Mario J. Viera
Se había prometido una entrevista, o un
diálogo, si se quiere, de los plantados del 27 de noviembre con el Ministro de
Cultura. ¡Claro que se trataba de una promesa!, pero las promesas pueden dejar
de cumplirse cuando no se hacen en acatamiento a un acuerdo firmado por las
partes interesadas. Por supuesto, un diálogo no es una negociación, es solo
como afirma la RAE, una plática entre dos o más personas, que alternativamente
manifiestan sus ideas o afectos, lo que, semánticamente, es muy diferente de la
negociación, es decir, “tratar asuntos públicos o privados procurando su mejor
logro”.
Cualquier tipo de dictadura, y en
específico, una totalitaria, no acepta dialogar, solo practica el monólogo, y
negociar no existe dentro de su glosario político. Era previsible que el
supuesto diálogo jamás se produciría. No es fácil para una dictadura conversar
con alguien que le reclama el debido respeto y le señale cara a cara sus
errores y sus imposiciones. Ya bastante duro fue el prácticamente monólogo que
los del 27 de noviembre le espetaron a la cara al indeciso viceministro de
Cultura. El pobre hombre no sabía qué replicar; tenía que cuidarse de la
refriega que los “de arriba” le harían si hubiera decidido a ser flexible. Sin
embargo, hizo la promesa. El Buró Político del partido, que domina sobre el
Estado y la sociedad, tenía que cancelar la tal promesa, pero debía tener, para
ello, algo que pudiera ser una plausible negación.
Los 30 del 27 de noviembre no eran tan
cándidos, como algunos radicalistas los han denominado. Ellos pusieron
condiciones para la prometida reunión con el ministro de Cultura. Sabían que
todo lo que en aquel encuentro se discutiera podría ser manipulado o
tergiversado. Exigieron entonces que, como testigos oculares, estuvieran los
medios independientes, no solo los corresponsales de los medios oficialistas.
Si se iba al debate, un debate que iría más allá que el simple reclamo por los
derechos de libre realización artística, pues no solo debía estar presente el
ministro de Cultura, también deberían estar presente el ministro del órgano que
dirige la represión, el MININT, y el ministro de Justicia, y, por supuesto, el
denominado jefe de Estado, Miguel Díaz-Canel. Esa fue la excusa que necesitaba
el Buró Político para cancelar el propuesto diálogo bajo el pretexto de ser
condiciones no solo “inaceptables”, sino, además, “insolentes”. Y era de
esperarse, tal respuesta. Si accedían a los reclamos del 27 de noviembre, se
habría abierto una grieta en el muro del sistema totalitario por donde fluiría
la libertad derribando diques, y esto es lo que más teme la dictadura.
El Buró Político dio la orden, y su
testaferro en la presidencia del gobierno se apresuró a declarar estar abierto
al debate, a las conversaciones, sí y solo, si es “por el socialismo y para
todo lo que sea por la revolución”, cuando desde todo concepto ideológico,
técnico e institucionalmente no hay tal “Revolución” en el poder. La revolución
iniciada tras el golpe de estado del 10 de marzo de 1952, de carácter
nacionalista, de defensa de los postulados de la Constitución de 1940, de
esencia democrático-liberal, comenzó a trocarse en contrarrevolución, desde el
primer día de enero de 1959, bajo la dirección de Fidel Castro; desde el mismo
momento, cuando Fidel Castro, su hermano Raúl y Ernesto Guevara conspiraban en
Tarará en contra del gobierno provisional de Manuel Urrutia y hasta la toma del
poder político de
Castro, el 18 de julio de 1959, por medio
de un golpe de estado mediático que provocó la renuncia del presidente Urrutia.
Ese mismo día fue, cuando la revolución, dejó de ser, para transformarse en un
régimen dictatorial de corte fascista.
Desde el Granma habló el PCC. Su ronca
voz, asustada por la asonada noviolenta del 27 de noviembre, comenzó a proferir
insultos y maldecir a Movimiento San Isidro y cocinar un intragable ajiaco de
malanga, boniato y yuca, para mezclar el acto de protesta del MSI y la plantada
frente al Ministerio de Cultura con algunos actos de vandalismo que, en
diferentes ocasiones, desde el pasado año, se venían acometiendo en la isla,
casos estos tan diferentes como diferentes son las familias botánicas de los componentes
del ajiaco criollo.
Uso amplio han hecho de las páginas del
Granma, de la televisión y de los blogs oficialistas que manejan agentes
conocidos de la Seguridad del Estado para desacreditar los hechos de este mes
de noviembre.
