Mario J.
Viera
Nicolás Maduro ha
demostrado que es un mentiroso. No tiene nada de sí y se esconde detrás del
fantasma de Hugo Chávez; nada tiene propio de él solo la mentira y su
complicidad con el gobierno de los Castro. Maduro es un agente encubierto de la
inteligencia castrista. Es como ha denunciado Enrique Capriles “el candidato de
Raúl Castro”.
Maduro realmente
significa la entrega “de Venezuela a los intereses de Raúl Castro”.
El representa los
intereses de un grupito y, como ha señalado Capriles, no le interesa el pueblo,
“sólo le interesa ese grupito” de ambiciosos manipuladores de los sentimientos
del sector chavista de la población venezolana, y en su afán de capitalizar el
sentimiento cuasi religioso que inspira el difunto presidente dentro de un
importante segmento popular, no le dan paz ni descanso al alma, al espíritu de
Hugo Chávez. Más que políticos corruptos parecen políticos carroñeros con el
instinto propio de las hienas.
Cabe preguntarle, como
plantea Capriles, al pueblo, seguidor de Chávez “si quiere que los recursos de los venezolanos sean entregado a los
Castro porque eso es Nicolás”. Hay que preguntarle a las fuerzas armadas
venezolanas si están dispuestas a aceptar que “esos del Gobierno de Cuba” continúen
dándoles órdenes a los soldados venezolanos.
En tales términos se
expresó Capriles en Yaracuy: “Yo sí le
digo a nuestra Fuerza Armada, es la hora de defender nuestra soberanía, de
defender a Venezuela. Cuando yo sea su comandante en jefe, esos del Gobierno de
Cuba que les quieren dar órdenes a nuestros soldados no le van a dar órdenes a
nuestro país”,
Allí, en Yaracuy,
Capriles expresó su nacionalismo legítimo: “Aquí
sólo sonará el Himno Nacional. No entregaremos el país ni a los yanquis ni a
los cubanos. Llegó el momento de que tengamos un gobierno nacionalista, que
invierta los recursos del país en provecho de todos los venezolanos”.
Riposta Maduro, el
Presidente encargado por el castrismo y acusa a Capriles de ser el “candidato
del imperialismo en Venezuela”; de ser el “jefe del modelo capitalista” sin
argumentos factibles para tal acusación. ¿Acaso
él no ha cantado el himno nacional cubano en un acto venezolano sin que
sonaran las notas del emblema de Venezuela?
Predicador del odio,
como lo fue el difunto Hugo Chávez, de quien dice lo ha aprendido todo, que
mostró tanto desprecio hacia el pueblo venezolano cuando mentía y manipulaba
las opiniones con respecto a la salud de Chávez intenta presentar a Capriles “como jefe del odio, como jefe del desprecio
al pueblo”.
La verdad está de
parte del candidato de la oposición. ¿Lo entenderá así el electorado
venezolano, ese mismo electorado que le dio a Chávez la victoria del 7 de
octubre? Así lo cree Capriles, cree que al agente castrista los electores le van
“a dar una pela”, y fuera de su acostumbrada moderación en el uso de los
epítetos, le dice a Maduro “toripollo, en tu vida has sido electo a
nada. Pura paja, se lo hemos dicho, pura paja” y acota “a Nicolás le encanta la comodidad, aire
acondicionado, se levanta cerca de las 8:30 de la mañana, ellos son los capitalistas en el gobierno, vean las
camionetas. Ahí están los capitalistas salvajes”.
Ciertamente Maduro es
la representación del toripollo, con su mole por cuerpo y con su pobre
inteligencia es simplemente uno con cuerpo de toro y mente de pollo.
Pero el aburguesado
toripollo, el marxista de pacotilla, el mal alumno de la Escuela Superior de
Ciencias Políticas Ñico López, el protegido
de Raúl Castro soñando con encabezar un gobierno de características
totalitarias definidas como el regente en Cuba, lanza un juramento: “hay que
ser bien ‘falluto’” pensar que el electorado venezolano “le va a entregar esta casa de gobierno a la burguesía, jamás ni nunca volverán a Miraflores, lo juramos”.
Tal vez en estas
elecciones extraordinarias, gracias al manejo de los amplios recursos del
Estado, del uso de los medios oficiales, de la complicidad del CNE, de la
manipulación idolátrica del culto a Chávez, pudiera Nicolás Maduro alcanzar la
presidencia; pero ese será el principio del fin del chavismo.
Los venezolanos tienen
una nueva oportunidad. El 14 de abril ante Venezuela se plantean dos opciones,
votar del lado del mal o votar del lado de la verdad. La disyuntiva será para
los venezolanos distinguir quién representa el mal y quien representa la
verdad. Si yerran, los resultados serán desastrosos para toda Venezuela. El
socialismo a lo cubano no se perfecciona, se degrada paulatinamente degradando
a toda la sociedad; Caracas será muy pronto una ciudad en ruinas como La Habana
es hoy una ciudad destruida y carcomida como si hubiera sido sometida a un
intenso bombardeo aéreo. El desabastecimiento será agobiante, los salarios,
miserables. Todos conocerán la vigilancia de unos hacia otros y crecerán las
prisiones… Esto sería el resultado de elegir al candidato de Raúl Castro y
decidirse por el comunismo caribeño impulsado por los hermanos Castro.
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