Mario
J. Viera
El artículo 168 de la Constitución del
2009, lo había expresado claramente: “El
periodo de mandato de la Presidenta o del Presidente y de la Vicepresidenta o
del Vicepresidente del Estado es de cinco años, y pueden ser reelectas o reelectos por una sola vez de manera
continua”, por cierto, una reforma del Artículo 87° de la Constitución
de 2004, que establecía: El mandato improrrogable del Presidente de
la República es de cinco años. El Presidente puede ser reelecto por una
sola vez”, con la diferencia de que esa reelección no fuera de manera
continua sino: “después de transcurridos cuando menos un período constitucional.
No existen dudas al respecto, la pretensión de Evo Morales de reelegirse por
segunda vez de manera continua era totalmente inconstitucional. Con eso bastaba
para ser declarado incompetente para continuar en la Presidencia.
Hay que dejar por descontado que esta
presunción de incompetencia para el ejercicio de la Presidencia, no procedería,
teniendo en cuenta que el Tribunal Supremo estaba copado por magistrados leales
a él y que su partido, Movimiento al Socialismo (MAS) contaba con la mayoría
congresional. Solo restaba la desobediencia civil, que estalló durante el fraude
del 20 de octubre, y la decisión de los cuerpos armados que le “sugirieron”
renunciara al alto cargo que ocupaba. Por eso estalló la revuelta, no quedaba
otro modo para hacer que Evo se fuera.
Comenzaron los pueblos indígenas y la
gente común y corriente a manifestar su protesta en contra de Morales. Llegó
entonces el momento de los cristeros de la ultraderecha para impulsar el divino
reclamo de expulsar al ateo. Había que volver al postulado del Artículo 3° de
la Constitución del 2004 que proclamaba: “El
Estado reconoce y sostiene la religión católica, apostólica y romana”.
Mandato de Dios: ¡La Biblia debía entrar en la Casa de Gobierno!
Y comenzó el corre-corre de los masistas.
Renuncia el Presidente y el Vicepresidente, renuncian el Presidente del Senado
y el Presidente de la Cámara. Quedaba vacío el Artículo 169 que establecía la
cadena de sucesores para ocupar la presidencia en caso de “impedimento o ausencia
definitiva” del Presidente, pero si todos estos, con derecho constitucional a
reemplazar la presidencia vacante, habían renunciado a sus cargos ¿Qué se podía
hacer? Ningún Estado está garantizado si su gobierno queda acéfalo.
La solución la dio de inmediato la
senadora por la agrupación de derecha Plan Progreso para Bolivia - Convergencia
Nacional, Jeanine Áñez. Ella ocupaba la vicepresidencia segunda del Senado que,
al faltar la presidencia y la vicepresidencia primera, ella sería la heredera
del puesto de dirección senatorial, así simple y sencillamente, sin importar
que hubiera o no quorum para su designación, quorum que nunca se alcanzaría
desde el instante que la bancada del MAS se negó a asistir a la convocatoria.
El MAS entonces perdería por no presentación. Lo más importante de todo, el
gobierno no quedaría acéfalo.
Y Jeanine, ultracatólica y
conservadora, como algunos la describen, se va a la Casa de Gobierno y dice: “Dios ha permitido que la Biblia vuelva a
entrar al Palacio. Que él nos bendiga”. Entonces el general Williams Kalimán
le impone la banda presidencial, y jura ella emocionada “por Dios y la Patria” con su mano puesta sobre la Biblia.
Emocionado la contempla Luis Fernando Camacho, que ya lo dijo, cuando pedía que
Evo Morales firmara su carta de renuncia: “No
es un golpe de Estado, pues no estoy yendo con las armas. Voy con mi fe y mi
esperanza; con una Biblia en la mano
derecha y su carta de renuncia en mi mano izquierda”. No se retorna por
completo a los postulados de la Constitución del 2004, pues esta, en su Artículo
92° reclamaba: “Al tomar posesión del
cargo, el Presidente y Vicepresidente de la República, jurarán solemnemente,
ante el Congreso, fidelidad a la República y a la Constitución”.
La Constitución del 2009 no ha sido
revocada, por tanto, el Gobierno de Transición que desde ahora ha asumido Áñez,
tiene que ajustarse al espíritu y la letra de su Artículo 171 que establece: “En caso de revocatoria del mandato, la
Presidenta o el Presidente del Estado cesará de inmediato en sus funciones,
debiendo asumir la Presidencia la persona que ejerza la Vicepresidencia, quien convocará de forma inmediata a
elecciones a la Presidencia del Estado a realizarse en el plazo máximo de
noventa días”. ¡Solo tres meses como tiempo máximo para convocar a
elecciones! Es decir, un gobierno provisional de solo tres meses o cuatro de
duración. ¿Un gobierno signado para un ejercicio limitado de tres o cuatro
meses, requiere la formación de un Gabinete de Gobierno? Hasta el momento, Áñez
ha nombrado a 11 ministros:
1.- Karen Longaric, ministra de
Relaciones Exteriores; 2.- Jerjes Justiniano, ministro de la Presidencia
(abogado de Camacho); 3.- Roxana Lizárraga, ministra de Comunicación; 4.- Luis
Fernando López Julio, ministro de Defensa 5.- José Luis Parada, ministro de
Economía 6.- Arturo Murillo (disidente de UN), ministro de Gobierno 7.- María
Elva Pincker, ministra de Medio Ambiente y Agua 8.- Álvaro Coimbra Cornejo,
ministro de Justicia 9.- Yerko Núñez, ministro de Obras Públicas 10.- Mario
Samuel Ordoñez, ministro de Desarrollo Rural y Tierras 11.- Álvaro Rodrigo
Guzmán, ministro de Energías.
Se prevé que en breve serán nombrados
9 ministros más.
Se me ocurre una pregunta, en solo
cuatro meses para su ejercicio ¿qué pueden adoptar, o modificar o mejorar esos
ministros dentro de sus respectivos magisterios? Acaso, ¿se pretende extender
el periodo de provisionalidad por un tiempo mayor que el prescrito por la
Constitución? Es que incluso los altos mandos de las Fuerzas Armadas se han
renovado y ahora, el general Williams Kaliman ha sido reemplazado por el general
de Ejército, Sergio Carlos Orellana Centellas. No sé, no sé, ¿por qué seré tan
escéptico?
Sin embargo, Áñez se comprometió a “convocar
a nuevas elecciones lo más pronto posible”. Lo más pronto posible, ¿dentro de
tres meses, dentro de 18 meses, dentro de dos años? ¿Cuánto tiempo constituye
ese “pronto posible”?
No puedo evitarlo, cuando escucho eso
de que la Biblia vuelve a entrar en la Casa de Gobierno, me viene a la mente la
revolución iraní de 1979 cuando fue derrocado el Sha Mohammad Reza Pahlevi y el
ayatolá Jomeini llevara el Coram al Palacio Real.
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