Mario
J. Viera
¿Castro, comunista? Desde que asumiera el poder
efectivo, más que el formal, Castro insistía diciendo que no era comunista, que
la revolución no era comunista “cuando
nuestra Revolución es tan cubana como nuestras palmas, cuando nuestra
Revolución surge tan solo de las necesidades, de los sentimientos y de la
idiosincrasia de nuestro pueblo” La revolución no es comunista “…y toda esta campaña de `comunista, gobierno
revolucionario`, campaña falsa, campaña canallesca, que ni nos preocupa, ni nos
asusta. El pueblo de Cuba sabe que el gobierno revolucionario no es comunista”.
Y lo aclara ante el Conjunto de Instituciones Cívicas, “Llamarnos comunistas, ¿por qué? Llamarnos comunistas, ¿para qué? ¿Acaso
para asociarse a los intereses extranjeros enemigos de Cuba? (…) ¡Si quieren
llamarnos comunistas porque no perseguimos a los comunistas, que nos llamen
comunistas porque no perseguimos a nadie!” De ningún modo ni la revolución
ni él mismo son comunistas; y en el juicio contra Huber Matos, enfatiza
afirmando: “Todo el que diga que la
revolución es comunista es un contrarrevolucionario”; o en la concentración
del 26 de octubre de 1959 cuando lanzara la siguiente interrogante: “¿Pero en qué postura se puede situar nadie
que tan aviesamente, tan desvergonzadamente acuse al gobierno de comunista?”
¿Era sincero cuando definía su afiliación ideológica
de no ser comunista o se trataba de una mentira a la que recurría en busca de
apoyo popular? De acuerdo con Adrian Meshad, en su novela Elefantes Blancos, Ovejas Negras “el viejo comunista cubano, agente residente de la KGB en La Habana,
Luis Mas Martín, que había participado en la formación de los cuerpos de
seguridad e inteligencia de Cuba (…) solía
manifestar a sus superiores que ‘al principio Fidel no era más que un
anarquista, pero fue su empecinada enemistad con los Estados Unidos lo que lo
hizo un candidato para ser conquistado por Moscú’”[1]. El dirigente trotskista
argentino Hugo Miguel Bressano Capacete, conocido por el nombre de Nahuel
Moreno y fundador del MAS, Movimiento Al Socialismo dijo en un discurso que
pronunciara en Nicaragua:
Fidel
era un gran líder de masas; fue candidato a diputado por La Habana; era
centrista, anti izquierdista; combatía a los estudiantes de izquierda cuando
era dirigente estudiantil. Y era un orador educado y ligado a los jesuitas. Por
esto también la Iglesia lo apoyó a muerte. Fidel tuvo curas en la guerrilla,
capellanes dados por la Iglesia[2].
Sí, Castro había estado muy ligado a los jesuitas
durante su periodo de estudios en el Colegio de Belén, de la mano de aquellos
sacerdotes jesuitas, había entrado en conocimiento del pensamiento político de
José Antonio Primo de Rivera con el que pronto se identificó hasta tal punto
que se dice se había aprendido de memoria algunos de los discursos del político
español que fundara Falange española. Armando Llorente fue un sacerdote jesuita
que ejercía como profesor en el Colegio de Belén y que llegara a ser amigo de
Castro, es citado por Roberto Álvarez Quiñones[3], diciendo con
respecto a Castro: “Estudiaba y leía
mucho, con especial predilección libros sobre los conquistadores españoles y
escritos de los líderes del nazismo y del fascismo, como Hitler, Mussolini y
José Antonio Primo de Rivera (…) cantó
conmigo el 'Cara al sol' veinte mil veces y con el brazo en alto”.
El Dr. Grosso, que había compartido aula con Castro
en la Universidad de La Habana y con quien mantenía una trivial amistad, me
comunicaría verbalmente que Castro era un profundo simpatizante de Benito
Mussolini. Grosso era hijo de un italiano residente en Cuba cuyo hermano era un
dirigente del Fascismo en Cuba. Castro conocedor de esta relación de Grosso con
representantes del fascismo le solicitó que le redactara un resumen detallado
de la ideología de Mussolini y le pidió que le recomendara la biografía del
Duce que él considerara como la mejor.