El régimen acusa a varios cubanos
residentes en Estados Unidos de promover actos vandálicos y terroristas en
Cuba, entre los que mencionan a William
Cabreras González, Michel Naranjo Riverón, Yoniel Cardoso Freire, conocido por Toniel y miembro del grupo
“Clandestino”, Ana Olema Hernández, también identificada por el régimen como
miembro de “Clandestinos”; Jorge Luis Fernández Figueras, supuestamente miembro de
una organización denominada “Lobos
Solitarios”; Iván Leyva Basulto; Jorge Luis Fernández Figueras, Yaser
Izquierdo Hernández y Luis Mario Vela Reyes. ¿Hasta dónde son ciertos estos
cargos que la dictadura señala a estos individuos? ¡No lo sé!, no conozco a
ninguno de ellos, ni siquiera de mentada. Eso le toca investigar al FBI. Lo
cierto es, si en verdad estas personas han instigado los actos que se les
imputan, nada tienen que ver con los jóvenes del 27 de noviembre. Si
“Clandestinos” logró hacer algunas idioteces en Cuba, eso nada tiene que ver
con los jóvenes del 27 de noviembre.
Entonces para hacer más patente el descrédito
de un movimiento pacífico de reclamos legítimos, pretenden presentar a Denís
Solís como si fuera un instrumento pagado por Jorge Luis Fernández Figueras con
el propósito de que el MSI acometiera actos de desobediencia y provocación.
Presentan ante la televisión un vídeo donde Solís lo “confiesa”, un vídeo que
pudiera ser de edición manipulada o. algo más cruel, que la Seguridad del
Estado hubiera podido quebrar al joven rapero.
Siempre ha sido el mismo método empleado
por el régimen, hacer acusaciones públicas para desacreditar a sus oponentes,
sin concederles el derecho a la réplica dentro de los mismos medios, donde han
expresado sus ataques. Acusan, pero no confrontan ideas en un debate abierto y
público.
Hay una realidad, que la dictadura quiere
ocultar con todas estas “denuncias”, que el pueblo ya está dando señales de
agotamiento ante tanta retórica de odio, que se está generando en la
consciencia social la necesidad del cambio, del ya no más. La dictadura está
asustada, teme a la reacción del pueblo, al contagio de viril civilismo que
significa la plantada del 27 de noviembre; teme que se reproduzcan actos
similares. Si hasta, en cualquier momento, un grupo de estudiantes
universitarios pudiera decidirse por una plantada, ante la sede de Ministerio
de Educación, exigiendo autonomía universitaria y el derecho a cursar estudios
universitarios, para todos, sin la condición excluyente y discriminatoria de la
“Universidad solo para ‘revolucionarios’”; pudiera suceder, solo bastaría un
estímulo para hacerlo, como pudiera ser la solidaridad con algún o algunos
estudiantes universitarios que, acusados de ser desafectos políticos, sean
expulsados de los altos estudios.
Los derechos se conquistan con el poder
del reclamo de un pueblo organizado en rebeldía noviolenta. Movilización de
pueblo por medio del contacto de la oposición con el pueblo, sin mentalidad
plattista, con cubanía, con inteligencia y decisión. Y ha de tomar nota la
oposición cubana de los últimos acontecimientos. No es ponerse a hacer
convocatorias por internet sin antes contar con pueblo, con hombres y mujeres
decididos a plantear el reto político. Hay que pensar, hay que organizarse y
prepararse como para librar una guerra, una diferente, sin armas, pero como
toda guerra hay que elaborar una estrategia y contar con recursos,
principalmente humanos. Hoy en Cuba se vive una guerra civil fría que ha sido el
gobierno quien la ha declarado.
En medio de todas estas confrontaciones
que han puesto al régimen a la defensiva, Trump ya va siendo historia, su
influencia dentro de los sectores opositores cubanos irá tendiendo a cero, y
una nueva administración demócrata asumirá el 20 de enero, que, muy
probablemente, no será muy condescendiente con el régimen del PCC, salvo
algunas medidas que permitan el envío de remesas y los viajes a Cuba. En tanto,
el segundo secretario del Buró Político, Machado Ventura, ha presentado la
convocatoria para el VIII Congreso del PCC a ser realizado entre el 16 y 19 de
abril del próximo año, bajo el rótulo del “Congreso de la continuidad
histórica”. Solo falta algo más de tres meses para la cita, y, en ocasiones,
tres meses resultan ser una eternidad, y nadie es capaz de predecir a ciencia
cierta si, dentro de ese lapsus de tiempo se produzcan dramáticas
transformaciones políticas en Cuba, como tampoco nadie es capaz de predecir si
en verdad habrá la misma continuidad de poder en Cuba, después de concluido ese
congreso.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario