viernes, 8 de marzo de 2013

La mentira más grande del mundo


Francisco Rivero Valera. EL UNIVERSAL


Todo el mundo sabe lo que es una mentira.

Y que decir mentiras es mentir. Y que mentir es no decir la verdad y ser mentiroso. Y que mentiroso es lo mismo que embustero, farsante, hipócrita, embaucador, patrañero, farfullero, tramposo, manipulador y engañoso, porque utiliza la mentira, consciente e intencionalmente, para engañar a otras personas y lograr sus objetivos.

También la gente sabe que algunas personas mienten de vez en cuando con mentiras piadosas que, supuestamente, no le hacen daño a nadie, aunque mentira es mentira. Y que otras están acostumbradas a mentir siempre, en bola de nieve, tratando de tapar una mentira con la otra. Serían los mitómanos, grandes manipuladores de la vida de los demás y repartidores de daño y engaño para todo el mundo.

De todas maneras, la gente miente por diferentes razones. En general, por miedo irracional, para evitar un castigo, en trastornos de personalidad antisocial. Para engañar a los demás, como manipulador social, o al percibir que su autoestima se encuentra amenazada. Para proteger su intimidad, la de otras personas o solucionar situaciones percibidas como difíciles. En ocasiones, el hombre miente más que la mujer, los extrovertidos más que los introvertidos, los comerciantes más que los periodistas, los abogados más que los religiosos y, los peores, los políticos más que todo el mundo. Y mienten para obtener lo que desean: dinero, sexo o poder.

Sin embargo, muchas personas también se autoengañan al pensar que una mentira es realizable en el tiempo, como las promesas de los políticos. En este sentido, el ser humano es el único animal capaz de engañarse a sí mismo, según Derek Wood, Norman Brown y otros psicólogos expertos. Y de acostumbrarse a la mentira de tal manera que puede invertir sus valores éticos y morales para terminar aceptándola como verdad y viceversa. Similar al masoquismo: lograr placer con sufrimiento.

Pero, lo peor de la mentira es su escenario con 2 actores: el mentiroso y el engañado, individual o colectivo. Y con un solo final: el engañado descubriendo la verdad y reaccionando con violencia, pérdida de la confianza, de la fidelidad, de la intimidad o debilitado sus bases de convivencia social.

Y, por ser antiética e inmoral, la mentira también atenta contra preceptos religiosos. No levantarás falsos testimonios ni mentirás, dice el octavo mandamiento del Decálogo. Luego roguemos seriamente que la maldición de Allah caiga sobre los mentirosos, dice el Corán 3.61.

Por eso, en ese escenario de mentiras de diferentes dimensiones, algunas pequeñas y temporales, y otras grandes y permanentes, cualquiera se puede preguntar por la mentira más grande del mundo. Aunque la respuesta es individual, creo que para muchos venezolanos sería el Socialismo del Siglo XXI. Comenzó en 1998 con una campaña electoral mitómana. Continuó con promesas de mejorar la calidad de vida del venezolano, que resultaron ser todo lo contrario. Y está finalizando con la manipulación histórica de la Constitución nacional, del estado de salud y deceso del Presidente. Que Dios y la Patria los demande.

Y aunque todavía falta ver la reacción del pueblo engañado, el final de la historia de mentiras es el mismo: se puede engañar a todos durante algún tiempo; se puede engañar a alguien siempre, pero nunca se puede engañar a todos, siempre. A. Lincoln.

Y al final, termina una historia y comienza otra, porque la mentira dura hasta que la verdad florece.

Que así sea.

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