Mario J. Viera
“¡Habemus presidentam!” Bueno, más o menos así, como el anuncio en
latín de la elección de un nuevo papa... “¡Tenemos presidente!” Se acabó el
dime que te diré de esta álgida, agria y mugrosa campaña electoral que nos tuvo
a todos al borde de una cirrosis hepática o de un Infarto cerebral (stroke en inglés) o de un ataque de
nervios y hasta de cuantiosos derrames de bilis... ¡Uf, qué descanso! El gran
lío de ahora es que ya comienza otra bronca, porque, aunque ya tenemos
presidente, hay muchos indignados, indignadísimos que gritan: “¡No es mi presidente!”
Y lo gritan porque nuestro presidente que ya tenemos no tuvo mayoría de votos
populares, pero sí se ganó los votos de estados claves... Cuestión de
interpretación entre legalidad y legitimidad. ¡Todo un conflicto ético-jurídico!
El presidente que ya
tenemos... sí, ya lo tenemos, si ya hasta hizo una visita a la Casa Blanca, a
la White House y su oponente demócrata aceptó su derrota y el presidente
saliente ha hecho un llamado a la unidad y a respetar al presidente que ya
tenemos...
Pero el presidente que ya
tenemos hizo muchas promesas de campaña, prometió elevar a los Estados Unidos
no hasta la luna, ¡hasta el mismo sol! Prometió librarnos del grave peligro de
los mexicanos que nos invaden sin papeles, que nos hizo comprender cuán malos
son y levantar un enorme muro “para que
no lo salte el pueblo que anda rondando la llave que guarda nuestro secreto...”
Un lapsus mentis, perdón, esas últimas palabras son parte de una coplilla
andaluza... Un muro enorme, gigantesco ¡Colosal! ¿Se imaginan Uds. cuánta piedra
de cantería se requeriría para levantar tal majestuoso muro? ¿Cuántas toneladas
de hormigón será necesaria? Por otra parte... Recuerden... Los narco-carteles
mexicanos son expertos en construir túneles para pasar la droga hacia el “gabacho”
¿Cuántos pies de profundidad se le dará a los cimientos que soportan la gran
estructura? Una solución sería colocar minas antipersonales alrededor del muro,
pero ¡Diantres, Estado Unidos ha firmado el convenio que prohíbe el empleo de
minas personales! Bueno ya se le encontrará alguna solución a este problema...
el presidente que tenemos conoce a muy buenos arquitectos.
Deportará a once millones
de mexicanos indocumentados... ¿Once millones de mexicanos? Me parece que entre
los once millones (equivalente al número de habitantes que hay en Cuba), aunque
los mexicanos constituyen una gran mayoría, no son los únicos, en esos once
millones hay de todos los países de América Latina, como también hay europeos,
asiáticos y africanos... ¿Cuánto tiempo tomará para llevar a cabo tan masiva
deportación? ¿Cuatro años? Bueno para ello se requiere deportar 2 750 000 inmigrantes
indocumentados, o ilegales como prefiere denominarles el presidente que ya
tenemos, como promedio. ¿Qué medios debemos emplear para deportar a esos “delincuentes”?
¿Aviones, trenes, camiones o carretas tiradas por mulas? Y lo más importante...
el dinero que se empleará en tal concurso... No soy capaz de hacer el cálculo,
pero sí deduzco que ese dinero empleado en tan noble fin afectará el déficit
financiero del presupuesto nacional que nuestro presidente, el nuevo, pretende
disminuir...
Otro asunto es el llamado
Obamacare... El prometió que desde que
se sentara en la Oficina Oval lo anularía; el problema es que, aunque las
compañías aseguradoras aumentaron las pólizas, por aquello de “para joder,
hombre, para joder” hay muchos miles que se han inscrito en el Obamacare
después que se elevaron esas pólizas y hay millones que ya lo tienen y que,
suprimido, se quedarían sin seguro de atención médica accesible... Es posible
que no haya manifestaciones y marchas de protesta, es posible también que las
haya...
Pero también ha prometido
mucho en cuanto a la política exterior... Bueno para todo hay tiempo... Ya se
verá, ya se verá... por ahora me doy un tiempo de espera y de observación...
luego... ¡Ah luego!, dentro de seis meses o dentro de un año... seguro, muy
seguro que tendré la ocasión de reír a carcajadas con las cosas graciosas que
se le ocurra hacer este presidente, el presidente que ya tenemos.
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