Castro no hablaba de lucha de clases, aunque lanzaba
los peores ataques verbales contra los pudientes, contra los acomodados: “¡Qué necesitada está América de que en todos
sus pueblos se diese un ejemplo como este! ¡Qué necesitada está de que los
millonarios que se han enriquecido robándole el dinero al pueblo, perdiesen
todo lo que han robado!” Exaltaba en su retórica con arte de elevada
demagogia a los humildes en general, no a la clase obrera como fuerza directriz
de las conquistas revolucionarias: “el
pueblo que no está en los cabarets, el pueblo que no está jugando canasta, el
pueblo que no está jugando póquer, el pueblo que no tiene palacetes de recreo
ni tiene recursos para irse los fines de año a pasear a Europa”[4]. El 16 de marzo de 1959, incluso
hasta insinuaba un rechazo a la lucha de clases: “…no se ha caracterizado, precisamente, el pueblo cubano por las pugnas
de clases ni por los odios de clases. Yo diría que no existen siquiera marcadas
conciencias de clase en Cuba, a tal extremo que muchas veces en los partidos
políticos nos hemos encontrado una proporción similar de obreros, de
campesinos, de profesionales, de hombres de negocios, y, en general, no hemos
estado divididos por estratos, sino más bien por secciones que no han sido
horizontales, sino más bien verticales”[5].
Su lenguaje no tiene ninguno de los matices propios
del discurso marxista, el dirige su mensaje no a una clase social, sino a la
masa, al conjunto abigarrado que identifica con “pueblo” y dentro del cual se
incluyen los campesinos, los obreros y las “capas humildes de la población: “El pueblo, en su inmensa mayoría, el pueblo
trabajador, el pueblo que desgraciadamente no tiene siquiera trabajo, el pueblo
es lo que comprende a la inmensa mayoría de los campesinos, de los obreros y de
las capas humildes del país”[6]. El campesinado
como conjunto social de impulso a la revolución en contraposición con el
marxismo que veía al campesinado como clase reaccionaria. Ni siquiera después
de haber proclamado a la revolución como una de carácter socialista y
declararse como marxista ab ovo, existe
elemento alguno para definirle como un marxista-leninista de formación. El 22
de diciembre de 1975 se clausura el Primer Congreso del Partido Comunista de
Cuba. Nada de palabrería marxista-leninista aparece en su discurso de clausura
y nada de expresiones propias del marxismo-leninismo emplea en el acto de masas
que había convocado para la clausura popular de ese congreso cuando proclama: “Hoy somos libres, hoy somos dueños absolutos
de nuestro destino, y por eso podemos construir ese futuro. Llegaremos tan
lejos cuanto seamos capaces de llegar”. Solo lo que siempre dijera, con su
mismo estilo. Acaso existe una ligera concesión a la perorata comunista cuando
dice: “¿Quién les iba a decir a los
burgueses y a los reaccionarios que hoy todos seríamos comunistas? ¡Qué lástima
para los burgueses! Que hoy todos enarbolaríamos las banderas del
marxismo-leninismo, y que hoy un pueblo entero lucharía, con sus rojas
banderas, por el socialismo y por el comunismo”. ¿Quién le hubiera dicho a él
que un día se declararía comunista? Su comunismo es una translocación
oportunista del falangismo hacia el marxismo.
Su lenguaje no tiene los matices característicos de
los marxistas-leninistas, todavía no se ha separado de la retórica de Leo
Huberman[7]; entonces el
guion de su discurso no se diferenciaba en mucho del lenguaje de la izquierda
bananera que se inspira en Las Venas Abiertas de América Latina de Eduardo
Galeano, libro editado cinco años antes: “Cuantas
páginas han escrito los Estados Unidos de Norteamérica en sus relaciones con
los pueblos latinos de este hemisferio, desde que arrebataron a México más de
la mitad de su territorio hasta que propiciaron su criminal golpe fascista en
Chile, que culminó con el asesinato de su ilustre, revolucionario y digno
presidente Salvador Allende, pasando por la ocupación del istmo de Panamá, las
sórdidas y piratescas intervenciones armadas en numerosos países de
Centroamérica y del Caribe (...) tienen
todas el mismo estilo de prepotencia, engaño, traición y violencia. Mediante
estos procedimientos alevosos se apoderaron de las riquezas de toda América,
impusieron a nuestros pueblos un sistema despiadado de explotación e
inauguraron, primero que en ninguna otra región del mundo, los métodos
neocolonialistas de dominio”[8].
Pero en los primeros años de su revolución, Castro no
fundaba su fuerza política en la clase obrera industrial, sino en el ejército
rebelde, y ese ejército, en lo fundamental, estaba integrado por miembros del
proletariado agrario; su base era el campesinado, primariamente aquel que no
poseía tierra propia y trabajaba la tierra de otros por un salario miserable.
