Mario J. Viera
La mujer, ese ser humano,
merecedor de todos los respetos, como los merece el género humano en su
totalidad, hombre, mujer, niño y anciano; sean blancos, negros, mestizos,
asiáticos, pieles roja; sean ricos o sean pobres; sean sanos o sean
discapacitados, ¿requiere un solo día de cada año dedicado a ellas? Leí un día,
no sé cuándo ni dónde, lo que una mujer escribiera diciendo: “No me consideres
solo porque sea madre, hermana, hija o esposa, sino simplemente como lo que en realidad
soy: un ser humano”. ¡Humano, solo con esto basta!
La conmemoración de un día
dedicado como "Día Internacional de la Mujer" o "Día de la Mujer
Trabajadora" fue una iniciativa del movimiento social-demócrata de
inspiración marxista, cuando durante la celebración del II Encuentro
Internacional de Mujeres Socialistas de 1910 en la ciudad danesa de Copenhague,
Clara Zetkin, una militante de la Liga Espartaquista (comunista), propuso la
proclamación del 8 de marzo como día de reconocimiento de la mujer trabajadora,
en acto de solidaridad internacional con la huelga que las trabajadoras
textileras en Estados Unidos impulsaron en 1909, conocida como “huelga de las camiseras” o el “Uprising of the 20,000” por el número de
las participantes ─ mayoritariamente trabajadoras inmigrantes de diferentes
regiones de Europa ─ en aquella huelga, considerada como la mayor huelga
femenina llevada a cabo hasta la fecha en Estados Unidos. Sus reclamos son
presentados escuetamente en Wikipedia: “El
24 de noviembre alrededor de veinte mil trabajadores, en su mayoría mujeres,
salieron de las fábricas. La huelga duró hasta febrero de 1910 y terminó en un
"Protocolo de paz" ("Protocole of peace") o acuerdo entre
empresarios y sindicalistas, que permitió a los huelguistas volver al trabajo y
satisfacer, en alguna medida las demandas de los trabajadores ─ mejor salario, reducción de la jornada laboral, igualdad salarial e igualdad de trato para los trabajadores que estaban
afiliados a los sindicatos y aquellos que no lo estaban”.
Huelguistas camiseras |
Independiente de sus
antecedentes comunistas, en 1972, la Asamblea General de las Naciones Unidas
proclamó el año de 1975 como “Año
Internacional de la Mujer”, y celebrando por primera vez como Día
Internacional de la Mujer el 8 de marzo. Dos años más tarde, en diciembre de
1977, la Asamblea General adoptó una resolución que proclamaba un Día de las Naciones Unidas de los Derechos
de la Mujer y la Paz Internacional, que habría de celebrarse en los Estados
Miembros, cualquier día del año, de acuerdo con sus tradiciones históricas y
nacionales. “Desde entonces ─ declara
la página oficial de la ONU Mujeres ─, el
Día Internacional de la Mujer ha adquirido una nueva dimensión mundial para las
mujeres, tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo. El
creciente movimiento internacional de mujeres, consolidado gracias a las cuatro
conferencias mundiales de las Naciones Unidas sobre la mujer, ha contribuido a
convertir la celebración en un punto de encuentro en torno al cual promocionar los derechos de las mujeres y
su participación en las esferas política y económica”.
Desde finales del siglo XIX
y principios del siglo XX, los movimientos feministas se organizaron en torno a
una plataforma de reclamaciones, tales como el derecho al sufragio. Una conquista
esta que costó muchas luchas y protestas para alcanzarle. El primer país que
concedió este derecho civil a las mujeres fue Nueva Zelanda en 1893 pero
restringido solo al voto. Estados Unidos fue uno de los últimos países que
concediera el derecho al voto para todas las mujeres en 1965 sin importar su
raza. En el continente americano el primer país que le concediera a las mujeres
el derecho al voto fue Ecuador en 1929, seguido por Chile en 1931, Uruguay en
1932, Bolivia en 1938, El Salvador en 1939, Cuba en 1940, Panamá en 1941, Brasil
en 1943, Guatemala y Venezuela en 1946 y Argentina y México en 1947.
Muchos eran los prejuicios
que existían para rechazar el voto femenino. Alfred López del Blog 20 minutos,
cita las palabras de un político que rechazaba se aprobara el voto de las
mujeres:
“¿Conceder el derecho de voto a las mujeres?
¡Qué idea más ridícula! El cerebro de la mujer es más pequeño que el de los
hombres lo que demuestra que las mujeres son menos inteligentes. Son propensas
a actitudes extremistas y se asocian a campañas sin consultar antes a sus
maridos. Además, eso no fomentaría la igualdad de derechos porque su natural
modestia les impide ir a votar cuando están embarazadas, y como las mujeres del
campo suelen tener más hijos, tendrían una desventaja injusta con respecto a
las mujeres que viven en las ciudades. Y si las mujeres son elegidas al
parlamento, ¡qué deshonra supondría esto para sus maridos! Éstos estarían
obligados a cocinar en casa…”
Otras de las demandas
planteadas por los movimientos feministas eran, el derecho a disponer
libremente de sus bienes sin tener que recibir la representación de sus
esposos; la demanda de la separación entre sexualidad y reproducción, la
defensa de la maternidad libre; la promoción de la planificación familiar, así
como el derecho a decidir sobre el uso y difusión de métodos anticonceptivos
artificiales y el derecho a interrumpir el embarazo; la protección de la
maternidad; el derecho al trabajo y la igualdad de salarios con el hombre por
igual trabajo; la condena a la violencia familiar en contra de las mujeres y el
derecho a recibir instrucción universitaria. El día internacional de las
mujeres, no es el simple día para felicitar a las mujeres o para conceder
promociones comerciales. Se trata, desde su origen, de un día para la reivindicación
de los derechos humanos de las mujeres; de un día consagrado a la supresión de
la discriminación contra las mujeres.
El 7 de noviembre de 1967,
la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 2263, “Declaración sobre la Eliminación de la
Discriminación contra la Mujer” la que en su parte introductoria expresa: “Considerando que la discriminación contra de
la mujer es incompatible con la dignidad humana y con el bienestar de la
familia y de la sociedad, impide su participación en la vida política, social,
económica y cultural de sus países en condiciones de igualdad con el hombre, y
constituye un obstáculo para el pleno desarrollo de las posibilidades que
tienen las mujeres de servir a sus países y a la humanidad...” En su
artículo 3, establece: “Deberán adoptarse
todas las medidas apropiadas para educar a la opinión pública y orientar las
aspiraciones nacionales hacia la eliminación de los prejuicios y la abolición
de las prácticas consuetudinaria y de cualquier otra índole que esté basadas en
la idea de la inferioridad de la mujer”.
La eliminación de esas
denominadas “prácticas consuetudinarias” fundadas en el prejuicio de la “inferioridad
de la mujer” choca con criterios recogidos en la práctica de algunas
religiones, como las limitaciones que se le imponen a la mujer en los estados
islámicos donde rige la ley suprema de la Sharía y en diferentes comunidades
del cristianismo paulista que siguen las enseñanzas de Pablo de Tarso:
"Vosotras
mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino
que estén sujetas, como también la ley lo dice". Primera carta a los
Corintios.
"Yo
no permito que la mujer enseñe ni que ejerza autoridad sobre el hombre, sino
que permanezca callada". Primera carta a Timoteo.
En 1994 la Conferencia
Internacional de Población y Desarrollo, celebrada en El Cairo entre los días 5
a 13 de septiembre declara explícitamente: “Muchos
países han hecho considerables progresos en lo que respecta a ampliar el acceso a los servicios de salud
reproductiva y a reducir las tasas de natalidad y de mortalidad, así como a
aumentar los niveles de educación y de ingreso, en particular la situación educacional y económica de la mujer
(...) cabe mencionar los grandes cambios de actitud de la población del mundo y
de sus dirigentes por lo que hace a la
salud reproductiva, la planificación de
la familia y el crecimiento de la población, que, entre otras cosas, han
dado como resultado el nuevo concepto amplio de la salud reproductiva, que
incluye la planificación de la familia y la salud sexual, tal como se definen
en el presente Programa de Acción”. En su Principio 4, proponía: “Promover la equidad y la igualdad de los sexos y los derechos de la mujer, así como eliminar la violencia de todo tipo contra
la mujer y asegurarse de que sea
ella quien controle su propia fecundidad son la piedra angular de los programas
de población y desarrollo”; y en su Principio 8 exponía: “Toda persona tiene derecho al disfrute del
más alto nivel posible de salud física y mental. Los Estados deberían adoptar
todas las medidas apropiadas para asegurar, en condiciones de igualdad entre
hombres y mujeres, el acceso universal a los servicios de atención médica, incluidos los relacionados con la salud
reproductiva, que incluye la planificación de la familia y la salud sexual.
Los programas de atención de la salud reproductiva deberían proporcionar los
más amplios servicios posibles sin ningún tipo de coacción. Todas las parejas y todas las personas
tienen el derecho fundamental de decidir libre y responsablemente el número y
el espaciamiento de sus hijos y de disponer de la información, la educación
y los medios necesarios para poder hacerlo”.
Mucho queda por hacer a
favor de los derechos de las mujeres, es por ello que este día no basta solo
con desearles felicidades a las mujeres por su día, sino solidarizarnos en
apoyo a sus derechos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario