en aquellos que tengo más cerca. Significa que guardo todas las fotos de mi familia en una caja de zapatos, en vez de ponerlas en la estantería, para que mis amigos no hagan preguntas. Significa que a mi pesar, y con mi dolor, hago cosas que sé que están mal y son ilegales. Y ha significado confiar en una especie de red subterránea de apoyos (“un tren subterráneo del siglo XXI”), gente que se interesó en mi futuro y asumió riesgos por mí".

Cómo llegó a Estados Unidos. Cómo logró documentos falsos. Cómo navego por los agujeros del sistema, desde el instituto hasta el diario The Washington Post. Vargas lo cuenta todo. Y publica los documentos de identidad falsos que le han ayudado estos años. Es su historia y la de millones de inmigrantes indocumentados, sus miedos y sus ambiciones.

"Soy uno de muchos. Y no somos quien tú crees que somos. No sólo cortamos el césped, cuidamos de tus hijos o servimos tacos. Hacemos muy bien esos trabajos. Pero también hacemos otras cosas. Formamos parte de la sociedad y creo que todo el mundo se merece su dignidad", dice Vargas en la entrevista con ABC. 

Su relato es, cuanto menos, valiente. Vargas se arriesga a ser deportado a Filipinas como cualquier otro indocumentado. El gobierno de Obama ha deportado a 800.000 personas en los últimos dos años y el periodista puede ser uno más. "Todos tenemos una responsabilidad. Estaba viendo a esos chicos en casa, sentado en el sillón y me dije 'José, tienes que hacer algo' ".

Vargas se confiesa inspirado, a sus 30 años, por cuatro adolescentes que caminaron desde Miami hasta Washington el pasado verano para pedir la aprobación de la ley DREAM Act. El proyecto hubiera otorgado la ciudadanía a miles de estudiantes a cambio de alistarse en el ejército o estudiar en la universidad. Fracasó en diciembre después de siete años de eternas deliberaciones y votos que nunca fueron suficientes. Vargas recuerda que el accedió a la universidad en California mientras se formaba la esperanza del DREAM Act. Aún no se ha hecho realidad.

"No podía esconder esto nunca más", dice Vargas con la voz entrecortada. "Me puedes llamar lo que quieras, pero soy americano. Nadie me lo puede quitar. Sé que puedo ser deportado, pero en mi corazón soy americano". 

El periodista dice haber logrado el sueño americano. Su madre le llevó al aeropuerto en Filipinas cuando tenía 12 años. Le presentó a un hombre que le acompañaría a Estados Unidos diciendo que era su tío. Pasarían seis años hasta que supiera la verdad: era un coyote que cobró a su abuelo 4.500 dólares por introducirle en el país con un pasaporte irregular. Vargas tampoco supo que su "green card", permiso de residencia, era falso hasta que solicitó el carnet de conducir. Tuvo suerte. Le dijeron en la ventanilla que no volviera por allí. Entonces pidió explicaciones a su abuelo. Él se había encargado de facilitarle documentos de identidad falsos desde que llegó a Estados Unidos.

Vargas habla de su "red de seguridad". Un grupo de personas que sabían que era indocumentado. Sus identidades son reveladas también en el artículo. Desde familiares hasta profesores del colegio que cambiaron un viaje de Japón a Hawai porque Vargas no puede salir del país -no ha visto a su madre en 18 años- y periodistas en la redacción de The Washington Post.

"Cuanto más conseguía, me deprimía más, tenía más miedo. Estaba orgulloso de mi trabajo, pero siembre ha habido un nubarrón sobre mí", escribe Vargas.

En la redacción de The Washington Post dedicó numerosos reportajes a la epidemia de Sida que afecta a la capital. Sus artículos se han convertido en el documental "The Other City", que concursó en el Festival de Sundance el año pasado. También formó parte del equipo que cubrió el tiroteo en Virginia Tech, que acabó con la vida de 32 estudiantes. Ganaron el Pulitzer.

Con cada logro aumentaba el miedo. La reacción de su abuela ante el premio lo resume todo: "¿Qué pasará si se enteran?" recuerda Vargas. El periodista ha llegado a entrar en la Casa Blanca, ha participado en debates televisados sobre inmigración, ha entrevistado a altas autoridades e incluso escrito un importante perfil de Mark Zuckerberg para la revista New Yorker. "Un sueño", según Vargas, que fue contratado después por The Huffington Post como editor de la sección de Internet y Tecnología.

Aguantó poco más de un año.

"Me he cansado de huir. Estoy agotado. No quiero esa vida nunca más. He decidido hacerlo público, asumir la responsabilidad de lo que he hecho y contar mi historia lo mejor que sé. He hablado con antiguos colegas y jefes para pedirles disculpas por haber mentido -con una mezcla de humillación y liberación con cada conversación. También he hablado con familiares y amigos y estoy trabajando con abogados. Desconozco las consecuencias que tendrá contar mi historia".

La primera es que Vargas se acaba de convertir en una de las primeras personalidades en admitir que es inmigrante indocumentado. Ha decidido que desnudarse en primera persona, en 4.600 palabras, es la mejor manera de dar su apoyo a un nuevo sistema de inmigración.

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