El programa que proclama desde la cumbre de las tribunas no se dirigen a
rescatar al obrero de la dictadura del trabajo asalariado, su programa se
dirige al rescate de la economía nacional en poder de extranjeros y muy
especialmente de ciudadanos de Estados Unidos; no es un programa de
proyecciones socialistas, aunque haga concesiones al populismo, “el pueblo lo puede todo; el pueblo es capaz
de las más extraordinarias proezas”[9], es un programa
eminentemente nacionalista que le aproxima a una posición de carácter
chovinista. “Con otro pueblo que no fuese
este, con otro pueblo que no tuviese las virtudes del cubano, no valdría la
pena siquiera haber comenzado esta lucha” asegura el 21 de enero de 1959
ante una multitudinaria concentración ante el Palacio Presidencial. ¿Cuál era
su propuesta?: Alcanzar la libertad política y la libertad económica: “Campañas contra el pueblo de Cuba, sí, porque quiere ser libre; campañas
contra el pueblo de Cuba, sí, porque no
solo quiere ser libre políticamente, sino económicamente libre también;
campañas contra el pueblo de Cuba, porque se ha convertido en un ejemplo
peligroso en toda la América”. Este pudiera ser el discurso de cualquier
carismático líder populista, de algún tribunus
plebis, pero no el propio de un marxista convencido.
Su programa, sí, es esencialmente antimperialista,
pero en su antimperialismo nada hay que defina una declaración marxista. El
imperialismo como él lo entiende concuerda con el antiguo criterio de expansión
de dominio político y militar, como rechazo al corolario de Roosevelt y su
diplomacia de las cañoneras: “¿cómo
podrían mantener el control monopolista del petróleo, de los recursos naturales
de otras naciones, si no fuese a través de sus escuadras, de sus aviones, de su
infantería de marina, de sus ejércitos, de sus amenazas de guerra? (…) ¿Y cómo podrían haber intervenido en
Nicaragua, en Guatemala, en México, y en otros países hermanos de América, sin
sus escuadras, sin su infantería de marina, sin sus ejércitos poderosos?; ¿cómo
podrían mantener cercenada la soberanía de tantas naciones del mundo, sin sus
bases militares, sin sus ejércitos, sin sus escuadras?”[10] Su concepto de
“imperialismo” se aparta de la
definición de Lenin como “fase superior del capitalismo” para casi coincidir
con los presupuestos de Haya de la Torre, para quien las repúblicas latinoamericanas
eran simples “Súbditas económicas de los
grandes imperialismos”, y son
esos imperialismos, en especial el de Estados Unidos, con su “diplomacia del
dólar”, “los que controlan nuestra
producción, cotizan nuestra moneda, imponen precios a nuestros productos,
regentan nuestras finanzas, racionalizan nuestro trabajo y regulan nuestras
tablas de salarios. Y son los intereses de ‘sus’ empresas y el provecho y
prosperidad de “su” sistema lo que fijamente les ‘obsede’”[11]. Es que el líder del aprismo contrapone
la tesis leninista del imperialismo diciendo: “según la tesis neomarxista, ‘el imperialismo es la última etapa del
capitalismo’, esta afirmación no puede aplicarse a todas las regiones de la
Tierra (…) Mas para los países de
economía primitiva o retrasada a los que el capitalismo llega bajo la forma
imperialista, esta es ‘su primera etapa’”.
Su programa es además, latinoamericanista y si se
quiere, bolivariano y aprista ─ nueva concordancia con Víctor Raúl Haya de la
Torre ─: “Parécenos que si se presentaran
hoy ante nosotros, desde Bolívar hasta Martí, desde San Martín hasta Artigas, y
con ellos todos los próceres de las libertades de América Latina, nos
reprocharían al ver cómo nos encontramos todavía y se preguntarían si esta es
la América que ellos soñaron, grande y unida, y no el racimo de pueblos
divididos y débiles que somos hoy (…) Parecían
como olvidadas las ideas de la unión de los pueblos de América Latina; incluso,
no es que pensemos que ese sea un objetivo fácil; incluso, no fue el propósito
de este viaje hacer una campaña en favor de esa unión. La campaña se hace sola, la conciencia se
está haciendo sola. Esa conciencia no la ha formado nadie, y mucho menos yo; es
una conciencia con la que me encuentro, es una conciencia que se va despertando
por sí misma y que simplemente no hacemos sino observar”[12]. No existe en este discurso ni
la más velada mención a la lucha del proletariado, ni del internacionalismo
proletario propio de los marxistas. Es un discurso, antes que todo,
propagandista, un discurso para ganarse la opinión pública, primero de los
uruguayos y por extensión, de toda la América Latina.
