Helen Aguirre Ferré. DIARIO LAS AMÉRICAS
Hugo Chávez fue una fuerza
desestabilizadora en el hemisferio. El populista radical pudo financiar su
movimiento para crear el bloque socialista “bolivariano” gracias a los precios
inflados del petróleo y a su carisma. Su muerte por cáncer a los 58 años deja a
Venezuela dividida y económicamente quebrada. Como lo describe Richard Haas del
“Council on Foreign Relations” en
Nueva York, “Chávez fue un Castro con petróleo”.
La pregunta que se hace ahora es,
¿puede el chavismo sobrevivir sin Chávez? Lo intenta hacer ya nombrando como
presidente temporal al vicepresidente Nicolás Maduro, quien aún no ha jurado
siquiera su actual cargo, hasta que se celebren nuevas elecciones. Tratarán de
convertir a Chávez en un mártir para mantener el chavismo en el poder.
Para los Estados Unidos, Chávez fue
reconocido como una fuerza peligrosa. Tal es así que hubo un extraño momento de
bipartidismo en Washington en donde los Republicanos y los Demócratas apoyaron
el mensaje del Presidente Obama hacia el pueblo venezolano.
“En
Venezuela se inicia un nuevo capítulo en su historia, Estados Unidos sigue
comprometido con políticas que promuevan los principios democráticos, el Estado
de Derecho y el respeto de los derechos humanos”.
Si el mensaje fue escueto, tenía razón
para serlo. Pocas horas antes, el vicepresidente electo, Nicolás Maduro,
expulsó a dos diplomáticos estadounidenses del país, David Delmonaco y David
Kostal, supuestamente por haber conspirado en contra del gobierno venezolano.
Lo que Estados Unidos niega enérgicamente. No sólo Maduro dijo que existían
supuestas pruebas científicas que según él demostraban que Chávez había sido
inyectado con su enfermedad, a pesar de que el cáncer no se transmite de esa
manera, sino que insinuó que el gobierno de Obama estaba envuelto en el asunto.
Algo que fuera rechazado como acusación “absurda” por el portavoz del
Departamento de Estado, Patrick Ventrell.
Chávez le provocaba retortijones
estomacales a cualquier administración estadounidense no tanto por su retórica
militante contra el “imperialismo yanqui”, como por su estrecha relación con
gobiernos que constituyen una amenaza, como Irán y Cuba. ¿Quién no recuerda la
comparecencia de Chávez en el foro de las Naciones Unidas en donde comparó a
George W. Bush con el diablo?
Con la decadencia de Fidel Castro,
Hugo Chávez asumió un liderazgo revolucionario particularmente minando
políticamente los pasos de Bush y Obama en el hemisferio y usando sus recursos
petroleros para formar un bloque con otros gobiernos de extrema izquierda como
Nicaragua, Ecuador y Bolivia. Y desde luego, Cuba, a la cual Venezuela le
suministra aproximadamente $13 mil millones anuales en subsidios de petróleo y
en divisas.
Algunos recordarán al comandante
Chávez como un héroe, mientras que otros como un tirano. Al pueblo que se
sintió ignorado por los partidos tradicionales nacionales, la gran mayoría
viviendo al nivel de la pobreza a pesar de la riqueza del país, Chávez los
elevó en la palestra nacional. La oposición o quienes simplemente cumplían con
su profesión periodística, cuestionando oportunamente la decadencia
gubernamental, la presencia de fuerzas cubanas dentro de Venezuela, la
consagración de la industria del narcotráfico en el país, el desgaste económico
y la violencia y crimen rampante, se encontraban amenazados, -algunos a
muerte-, por los chavistas.
El fenómeno del chavismo tiene
paralelos con el peronismo de Argentina. Al igual que Venezuela, Argentina fue
una nación rica casi a la par con Estados Unidos antes de la Segunda Guerra
Mundial; hasta que Juan Perón, con su carisma, populismo y corrupción, acabara
con ella. Venezuela padeció lo mismo con Chávez, quien deja al país en ruina
económica. Según el Fondo Monetario Internacional, la economía venezolana entre
1999-2010 sólo creció un promedio de 2.7%, mientras que sus países vecinos
doblaban esa cifra. Gracias al mal manejo de la Estatal Petróleos de Venezuela,
no tienen el capital para mantener su producción actual, mucho menos para
explotar nuevas reservas.
No es de dudar de que el pueblo
venezolano quede dividido por mucho tiempo. La esperanza que aún existe, se
encuentra en las palabras del líder de la oposición, el gobernador de Miranda,
Henrique Capriles Radonsky, quien dijera la noche de la muerte de Chávez, “este no es el momento de subrayar lo que nos
divide, si no lo que nos une. Venezuela es el país de todos”.
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