Carlos Alberto Montaner. FIRMAPRESS
El exembajador de Panamá ante la OEA,
el Dr. Guillermo Cochez, una persona generalmente muy bien informada, afirma
que Hugo Chávez, presidente de Venezuela, realmente murió hace unos días y reta
al gobierno de ese país a que lo desmienta. ¿Cómo? De la única manera creíble:
presentando al enfermo o, en su defecto, al cadáver.
Hasta ahora, los portavoces del
chavismo ─ el ministro Ernesto Villegas, el vicepresidente Nicolás Maduro, el
diputado Diosdado Cabello ─ han dicho cosas contradictorias, pero comienzan a
dosificar malas noticias sobre la salud de Chávez, como si prepararan a la
opinión pública para comunicarle el fatal desenlace anunciado por Cochez.
Era un predecible crescendo. Si,
efectivamente, Chávez ha muerto, tienen que notificarlo de esa manera, porque,
hasta ahora, han jugado con el embuste de que el teniente coronel se estaba
curando progresivamente. Falsedad a la que el propio Fidel Castro le prestó su
ya mínima credibilidad, asegurando, públicamente, que el líder bolivariano
estaba en proceso de recuperación, mentira que no pueden deshacer tajantemente,
sino poco a poco, para no desacreditar aún más a quienes engañaron a los
venezolanos y a la opinión pública de una forma tan cruel y descarada.
¿Cuándo ocurrirá esto? El problema
parece estar en el carácter ilegítimo de Nicolás Maduro. Si la información
transmitida por Cochez es verídica, Chávez murió sin jurar su cargo de
presidente, de manera que Maduro nunca pudo ser designado vicepresidente y
ocupa esa posición de manera fraudulenta, lo que constituye un flagrante delito
descrito en el artículo 214 del código penal venezolano, castigado con pena de cárcel:
usurpación de funciones públicas.
¿Quiénes saben lo que realmente sucede
en la cúpula chavista? Sin duda, demasiadas personas para que el secreto no se
conozca a corto plazo: los Castro y otra veintena de cubanos, incluido el
personal médico que lo atendió en La Habana, donde aparentemente se produjo la
muerte cerebral; la familia de Chávez (hijas, hermanos, padres, exesposas); la
dirigencia del chavismo, los ex vicepresidentes Elías Jaua y José Vicente
Rangel ─ un viejo estalinista con fama de imprudente ─, y una docena de
militares venezolanos de alto rango que ven lo que sucede con cierto
nerviosismo producto de la incertidumbre.
En total, más de un centenar de
personas conocen exactamente lo que sucede, sin contar los principales
servicios de inteligencia del mundo: Estados Unidos, Rusia, Israel, e incluso
China, que se juega miles de millones de dólares en el destino de Venezuela y,
por si acaso se produce una situación caótica, le ha secado las fuentes de financiamiento.
Todos estos servicios tienen la
capacidad de interferir y escuchar llamadas telefónicas, entrar en los correos
electrónicos y descifrar los mensajes encriptados que se transmiten los
gobiernos. Todos ellos, además, cuentan con colaboradores situados en las
inmediaciones del poder que les dan informaciones más o menos fidedignas.
El chavismo, en fin, por su enfermiza
voluntad de acaparar el poder a cualquier precio, se ha colocado en esta
situación desesperada. ¿Qué puede hacer? Lo honorable, si Chávez murió, es que
sus dirigentes no continúen engañando al pueblo venezolano, incluidos los
propios chavistas, y digan exactamente la verdad: cuándo y cómo el presidente
llegó al final de su vida.
A partir de ahí, está la Constitución,
la “bicha” tan querida por Chávez, con sus definidos procedimientos legales
para enfrentarse a esta circunstancia, recurriendo a los métodos democráticos
sin necesidad de que surja un estallido de violencia.
De acuerdo con ella, el fraudulento
señor Maduro debe apartarse del poder ─ aunque lo elijan como candidato del
chavismo ─, mientras Diosdado Cabello asume la presidencia y convoca a
elecciones en un plazo de treinta días.
Naturalmente, también, como han hecho
hasta ahora, los dirigentes chavistas pueden continuar enredándose en sus
mentiras, inventándose una juramentación post mortem de Chávez, y una falsa
designación de Maduro, pero todo lo que lograrían con esa conducta sería
fatigar aún más a la opinión pública venezolana, a estas alturas asqueada de
que le tomen el pelo como si esa sociedad estuviera compuesta por idiotas y
oligofrénicos.
En todo caso, lo fundamental es lo que
dijo el exembajador Cochez: que presenten el cuerpo de Chávez. Vivo o muerto,
pero que lo presenten.
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