¿Era marxista leninista Fidel Castro antes del 16 de
abril de 1961 cuando proclamó que la revolución que él conducía tenía carácter
socialista y después, el 2 de diciembre de ese mismo año al reclamar diciendo:
“Soy marxista-leninista y seré
marxista-leninista hasta el último día de mi vida”? En Castro existe una
dicotomía existencial donde se conjuga en una unidad de pensamiento la verdad y
la mentira. Se pudiera colegir cual era, si alguna, la ideología que profesaba
Castro antes del 16 de abril de 1961, pero sería una tediosa aventura
intelectual tratar de definir cuál ideología profesara, digamos 30 años
después, en 1991 cuando el desplome de todo el Bloque Soviético y la
implantación del período especial en Cuba. No puedo aventurarme en dar una
definición de la ideología castrista; lo que sí puedo afirmar es que Castro
siempre ha sido un consumado oportunista.
Como el Dios bíblico creó al hombre a su imagen y
semejanza, Castro creó un sistema de gobierno a su imagen y semejanza y por
supuesto, un sistema con algo de estalinismo, con algo de fascismo, con algo de
cualquier otra cosa desconocida al menos en el plano ideo-filosófico, pero no
un sistema marxista-leninista y todavía, más absurdo que el modelo clásico del
marxismo-leninismo. El sistema forjado por Castro, por su propia voluntad, se
asemeja en mucho a lo que el trotskista Nahuel Moreno ha denominado
“partido-ejército”. Moreno señala que las características de ese sistema, son “todas opuestas al leninismo: 1. El poder
absoluto está en manos del partido-ejército que hizo la revolución. Estos
partidos-ejércitos son pequeñoburgueses y burocráticos, no obreros (…) 2. El régimen político es totalitario a) No
hay ninguna libertad para los obreros afiliados a sus sindicatos o a sus otras
organizaciones (…) b) Unipartidismo,
Sólo se permite la existencia de un partido o de un falso frente oficial, gobernante. c) Absolutamente ninguna
libertad (…) d) Los sindicatos son órganos del estado. Bajo Lenin, los sindicatos
son independientes del estado. 3. Un régimen para construir el socialismo
en un solo país. 4. Un partido (…) burocrático, totalitario y nacionalista
Todas las características del régimen las tiene el partido gobernante, como no
podía ser de otra manera”[13].
En Rusia fue el partido de los bolcheviques el que
impulsó la revolución apoderándose de los soviets (Consejos) de obreros,
soldados y campesinos surgidos de la revolución de 1905 que se integraban con
representantes de las diferentes organizaciones anti zaristas, bolcheviques,
mencheviques y social-revolucionarios. La consigna lanzada por el partido
bolchevique, “Todo el poder a los soviets”, determinó el triunfo del leninismo
en la Rusia zarista. En Cuba, no existía un partido que dirigiera la revolución
con un programa definido. La dirección de la revolución en Cuba fue conducida
por Fidel Castro como Comandante en Jefe y el Ejército Rebelde sería el
sustituto de un partido. El poder no fue impulsado por ningún órgano
legislativo independiente, el legislativo sería secuestrado por el Gobierno
Revolucionario. Luego de consolidada la revolución se hacía necesario crear un
partido para seguir consolidando el poder. El verdadero poder residió en el
partido-ejército rebelde. Ernesto Guevara diría entonces: “Estamos ya en las proyecciones sociales del Ejército Rebelde, tenemos una democracia armada (…) El Ejército Rebelde es la vanguardia del pueblo cubano (…) el Ejército Rebelde es un cuerpo en crecimiento cuya capacidad sólo
está limitada por el número de seis millones de cubanos de la república”[14]. Castro declararía que el
Ejército Rebelde era el “factor
unificador de todo el pueblo”.
Castro no tiene la capacidad de pasar por alto las críticas
que se le hagan; lo considera como una ofensa personal y él es incapaz de
olvidar una ofensa y no perdona; no perdonó al Partido Socialista Popular por
haber condenado el asalto al Moncada calificándole como acto putchista pequeño
burgués. Usó a los comunistas para lograr sus propósitos personales. Les
necesitaba por la experiencia política que poseía el PSP y porque ese partido
sería el puente imprescindible para alcanzar el apoyo y sustento de la Unión
Soviética en relación quid pro quo. El
PSP quedaría disuelto dentro de la mega organización de las ORI ─ al igual que
el Directorio Revolucionario ─, luego ajustaría cuenta con los comunistas
ortodoxos que dentro de las ORI seguían a Aníbal Escalante iniciándose entonces
una verdadera cacería de brujas contra viejos comunistas que se conocería como “proceso
contra el sectarismo”. La página web de búsqueda EcuRed refiriéndose a esto del
sectarismo dice: “Los principales
dirigentes de la misma (corriente política del sectarismo) buscaban copar los principales puestos de
dirección del Estado y la economía del país, apartando de los mismos a los
miembros del Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario 13 de Marzo,
a los que identificaban como elementos pequeños burgueses”. Nota curiosa
esta, porque fue precisamente esa “corriente política” la que denunciaron el ex
presidente Manuel Urrutia, el ex jefe de la Fuerza Aérea Díaz Lanz y el
comandante Huber Matos ─ los “Tres Mosqueteros” los denominaría peyorativamente
Castro ─ y por lo cual se viera obligado a dimitir Urrutia, desertar a Díaz
Lanz y Huber Matos ser condenado a prisión acusado de contrarrevolucionario.
Comenzaron las purgas contra los antiguos militantes del PSP. En 1964 se
llevaba a cabo el show mediático del juicio público contra el militante de la
Juventud Socialista Marcos Armando Rodríguez acusado de ser el autor de la
delación de Humboldt 7 y con consecuencias para el alto dirigente del PSP Joaquín
Ordoqui Mesa, destituido de su cargo como Viceministro de las Fuerzas Armadas y
detenido en su vivienda hasta su muerte en 1973, por supuestamente haber
protegido a Marcos Rodríguez; la misma suerte sufriría su esposa Edith García
Buchaca, también antigua dirigente del PSP y vicepresidenta del Consejo
Nacional de Cultura.
[1] Adrian Meshad. Elefantes Blancos, Ovejas Negras. Novela, URIEL
Ediciones, Maryland, USA, 2005
[2] Nahuel Moreno. Discurso
sobre las perspectivas y la política revolucionaria después del triunfo de la
revolución nicaragüense. Cit. por Maximiliano Cavalera. HISTORIA. - A 52 años del triunfo de la revolución, la
burocracia castrista acelera la restauración capitalista. El Socialista
Centroamericano, 15 enero 2011
[3] Roberto Álvarez Quiñones. La
historia lo condenó: rasgos fascistas de Fidel Castro. Diario de Cuba, 5
agosto 2015
[4] Fidel Castro. Discurso en la Alameda de Paula, 9 de abril de 1959
[5] Fidel Castro. Discurso ante la Sesión Plenaria del Comité
Conjunto de Instituciones Cívicas cubanas. 16 de marzo de 1959
[6] Fidel Castro. Discurso del 22 de mayo de 1959 en el Congreso de
la FNTA
[7] De acuerdo con Wikipedia, Leo
Huberman (20 de octubre de 1903-9 de noviembre de 1968) fue un escritor
socialista estadounidense. En 1936 escribió su obra más importante, Los bienes terrenales del hombre, en la
que hace un análisis acerca de los cambios en las fuerzas productivas desde el
medioevo hasta su tiempo; la narración entera menciona, que todos los males,
sin excepción, han venido al mundo por el capitalismo en sus mil formas
históricas; la Iglesia siempre ha estado despiadadamente con los explotadores
del pueblo. En cambio, todos los bienes de un paraíso terreno se tendrán dentro
de la sociedad socialista con los postulados marxistas.
[8] Fidel Castro, discurso del 19 de abril de 1976 por el XV
aniversario de la victoria de girón, Teatro Carlos Marx, La Habana
[9] Fidel Castro. Discurso en
Ciudad Libertad el 31 de diciembre de 1960
[10] Fidel Castro. Discurso del 19 de mayo de 1961 al habérsele
otorgado el Premio “Lenin por la Paz”
[11] Víctor Raúl Haya de la Torre. El
Imperialismo y el APRA. Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2010
[12] Fidel Castro. Discurso pronunciado en la explanada municipal de
Monte Video, Uruguay, 5 de mayo de 1959
[13] Nahuel Moreno. Revoluciones
del Siglo XX. Cit. por Maximiliano Cavalera. HISTORIA. - A 52 años del triunfo de la revolución, la
burocracia castrista acelera la restauración capitalista. El Socialista
Centroamericano, 15 enero 2011
[14] Ernesto Guevara. Proyecciones
Sociales del Ejército Rebelde. 27 de enero de 1959
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