Mario J. Viera.
En ocasiones me pregunto ¿qué pasaría
si los regentes del gobierno de Cuba, se volvieran locos, o se sintieran cansados
del mando o simplemente se percataran de que ya no pueden dar más y quieren
buscarse un lugarcillo tranquilo para disfrutar lo que les queda por vivir y se
decidieran llamar a la oposición para decirle: “Miren, encárguense de este
muerto que ya no soportamos y reemplácennos
en el gobierno”?
Esta es una hipótesis mía planteada al
absurdo pero vale como ejercicio intelectual. En primer lugar ¿Quiénes serían
los representantes de la oposición que serían llamados para hacer la
transición? Descontemos que los regentes tengan dobles intenciones y que
quieran pactar con una oposición/disidencia ad hoc y consideremos que, en
verdad ─ esto es una suposición al absurdo ─, quieren dialogar con la
oposición/disidencia legítima. ¿Cuántos grupos opositores/disidentes hay en
Cuba? ¿Algunas decenas o son doscientos o trescientos? Y cada uno con su propio
liderazgo. Pienso que habría que hacer la reunión no en una pequeña o mediana
oficina; se requeriría hacer el encuentro en el Palacio de las Convenciones.
Planteemos la hipótesis desde otro
ángulo. Supongamos que se ha creado un partido único de la oposición/disidencia
con su secretariado y su máximo líder. Ese máximo líder supuestamente se
encargaría de ocupar la presidencia del gobierno de transición y encaminaría el
gobierno por los cauces ideológicos o programáticos del Partido único. Cabría
formularse la pregunta sin respuesta que se hiciera Luis Cino Alvarez: “¿Qué pasaría si apareciera un líder único,
que de tan carismático, valiente y virtuoso, se sienta por encima del bien y el
mal? ¿No tuvimos suficiente ya con el Máximo Líder?”
Supongamos que ese líder y secretariado
único no se embelesaran con el licor del mesianismo y del salvador supremo ─
cosa que estaría por ver ─ y se abriera al pluralismo político e ideológico de
todos los sectores de la oposición. Debemos hacernos otra pregunta ¿estará ese
partido opositor y sus representantes aptos para conducir la maquinaria
estatal? ¿Aptos para conducir los ministerios y toda la burocracia
gubernamental? ¿Estaría preparado para echar a andar el Poder Legislativo
haciendo funcionar al Congreso y emprender una reforma al aparato judicial del
país? ¿Qué planes sensatos tiene para reformar y hacer funcionar a los
gobiernos municipales? ¿Y la policía y las fuerzas armadas?
Pienso que una de las principales
tareas de la oposición está en su preparación para el ejercicio del gobierno y
desarrollar sus capacidades para hacer funcionar todo el andamiaje estatal.
Esto es básico y es elemental, el saber cómo se gobierna.
En cuanto al tema tan manido de la
unidad o la dispersión de los grupos opositores/disidentes, pienso que la
dispersión, la pluralidad, tiene sus pro y sus contra. En primer lugar comparto
el mismo criterio de Luis Cino Alvarez cuando señala: “Los tradicionales hándicaps de la oposición cubana, tales como la
fragmentación, el individualismo, la improvisación, la espontaneidad, han hecho
mucho más difícil el trabajo de los represores. Una oposición más unida hubiese
sido para la Seguridad del Estado más fácil de descabezar”.
En contra hay la tendencia al
caciquismo, al aislacionismo de algunos grupos, la tendencia a querer
destacarse mediáticamente sin lograr la necesaria comunicación con la
población. Son más fuegos fatuos que luces verdaderas.
El otro factor negativo es la
tendencia de muchos grupos de elaborar proyectos y programas todos en oposición
a otros proyectos y programas elaborados por otros grupos y de presentarlos
como la clave del futuro o como el alfa y la omega de la sapiencia opositora;
tantos programas que ya nadie sabe por cual decidirse ni cual de esos proyectos
y programas tienen verdadero poder de convocatoria.
El exilio no está exento de estos
vicios. ¿Cuántas organizaciones anticastristas se han creado en el exilio?
Demasiadas y cada una con su propio programa y su propia intolerancia hacia los
diferentes y la mayoría bregando para alcanzar adhesiones y colaboradores en la
isla, por influir sobre los grupos opositores al interior del país. A menudo,
grupos del exilio se presentan como los guías de la oposición interna, como los
que dictan la estrategia y las tácticas desde la lejanía, olvidando o queriendo
desconocer que la primera línea de la resistencia está dentro de Cuba y que el
exilio debe funcionar como la retaguardia segura de esa resistencia interna.
¿Qué hacer entonces? Esta es la
pregunta del millón. Se hace necesario recoger, analizar, valorar las
experiencias de aquellos que en otros países con situaciones políticas
parecidas a las predominantes en Cuba han llevado a cabo movimientos
triunfadores y adecuar esas experiencias de manera creadora a las
características propias, pero sin copiarlas al carbón.
Quizá un ejemplo válido, aunque en
condiciones más favorables que las predominantes en Cuba, lo ha aportado la
Mesa de Unidad Democrática de la oposición antichavista de Venezuela con la
elección de un candidato que represente a todos los partidos de oposición y en
la que se conjuga, al mismo tiempo, la unidad y el pluralismo. Un programa de
consenso sin diluir los diferentes partidos opositores dentro de una
megaorganización política.
Por supuesto está que un intento
similar puede enfrentar el ataque y la presión de la Seguridad del Estado para
impedir que se materialice en un poderoso frente opositor; pero valdría la pena
intentarlo. La unidad en medio de la diversidad. Cada grupo actuando según sus
métodos y todos convergiendo en una misma estrategia: Ser una opción para la
población y alcanzar el poder. Alcanzar la transición en primer lugar y luego
de resuelta la transición emprender la autonomía de cada partido de acuerdo a
sus proyecciones y a su ideología.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario