Mario J. Viera
En su edición del pasado 25 de marzo,
la página venezolana Analítica.com, publicó una foto editada del Presidente
Encargado Nicolás Maduro con la clara intención de mostrarle como el candidato
del castrismo. Ciertamente, Maduro es el hombre de Raúl Castro en Venezuela y
ha estado vinculado al castrismo desde antes de que Hugo Chávez fundara su
movimiento Quinta República en 1997.
La foto satírica se presenta bajo un
encabezado en que se lee: “Como diría el camarada Fito…” y la frase a contrafondo de “Yo vengo a ofrecer
mi corazón”, tomada de la canción homónima del cantautor de izquierda argentino
Fito Páez:
Quién dijo que todo está perdido
Yo
vengo a ofrecer mi corazón
Tanta
sangre que se llevó el río
Yo
vengo a ofrecer mi corazón.
Ese corazón que ofrece Nicolás Maduro
se representa con la imagen de una bandera cubana dibujada en el centro de su
pecho. Entiendo lo que se pretende expresar con la representación y lo
comparto, pero no tanto así.
Ciertamente, este Fito Páez no se
esconde para mostrarse como camarada entre los bolivarianos. Recientemente,
tras el deceso del líder del Socialismo del Siglo XXI, Páez, en una entrevista reproducida
por la página web del diario Tiempo Argentino, se expresó elogiosamente a favor
de Hugo Chávez, cuando dijo que “Chávez
fue clave para la idea de una nueva manera de entender a Latinoamérica (…) los que lo critican son gente escondida en
un departamento cuestionando un hecho fáctico”. Y, a continuación, criticar duramente a los
venezolanos que mostraron su satisfacción por la muerte del dictador bolivariano:
"Fueron repugnantes las expresiones de algarabía de personas celebrando
la muerte de Chávez. No se puede ser comprensivo con eso y no es que yo esté
enojado, me enoja esa gente”.
Tal vez sea repugnante que se exprese
alegría pública por la muerte de cualquier persona, ya sea Pinochet, o Videla o
Hugo Chávez; tal vez sea repugnante para algunas personas las expresiones de
alegría del exilio cubano cuando se conozca la muerte de Fidel Castro. Solo aquellos
que no sufrieron en su propia carne los rigores de una dictadura, que no
conocieron persecuciones, maltratos, cárceles, exilios y llorar la muerte de
algún ser querido ante un pelotón de fusilamiento, pueden sentirse repugnados y
hasta enojados con los que festejan la muerte de un dictador.
Otros quizá no compartan esas
manifestaciones de jolgorio y no brinden por la muerte del dictador ─
cualquiera que este sea o del color político que sea ─ pero comprenden ese
sentimiento de fiera herida que se expande en expresiones de alegría de los que
padecieron el rigor de las dictaduras.
Sí, Fito Páez puede ser considerado
como un camarada de los chavistas y de los castristas; pero también es un
camarada díscolo.
El Páez que ahora expresa admiración
por Chávez parece distinto al Páez del 2008, cuando se expresó duramente de
Hugo Chávez; entonces dijo: “Chávez no
tolera la disidencia, es intolerante. Cualquier persona que se arrogue los
principios de la libertad, está meando fuera del tarro. Uno tiene derecho a
pensar, hacer y decir lo que quiera, mientras eso no afecte a los demás. Son cosas
básicas”.
Fito Páez es siempre bien recibido en
Cuba bajo la pupila fervorosa de los Castro que le ven como a uno de los suyos,
sin embargo en agosto del 2008 hizo declaraciones no muy halagadoras del
castrismo, cuando consideró que la llamada revolución, tras casi 50 años ya se
había detenido y llegó a definir como dictadura al régimen castrista: “Nadie puede calentar la silla más de 40
años... sería una dictadura. Cualquier proceso revolucionario conlleva la idea
recambio, de un movimiento. Si se queda fijo es que ya pasó, se paró”. Sin
embargo él mismo no para de visitar la isla y su última estadía en Cuba fue en
diciembre pasado para participar en el 34 Festival Internacional del Nuevo Cine
Latinoamericano.
Luego de esta digresión, vuelvo al
tema de la foto satírica de Analítica.com.
Nicolás Maduro no lleva a Cuba en su
corazón, la bandera de la estrella solitaria, la de todos los cubanos, la
bandera que enarbolaron los mambises del 68 y del 95 del siglo XIX, la bandera
de José Martí, la que levantan los luchadores anticastristas en Cuba, la que
cubre al exilio cubano, esa no está en el corazón de ninguno de los chavistas;
no está tampoco en el corazón de los castristas.
Considero desacertado por parte de la
publicación venezolana mostrar al miserable de Nicolás Maduro con el símbolo
glorioso de nuestra enseña nacional como si fuera su corazón, como si fuera el
símbolo de la veneración de un fantoche.
En los corazones de Maduro, de
Cabello, de Chávez nunca ondeó la bandera de la libertad; nunca ha ondeado ni
siquiera la bandera de Venezuela. Los Castro mancharon nuestra enseña cuando la
inclinaron ante el rojo pabellón de la Hoz y el Martillo; Chávez pisoteó el
estandarte venezolano cuando lo rindió ante los regentes del Partido Comunista
de Cuba. Los traidores no tienen banderas, quizá su enseña, la que debió
analítica colocar en el pecho de ese toripollo venezolano, sea la bandera negra
con la calavera y las dos tibias cruzadas.
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