Hacía
ya cinco largos años que nada sabía de mi viejo amigo Cheo el Cojo. Nada había
vuelto a saber de su suerte, parecía como que se hubiera disuelto en el tiempo
y el espacio. Así que ustedes podrán imaginar la sorpresa que experimenté
cuando ayer, le vi, allí, sentado en una banca a la orilla de la playa, leyendo
muy concentradamente un libro que no apartaba de su vista. Muy contento me fui hasta
donde él estaba; quería saludarle efusivamente.
Alzó
la vista hacia mí y me saludó con un tranquilo “¡Hola!, ¿qué tal?”, como si no
hubieran transcurrido varios años sin vernos. Cerró el libro y muy entusiasmado
me dijo: “¡Oye, mira siéntate a mi lado...! Estoy leyendo un extraordinario
libro... ¡Cuántas enseñanzas están contenidas en su lectura”.
Sonreí,
definitivamente, Cheo el Cojo era así; él es así. Para él, es como si el tiempo
no existiera. Seguía siendo tan feo como siempre lo fuera, pero con aquel su
rostro que se hacía agradable cuando lo iluminaba una de esas, sus alegres y picarescas
sonrisas.
A
su lado me senté y él me alargó el libro que tan apasionadamente había estado
leyendo. ¡Sorpresa! ¡El maravilloso mago
de Oz!
─
¡Oye ─ le dije ─, este es un libro de cuento para niños!
─
¿Cómo libro de cuentos? ─ casi me lo dijo en un grito ─ ¡No te dejes aturdir
por las apariencias! Este es un libro que todos debiéramos leer; si es que
tiene más enseñanzas prácticas que las que se han escrito en la Biblia. Ahora
mismo, la prensa lo ha publicado, toda la historia contenida en este libro que,
tú denominas, demostrando tu ignorancia, “libro de cuento para niños”. ¿Es que
no lees los periódicos?
─
¿En ... la prensa? ─ musité casi sin saber qué decir ─ ¿En qué periódicos ha
salido algo referido al Mago de Oz?
─
Mira, en muchos ─ me lo dijo Cheo como sintiendo pena por mí ─. Se publicó en
el Diario de las Américas, en el español El Mundo, en NTN24, en el periódico colombiano
La Semana, en Radio TV Martí; en muchos, muchos periódicos...
Muy
satisfecho, Cheo extrajo su cajetilla de cigarrillos, ahora su marca favorita
sería el 305’s. Con parsimonia le dio fuego al cigarrillo. Aspiró y arrojó una
bocanada de humo sobre mi rostro. “Tienes que informarte, amigo”, me dijo con
aire profesoral.
─
¡Mira, Cheo, he leído algunos de esos periódicos que tú mencionas y nada he
visto referido al cuento de El
maravilloso Mago de Oz... ¡Nada! ─ le espeté un poco, ¡no¡, bastante
molesto.
Sonrió
amablemente Cheo y me dijo: “Tienes que hacer la lectura entre líneas. Cuando
lo hagas verás que la noticia se refiere a esa muchachita... ¿Cómo se llama...?
¡Ah, sí!, Dorothy Gale (Oposición Venezuela), y a los zapaticos de “transición
negociada” que le regala la Bruja Buena del Norte, Locasta Mike Pompeo. También
está, el Espantapájaros que fue puesto para asustar a los cuervos, pero que
quiere actuar por sí mismo, con un cerebro para pensar... No quiere seguir
siendo hombre de paja; y ¿qué me dices del Hombre de hojalata Padrino López?,
que fue un hombre antes, pero que una bruja lo convirtió en un ser de hojalata
oxidado. ¿Acaso no está el León cobarde que salió huyendo y que ruge desde el
exterior? Allí aparece la Bruja Mala del Oeste (Maduro-Cabello) que gobierna
sobre la triste tierra de los Winkies (Venezuela), con el poder que tiene sobre
las horrorosas criaturas, de lobos, avispas y cuervos (los colectivos).
¡Hum...! Comencé a entender lo quería dejar claro, mi
amigo Cheo. Si, es como el cuento del Mago de Oz, lo que propuso el secretario
de Estado, Mike Pompeo de que, en este 2020, se necesita llegar a una “transición
negociada” en Venezuela; una nueva negociación entre el madurismo y la dividida
oposición; una negociación para poder celebrar con resultados creíbles las
elecciones parlamentarias, previstas en 2020, y unas presidenciales anticipadas.
Y dijo Trump, en declaraciones a la prensa, tratando de captarse los votos del
León cobarde: “Tenemos una buena estrategia. Estamos ayudando a la gente, creo
que estamos haciendo un buen trabajo. Veremos lo que pasa. Manténganse
conectados”.
Arrojó lejos el cabito del cigarrillo que había estado
fumando. Bostezó, se levantó y con una “¡Chao!” se despidió de mí.
─ ¡He, Cheo, que dejas tu libro...! ─ le grité cuando se
alejaba.
Cheo se encogió de hombros y con una sonrisa me contestó
antes de alejarse: “¡Ahí te lo dejo, es tuyo, te lo regalo, para que puedas
aprender algo...!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario